XXXII Domingo del Tiempo Ordinario Ciclo B
Padre Julio Gonzalez Carretti O.C.D
DOMINGO
Lecturas bíblicas
a.- 1Re. 17, 10-16: La viuda coció un pan para Elías.
La primera lectura, nos presenta el encuentro entre una pobre viuda de Sarepta,
ciudad de la región pagana de Fenicia y el profeta Elías, enviado por Dios a ese
lugar. La región vivía una terrible sequía, lo que trajo pobreza a sus habitantes, la
viuda no era una excepción; sus habitantes adoraban a Baal, el dios que les proveía
las lluvias, el vino, el trigo y el aceite. Ahí va Elías, mandado por Yahvé, que es
perseguido por el rey Ajab a causa de su lucha contra la difusión de la idolatría en
Israel. La viuda acoge a Elías, comparte lo que tiene: un puñado de harina y un
poco de aceite; Elías también es pobre, fugitivo, forastero, su única riqueza es la
seguridad de la palabra de Yahvé. Profeta y viuda obedecen a Yahvé, a pesar de no
ser hebrea, se fía de la palabra de Elías, y da todo lo que tiene, ambos representan
a las personas que viven desde la fe, su particular situación de pobreza. Yahvé
multiplicó esos pocos bienes, la harina y el aceite, y tuvieron comida por mucho
tiempo (v.15). Con este prodigio, Yahvé muestra que sostiene la vida de sus
adoradores, porque es Dios de cielo y tierra, de la naturaleza y de la vida. En
cambio, los baales, son incapaces de dar lluvia y alimentos a sus habitantes. La
vida del profeta perseguido es salvada por la generosidad de una viuda pobre,
pagana, que sobrevive gracias a la acción benevolente de Yahvé a favor de los que
se fían del poder de su palabra: “Por mucho tiempo, el cántaro de harina no quedó
vacío y la aceitera de aceite, no se agotó, según la palabra que Yahvé había dicho
por boca de Elías” (v. 16).
b.- Hb. 9, 24-28: Cristo se ha ofrecido una sola vez para quitar los pecados
de todos.
El autor sagrado, nos sigue mostrando el paralelismo entre el sacerdocio de Cristo y
el sacerdocio levítico (cfr. Hb.8, 3-6), dejando en evidencia la superioridad del
primero; presentando la correspondencia de los sacrificios del AT., a nivel terreno,
corresponde ahora presentar las realidades celestiales, especialmente la entrada de
Cristo en el mismo cielo (cfr. Hb. 8,23-24). Mientras el sacerdote entraba en el
santuario del templo a ofrecer sangre ajena; Cristo Jesús, entra en el santuario del
cielo una vez para siempre, con el sacrificio de sí mismo, tuvo acceso a la presencia
de Dios (v. 24). Su ministerio sacerdotal, permite a los cristianos, una auténtica
relación con Dios. Esta entrada de Cristo glorificado en comunión con Dios, es un
evento único y definitivo (vv. 26-28). A diferencia de los sacerdotes levíticos,
Cristo, no está obligado a repetir anualmente el sacrificio (v.25), dado que ÉL
ofreció su vida en la pasión (v.26), su sacrificio no quedó en la tierra, porque llegó
hasta al cielo su destino, no tenía sentido volver a ofrecerlo (v.25). La eficacia del
sacrificio de sí mismo llevada a cabo durante su pasión, quedó demostrada, por el
perdón de los pecados de los hombres que limpia sus conciencias (v.28). El
sacrificio de Cristo, consiguió mediar eficazmente la salvación de Dios a favor de
los hombres, es único e irreversible. Con ello se nos enseña que la historia humana
ha alcanzado el final de los tiempos.
c.- Mc. 12, 38-44: Esa pobre viuda ha echado más que nadie.
Este evangelio nos presenta la conclusión de las controversias de Jesús con los
escribas, fariseos y autoridades de Israel (vv. 38-40), pero tenemos como
contrapunto, el testimonio de la viuda pobre del templo (vv. 41-44). En un primero
momento Jesús, descubre la hipocresía de los maestros de la ley, que con sus
actitudes y comportamiento han opacado la verdadera piedad hebrea. Si bien son
conocedores de la Escritura, sacan provecho personal de ella, son asiduos en visitar
la sinagoga, pero su corazón está lejos de de la humildad y justicia. Sus oraciones,
son para ser vistos por los demás, preocupados de su apariencia exterior, buscan
los primeros puestos, amantes del dinero de las viudas, etc. El juicio de Dios, será
muy severo con ellos (v. 40; cfr. Mc. 12, 40). En esa sociedad, la viuda, el
huérfano, el pobre, son bíblicamente hablando, objeto especial del amor de Dios,
que los defiende de los poderosos y opresores (cfr. Dt. 10,16-29; Ex. 22,21-23).
En un segundo apartado, Jesús pone su mirada en la ofrenda de una pobre viuda, a
quien coloca como modelo de piedad confiada en Dios, en oposición a los
representantes de la fe oficial del culto judío. Ella manifiesta su fe, en un acto de
gratuidad hacia los demás. Jesús sentado, observa cómo los fieles echan sus
ofrendas en el cepillo del templo, los ricos echan grandes cantidades de dinero,
llegó la viuda que depositó dos monedas de muy poco valor (v. 42). Al ver este
gesto, Jesús reacciona: había acusado a los escribas de hipócritas e injustos, ahora
propone a la viuda, como modelo de vida para sus discípulos, porque dio todo lo
que tenía para vivir, es decir, entregó su vida a Dios simbolizada en esas dos
moneditas (v. 44). Ella es ícono de la auténtica piedad hebrea, la del verdadero
Israel, no ha opacado la religión que se profesa en el templo. Ella como Jesús,
considera el templo como casa de oración, por ello, pone sus vidas en manos de
Dios (cfr. Mc. 11, 17). Colocar las dos moneditas en el cepillo del templo, significa
que lo da todo por el culto a Dios y los pobres. Desde su pobreza, sin ser experta
en las Escrituras, y sin conocer a Jesús, pone en práctica la gratuidad del amor,
tema esencial del Evangelio de la gracia. Sin ser explícitamente discípula de Cristo,
da su vida, como el Mesías (cfr. Mc.10, 45). Ella anticipa la entrega que hará Jesús,
en abandono amoroso en los brazos de Dios y gratuidad, por la salvación de toda la
humanidad. Es el Reino de Dios que se hace presente, reflejo de su gracia, puesto
que ella lo ha ofrecido todo lo que es y lo que posee. El evangelista quiere insistir
en el valor del pobre, como acogedor del Reino de Dios, y la novedad que trae
Jesucristo; ambas viudas, una pagana y otra judía, se presentan como activas
participantes de la historia de la salvación y modelos de creyentes para los
cristianos. Sólo el pobre da todo, y se entrega a Dios confiadamente, vive el gozo
de la gratuidad, de no sentirse dueño de nada, no apega su corazón a los bienes.
Sabe estar en la comunidad del culto al Dios único y verdadero, y su presencia se
mide, no por lo que viste, sino por su humilde donación de sí misma. El amor, en
ambas viudas, nos da su talla interior, el puñado de harina y las moneditas, son oro
purísimo, su actitud de entrega amorosa las hace dignas de todo elogio e imitación
de todos los cristianos.
Santa Teresa de Jesús, encontró a Jesús de Nazaret, pobre, aprendió a ser pobre,
contemplándole crucificado. “En tornando a la oración y mirando a Cristo en la cruz
tan pobre y desnudo, no podía poner a paciencia ser rica. Suplicábale con lágrimas
lo ordenase de manera que yo me viese pobre por ÉL” (Vida 35,3).