XXXII Semana del Tiempo Ordinario (Año Par)
Padre Julio Gonzalez Carretti O.C.D
MIERCOLES
Lecturas bíblicas
a.- Tit. 3,1-7: Su misericordia nos ha salvado.
b.- Lc. 17, 11-19: ¿No ha vuelto más que este extranjero para dar gloria a
Dios?
Nuevamente el evangelista nos recuerda el camino de Jesús a Jerusalén, va por
Samaría y Galilea (cfr. Lc. 9, 51; 13, 22), donde le aguarda su elevación a la Cruz.
Samaría se convierte en puente, donde la palabra de Dios, va desde Galilea a
Jerusalén, a los gentiles. Una vez Resucitado, mandará a sus discípulos a predicar
desde Jerusalén, a toda Judea y Samaría, hasta los confines del mundo. Es el
camino de la Iglesia hasta hoy (cfr. Hch.1, 8). Vinieron a Jesús unos leprosos, que
se olvidan de los odios entre judíos y samaritanos (cfr. Lc. 9, 53; Jn. 4,4-9),
podían ingresar en las aldeas, no así en las ciudades amuralladas (cfr. Lv. 13,
45ss). Le dan el título de Maestro, sólo los apóstoles lo habían llamado así en
diversas circunstancias (cfr. Lc. 5,5; 9, 49; 9, 33; 8, 24), imploran de ÉL
misericordia. Con ÉL se ha inaugurado el Reino de Dios con poder y misericordia
por los hombres. Les manda ir a los sacerdotes del templo, a cumplir la ley
respecto a la purificación relativa a la lepra, y quedaron limpios mientras iban de
camino. En la obediencia a la ley encontrarán salud, lo mismo, quien escucha a
Moisés y los profetas, se salva (cfr. Lev. 14, 2; Lc. 16, 22). De los judíos, por Jesús,
viene la salvación a los samaritanos. Sanos, mientras van de camino al templo de
Jerusalén, sólo uno vuelve a dar gracias, glorificando a Dios a voces, se postra a los
pies de Jesús (vv. 15-16). Dios obra estos prodigios por medio de Jesús,
precisamente delante de ÉL, alaba a Dios y reconoce su curación con la acción de
gracias. Esta cercanía del hombre con Dios, que clama a grandes voces, tenemos
varios testimonios que reconocen los milagros obrados en ellos (cfr. Lc. 4, 33; 8,
28; 19, 37; 23, 23; Hch.7, 60; Lc. 8, 41; 5, 12). Es en Jesús donde se hace
presente el poder y la misericordia de Dios; Él es epifanía de Dios. Con su
presencia, el Reino de Dios está entre nosotros. Hay que rescatar que el que vuelve
es un samaritano, es decir, los buenos sentimientos, la buena disposición interior,
unidos a la fe en Jesús, son camino hacia la salvación (cfr. Lc. 8, 15). Con este
milagro, se configura el trabajo de la Iglesia con los paganos. Si por Jesús vienen
las gracias del cielo, por ÉL también se da gloria a Dios (cfr. Hch. 4, 12). El
samaritano da gracias, porque lo donado por Dios, lo entiende como pura, gracia de
Dios. No así los judíos, que lo recibido de Dios, lo ven como algo debido a sus
méritos. Les falta la acción de gracias. Mientras el samaritano, se sabe fuera del
pueblo de Israel, denota en su actitud lo que a ellos les falta: gratitud, alabanza,
confesión de la propia pobreza, humildad delante de Dios. El camino hacia el Reino
de Dios, que trae la salvación inaugurado por Jesús está abierto a todos, incluidos
los extranjeros, los pecadores, los gentiles. Lo que se necesita es la fe, la decisión y
entrega a la palabra de Jesús. Abrirse a la acción salvífica de Dios.
Santa Teresa de Jesús, practicó a cabalidad la virtud de ser agradecida con todos,
comenzando por Dios. “Nos da Dios sus dones sin merecimiento nuestro,
agradezcámoslo a su Majestad” (Vida 10,4).