XXXII Semana del Tiempo Ordinario (Año Par)
Padre Julio Gonzalez Carretti O.C.D
SABADO
Lecturas bíblicas
a.- 3Jn. 5-8: Trabajar en la propagación de la verdad.
b.- Lc. 18, 1-8: El juez inicuo y la viuda inoportuna.
El evangelio nos habla de este juez malo, que actúa a su arbitrio, no temía a Dios y
no tenía consideración con los hombres, como si no tuviera que rendir cuentas a
nadie (v. 2). La palabra de Dios le mandaba: “Dios se levanta en la asamblea
divina, en medio de los dioses juzga: ¿Hasta cuándo juzgaréis inicuamente, y haréis
acepción de los impíos? Juzgad en favor del débil y del huérfano, al humilde, al
indigente haced justicia; al débil y al pobre liberad, de la mano de los impíos
arrancadle!” (Sal.82, 1-3). La viuda es la mujer pobre, sin protección más que la de
Dios (cfr. Is.1,17; Sant.1,27); el juez no quiere defender el derecho de la viuda, es
sordo a la voz de Dios y de los hombres, es indiferente. Sin embargo, ella está
convencida que celebrado el proceso será a su favor; no le queda más solución que
pedírselo al juez una y otra vez. Es el hastío lo que lo mueva a hacer justicia,
actuar para que lo deje en paz, y no el temor de Dios (vv. 4-5). La reflexión que
luego hace Jesús, apunta a que más que a los ruegos de la viuda, y su
perseverancia, quiere resaltar la certeza que los pobres son escuchados por Dios. Si
el egoísmo del juez malo, lo mueve ha hacer justicia, ¿cuánto más escuchará el
Señor los gritos de socorro de sus hijos? (v.7). El evangelista se fija en la oración
insistente de la viuda (v.1; cfr. Eclo. 35,20). La Iglesia ora porque tiene la certeza
de ser escuchada, porque ama a sus hijos, los elegidos de Dios, los pobres y
pequeños de este mundo (cfr. Lc.14, 16-24). En ellos ama el Padre a su Elegido, al
Hijo, el Ungido (cfr. Lc. 9,35; 23,35). La pasión, muerte y Resurrección del Hijo, ha
de ser motivo suficiente para aprender a esperar, cuando en el sufrimiento y
persecución se considera la suerte de este Hijo, que comparte su mismo destino
con los suyos. Es el Elegido precisamente, porque asume en su Transfiguración su
camino de gloria definitiva a través de la cruz: Mesías Crucificado y Resucitado (cfr.
Lc. 23, 35). La oración perseverante, no deja de ser escuchada, Dios hace justicia
con la presencia salvadora de su Hijo en medio de los hombres, y el trabajo de la
Iglesia y sus miembros. La comunidad eclesial invoca la venida del Hijo del Hombre,
que su venida sea de salvación o perdición dependerá de la fe que Jesucristo
encuentre en cada hombre. En la persecución, la tentación del cristiano será la de
apostatar de la fe, peligro que acecha a los bautizados. Constantemente el discípulo
debe optar por Cristo y su Iglesia, su evangelio, en definitiva por la fe recibida (cfr.
2Tm. 4,7). El desafío está dado, lo que corresponde ahora es perseverar en la
salvación que Dios nos otorga en su Hijo, en medio de la lucha por creer día a día.
Santa Teresa de Jesús, tiene amplia experiencia de saber que quien persevera en la
oración vivirá en una permanente conversin: “Si en la oracin persevera…tengo
por cierto la saca el Seor a puerto de salvacin” (V 8, 5).