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Día litúrgico: Domingo XXXII (B) del tiempo ordinario
Texto del Evangelio ( Mt 25,1-13): En aquel tiempo, (…) Jesús se sentó frente al
arca del Tesoro y miraba cómo echaba la gente monedas en el arca del Tesoro:
muchos ricos echaban mucho. Llegó también una viuda pobre y echó dos
moneditas, o sea, una cuarta parte del as. Entonces, llamando a sus discípulos, les
dijo: «Os digo de verdad que esta viuda pobre ha echado más que todos los que
echan en el arca del Tesoro. Pues todos han echado de lo que les sobraba, ésta, en
cambio, ha echado de lo que necesitaba, todo cuanto poseía, todo lo que tenía para
vivir».
Comentario: Rev. D. Enric PRAT i Jordana (Sort, Lleida, España)
La pobreza requiere pureza de intención y generosidad. La conciencia,
"epicentro" de la moral
Hoy, en contraste evidente con los maestros de la ley, el Evangelio nos presenta el
gesto sencillo, insignificante, de una mujer viuda que suscitó la admiración de
Jesús. El valor del donativo era casi nulo, pero la decisión de aquella mujer era
admirable, heroica: dio todo lo que tenía para vivir.
En este gesto, Dios y los demás pasaban delante de ella y de sus propias
necesidades. Ella permanecía totalmente en las manos de la Providencia. Jesús
valoró el olvido de sí misma, y el deseo de glorificar a Dios y de socorrer a los
pobres, como el donativo más importante de todos los que se habían hecho —quizá
ostentosamente—
el
mismo
lugar.
—La opción fundamental y salvífica tiene lugar en el núcleo de la propia conciencia,
cuando decidimos abrirnos a Dios y vivir a disposición del prójimo; el valor de la
elección no viene dado por la cualidad o cantidad de la obra hecha, sino por la
pureza de la intención y la generosidad del amor.
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