XXXIII Semana del Tiempo Ordinario (Año Par)
Padre Julio Gonzalez Carretti O.C.D
MIERCOLES
Lecturas bíblicas:
a.- Ap. 4,1-11: Santo es el Señor, soberano de todo; el que era y es y viene.
b.- Lc. 19, 11-28: Parábola de las minas.
Meditamos sobre la parábola de las minas, es muy semejante a la de los talentos
(cfr. Mt. 25, 14ss). Minas, quiere decir, onzas de oro, o bien, cien dracmas griegas
o cien denarios romanos. El rico deja en manos de diez de sus empleados, el
trabajo de multiplicar esos dineros. Los que lo trabajaron fueron premiados, el
último por miedo no hizo nada, y fue castigado: se le quitó lo que tenía. Son los
talentos que hay que colocar al servicio de Dios. Dándole un carácter escatológico,
como hace Mateo al mismo texto (cfr. Mt. 25, 14-30), el hombre que se ausenta
para recibir la dignidad de rey y que vuelve a pedir cuentas a sus empleados es
Jesucristo, que sube al cielo, a la derecha del Padre, y vuelve como rey para el
Juicio final. Lucas, parece haber unido dos parábolas distintas en su origen: la de
los talentos y la de un pretendiente al trono. Mateo, parece conservar la versión
más auténtica del hecho, pero coincide con Lucas en la enseñanza final: al que
tiene se le dará, pero al que no tiene, se le quitará incluso lo que tiene (v. 26; Mt.
25, 29). Esto quiere decir, que a los que han sido fieles y han multiplicados los
talentos o el dinero, son los que tienen, se les dará la vida eterna o sea una gran
recompensa; en cambio, al que no tiene, se le quitará hasta la oportunidad que
tuvo de entrar en la vida; será castigado con severidad. Lo que se quiere destacar,
ya sea en la parábola de los talentos o de las minas, es la responsable actitud de
quien libremente acepta la gracia de la salvación. Se trata de formar hombres que
trabajan su salvación con la fidelidad necesaria, para hacer la voluntad de Dios y
dar frutos de justicia y santidad, de amor comprometido con el prójimo. La
comunidad eclesial, es el mejor espacio para vivir, sostener, y aumentar esta
salvación con la participación en la Eucaristía dominical, la lectura atenta de la
Palabra de Dios y la oración. Todos los dones y gracias recibidos de la mano de
Dios, deben ser puestos a su servicio, para que la cosecha de frutos, merezca de su
bondad el premio de la vida eterna.
Teresa de Jesús, quiere en sus comunidades de frailes, monjas y laicos
comprometidos, no escondan sus talentos porque saben que así sirven a la
comunidad y la Iglesia: “Querríalas mucho avisar que miren no escondan el talento,
pues que parece las quiere Dios escoger para provecho de otras muchas, en
especial en estos tiempos que son menester amigos fuertes de Dios para sustentar
a los flacos” (Vida 15, 5).