XXXIII Semana del Tiempo Ordinario (Año Par)
Padre Julio Gonzalez Carretti O.C.D
VIERNES
Lecturas bíblicas
a.- Ap. 10,8-11: Cogí el librito y me lo comí.
b.- Lc. 19, 45-48: Mi Casa será Casa de oración.
Este evangelio tiene dos momentos: la expulsión de los vendedores del templo (vv.
45-46) y la enseñanza de Jesús en el templo (vv.47-48). Jesús entra en el templo,
meta de su ingreso a Jerusalén, el templo recibe su esplendor por la presencia de
Dios. Su ingreso al templo le da un nuevo sentido, se cumplen las palabras del
profeta: “He aquí que yo envío a mi mensajero a allanar el camino delante de mí, y
enseguida vendrá a su Templo el Señor a quien vosotros buscáis; y el Ángel de la
alianza, que vosotros deseáis, he aquí que viene, dice Yahvé Sebaot. ¿Quién podrá
soportar el Día de su venida? ¿Quién se tendrá en pie cuando aparezca? Porque es
él como fuego de fundidor y como lejía de lavandero. Se sentará para fundir y
purgar. Purificará a los hijos de Leví y los acrisolará como el oro y la plata; y serán
para Yahvé los que presentan la oblación en justicia. Entonces será grata a Yahvé la
oblación de Judá y de Jerusalén, como en los días de antaño, como en los años
antiguos” (Mal.3,1-4). Comenzó a echar fuera a los cambistas y vendedores de
palomas y animales para los sacrificios; los conmina con dos textos bíblicos:
“Diciéndoles: «Está escrito: Mi Casa será Casa de oración. ᄀPero vosotros la habéis
hecho una cueva de bandidos!» (v. 46). Los negocios desdicen de la Casa de Dios,
ella es Casa de oración ( cfr. Is. 56,7), los mercaderes y las autoridades del templo
que lucraban con esos negocios, han convertido el recinto sacro en una “guarida de
ladrones” ( Jer. 7, 11). Jesús como profeta continua la obra de sus predecesores,
no sólo predicando sino actuando, en la Casa de Dios no habrá más mercaderes
(cfr. Zac.14,21). Jesús restaura el verdadero culto a Dios, abandonando el que se
daba al dinero. Desde ahora el templo queda convertido en casa de oración de las
naciones, la naciente Iglesia se reunirá en él para orar. Por eso Jesús lo purifica,
antes de su destrucción con si presencia y acción mesiánica. En un segundo
momento, encontramos a Jesús enseñando en el templo. Cuando Jesús se quedó
en el templo, en medio de los doctores de la ley, a sus doce años, admiraron su
sabiduría (cfr. Lc.2,46s); ahora enseña en el mismo espacio sagrado con
autoridad, lo que confirma la seguridad que tenía cuando dijo: “Y ﾿por qué me
buscabais? ﾿No sabíais que yo debía estar en la casa de mi Padre?” (Lc. 2, 49),
ahora actúa con la autoridad de Mesías e Hijo de Dios. Antes de ser destruido el
templo cumple su misión: reunir el Mesías a su pueblo. Mientras tanto, las
autoridades judías planifican la muerte de Jesús (v. 47), lo mismo harán con la
Iglesia apostólica, impidiendo su formación (cfr. Hch. 4,1; 5,17). Sin embargo, el
pueblo sigue a Jesús, lo escucha, está pendiente de sus labios. Esta labor de
enseñar en el templo la continuarán los apóstoles (cfr. Hch. 3,11; 4,1; 5,13). Es el
paso, el puente entre el antiguo Israel y la Iglesia de los gentiles. El discurso de
Esteban reclamando un culto más en espíritu y en verdad, anuncia de alguna
manera, la desaparición del templo (cfr. Hch. 7,48). El Sanedrín teme la reacción
del pueblo si actúa contra Jesús (cfr. Hch. 5, 26). Hoy como los habitantes de
Jerusalén, debemos escuchar la enseñanza de Jesús en su Iglesia, participar de la
Eucaristía dominical, es su Casa, donde se reúne su pueblo para adorar al único
Dios verdadero.
Santa Teresa de Jesús, nos invita a reflexionar, amar, desde la experiencia del
acontecimiento Jesucristo en nuestra vida. “Para aprovechar mucho en este camino
de oración…no está la cosa en pensar mucho sino en amar mucho” (4M 1,7).