EVANGELIO DEL DIA
¿ Señor, a quién iremos?. Tú tienes palabras de vida eterna. Jn 6, 68
Lunes de la trigésima tercera semana del tiempo ordinario
Apocalipsis 1,1-4.2,1-5a.
Revelación de Jesucristo, que le fue confiada por Dios para enseñar a sus
servidores lo que tiene que suceder pronto. El envió a su Angel para transmitírsela
a su servidor Juan.
Este atestigua que todo lo que vio es Palabra de Dios y testimonio de Jesucristo.
Feliz el que lea, y felices los que escuchen las palabras de esta profecía y tengan en
cuenta lo que está escrito en ella, porque el tiempo está cerca.
Yo, Juan, escribo a las siete Iglesias de Asia. Llegue a ustedes la gracia y la paz de
parte de aquel que es, que era y que vendrá, y de los siete Espíritus que están
delante de su trono,
Escribe al Angel de la Iglesia de Efeso: "El que tiene en su mano derecha las siete
estrellas y camina en medio de los siete candelabros de oro, afirma:
"Conozco tus obras, tus trabajos y tu constancia. Sé que no puedes tolerar a los
perversos: has puesto a prueba a quienes usurpan el título de apóstoles, y
comprobaste que son mentirosos.
Sé que tienes constancia y que has sufrido mucho por mi Nombre sin desfallecer.
Pero debo reprocharte que hayas dejado enfriar el amor que tenías al comienzo.
Fíjate bien desde dónde has caído, conviértete y observa tu conducta anterior. Si no
te arrepientes, vendré hacia ti y sacaré tu candelabro de su lugar preeminente.
Salmo 1,1-2.3.4.6.
¡Feliz el hombre
que no sigue el consejo de los malvados,
ni se detiene en el camino de los pecadores,
ni se sienta en la reunión de los impíos,
sino que se complace en la ley del Señor
y la medita de día y de noche!
El es como un árbol
plantado al borde de las aguas,
que produce fruto a su debido tiempo,
y cuyas hojas nunca se marchitan:
todo lo que haga le saldrá bien.
No sucede así con los malvados:
ellos son como paja que se lleva el viento.
Porque el Señor cuida el camino de los justos,
pero el camino de los malvados termina mal.
Evangelio según San Lucas 18,35-43.
Cuando se acercaba a Jericó, un ciego estaba sentado al borde del camino,
pidiendo limosna.
Al oír que pasaba mucha gente, preguntó qué sucedía.
Le respondieron que pasaba Jesús de Nazaret.
El ciego se puso a gritar: "¡Jesús, Hijo de David, ten compasión de mí!".
Los que iban delante lo reprendían para que se callara, pero él gritaba más fuerte:
"¡Hijo de David, ten compasión de mí!".
Jesús se detuvo y mandó que se lo trajeran. Cuando lo tuvo a su lado, le preguntó:
"¿Qué quieres que haga por ti?". "Señor, que yo vea otra vez".
Y Jesús le dijo: "Recupera la vista, tu fe te ha salvado".
En el mismo momento, el ciego recuperó la vista y siguió a Jesús, glorificando a
Dios. Al ver esto, todo el pueblo alababa a Dios.
Comentario del Evangelio por :
Simeón el Nuevo Teólogo (c.949-1022), monje griego, santo de la Iglesia
Ortodoxa
Himno 18
La luz que me conduce de la mano
Conocemos el amor que tú nos has dado, sin límites, indecible, que nada ni
nadie puede contener; es luz inaccesible, luz que actúa en todo... En efecto ¿qué
hay que no haga esta luz, y qué no es ella? Ella es encanto y gozo, dulzura y paz,
misericordia sin fin, abismo de compasión. Cuando la poseo, no me doy cuenta; tan
solo la veo cuando se va; me afano para captarla, y se esfuma plenamente. No sé
qué hacer, y me consumo. Con lágrimas y gran humildad aprendo a pedir y a
buscar y a no considerar como una cosa posible lo que está por encima de la
naturaleza, ni como efecto de mi poder o del esfuerzo humano, lo que viene de la
compasión de Dios y de su infinita misericordia...
Esta luz nos conduce de la mano, nos fortifica, nos enseña, mostrándose y
desapareciéndose cuando tenemos necesidad de ella. No está cuando queremos –
eso es sólo para los perfectos- sino que viene en nuestra ayuda, cuando estamos
perturbados y completamente agotados. Aparece y la veo desde lejos y me concede
sentirla en mi corazón. Grito hasta ahogarme, de tanto que la quiero retener, pero
todo es noche, y están vacías mis pobres manos. Lo olvido todo, me siento y lloro,
desesperado por verla otra vez. Cuando he llorado mucho y consigo parar,
entonces, viene misteriosamente, me coge la cabeza, y me deshago llorando sin
saber que está allí iluminando mi espíritu con una dulcísima luz.
servicio brindado por el Evangelio del Día, www.evangeliodeldia.org”