XXXIV DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO, CICLO B
SOLEMNIDAD. JESUCRISTO, REY DEL UNIVERSO
¿QUIEN ES NUESTRO ADMIRABLE AMIGO Y DEFENSOR?
Padre Pedrojosé Ynaraja
Hay que reconocer sinceramente, mis queridos jóvenes lectores, que si buscamos
un símbolo actual que nos pueda sugerir la realeza, no lo encontraremos. Tal vez
algunos de vosotros podáis tener noticias del rey Balduino de Bélgica, admirable sin
duda, y ejemplo digno de realeza, pero que, como es norma de nuestras actuales
constituciones, “reinaba pero no gobernaba”, no lo era, pues, del todo. No dudo de
la sinceridad y rectitud de nuestros antiguos que instituyeron la fiesta de Cristo Rey
y que aún perdura y cierra el calendario litúrgico, pero este calificativo a vosotros,
estoy seguro, os dejará indiferentes. No os extrañe, ni os creáis por ello menos
cristianos, ni que os puedan llamar herejes. Al mismo Jesús, en su etapa histórica,
allá en la Galilea, inmediatamente de haber saciado con creces el hambre del
pueblo y que agradecido quería nombrarlo rey, no le gustó la idea, y huyo haciendo
mutis por el foro. (Jn 6,15).
En el evangelio de la misa de hoy se ve muy claro qué clase de rey es nuestro
Señor. Hecho una piltrafa, (no os enoje la expresión, proféticamente lo había
anunciado el texto de Isaías 52,14. Decía del “Siervo de Yahve”, que era tal su
aspecto, que uno al verlo volvía el rostro, para no mirarlo, pues, tan desfigurado
tenía el semblante, que no parecía hombre, ni su apariencia era humana).
Perdonadme el largo paréntesis, lo he incluido para que os deis cuenta de su porte.
Que visto así e inmovilizado, debilitado por la ausencia de sueño y de alimento,
falto de libertad y de abogado defensor, tenga la osadía de proclamarse REY, es
totalmente heroico y paradójico. Imagino que Pilatos se diría en sus adentros: si le
oyera el reyezuelo Herodes que vaga estos días por aquí, se sentiría ofendido. A
continuación, el gobernador pensaría que algo enigmático se ocultaba en aquel que
le habían traído como reo de alta traición o lesa majestad. Él, la suprema autoridad
romana del lugar, pueblo de leyes, debía indagar antes de continuar el proceso.
Interroga y la respuesta de Jesús le desconcierta y le turba en su interior, no sabe
como continuar. Para colmo, otro evangelista nos notifica que su esposa le ha
enviado un recado que habla de sueños … Ahora bien, como hombre de poder que
es, y a tantos de entonces y de ahora lo mismo les sucede, lo primordial es
mantener el estatus conseguido, el poder del que goza, la imagen de hombre
importante de la que nadie puede dudar. Obrar con justicia es cosa secundaria.
Unos lo hacen por conseguir beneficios económicos y lucrarse de ellos cuando se les
acabe el poder, él lo hace simplemente para afianzar su posición dominante. Un
judío más o menos ¿qué importa? ¿a qué tanta vacilación? El hablar de este sujeto
que le han traído las autoridades judías, para él simples peleles, ahora le suena a
insolencia ¿Quién se ha creído que es este galileo? Pues que empiecen por azotarle
y después lo crucifiquen, a él esto no le quitará el sueño. Expresa esta convicción,
de la que en su interior no estaría tan convencido, con el gesto de lavarse las
manos, signo visual que aquel pueblo y sus jefes, gente ignorante, entendería bien.
Era decisión de un momento, la tortura y el ajusticiamiento era un proceder rápido
y bastante frecuente. Lo que pudiera durar, le importaba un comino, los soldados
conocían bien su oficio, sus obligaciones y derechos, allá ellos. Además, su estancia
en aquella capital, que comparada con la Roma Imperial era pura aldea, iba a durar
pocos días. En su fortaleza-palacio de Cesarea, se vivía más tranquilo. Ya estaba
harto de los ritos pascuales, que se hacían circunstancias estimulantes de molestas
rebeliones y él debía sofocar si ocurrían. ¡Venga, que lo quiten de delante
enseguida y se lo lleven!.
Una pregunta es lógico que nos hagamos, sin poder darle segura respuesta: ¿En
qué lengua se expresaron ambos interlocutores? El Maestro, sin duda, sabía
hebreo, por algo le llamaban y era Rabí, pero Pilatos, no. Un oficial venido de la
Ciudad, simple funcionario público, que en cualquier momento podía ser destinado
a otro rincón del Imperio, no se rebajaría a estudiar hebreo, la lengua clásica de
aquel pueblo que tenía la obligación de mantener férreamente sometido. Del
arameo, la materna de Jesús, tendría seguramente algún conocimiento. En aquella
época se hablaba por muchos territorios. Pero no era la propia del romano que en
aquel momento presidía el juicio. Del latín es mejor no plantearlo. No era lenguaje
único, se hablaría entre la tropa de baja graduación y en diferentes variantes.
Queda el griego, el idioma oficial en el que el jefe del ejército ocupante debía
expresarse. El Señor, seguramente, lo habría aprendido en Séforis. Que lo
conociera, lo insinúan algunos pasajes evangélicos. Pero no era su lengua
vernácula. Al diálogo, pues, le faltaría fluidez y sería una molestia más para el
Divino Reo.
Mis queridos jóvenes lectores, las frases finales de Jesús: “Yo para esto he nacido y
para esto he venido al mundo; para ser testigo de la verdad. Todo el que es de la
verdad, escucha mi voz”, no las debéis olvidar nunca. Deben ser vuestro lema, el
programa de vuestra vida espiritual. Junto al Amor, son las dos asignaturas de las
que nos examinarán en la Revalida final.