Nuestro Señor Jesucristo, Rey del Universo B
(Daniel 7:13-14; Apocalipsis 1:5-8; Juan 18:33-37)
El muchacho tiene quince a￱os. Dice que ya no quiere asistir en la misa. “¿Por
qué, mi hijo?” le pregunta su mamá. “Por qué soy agn￳stico”, le contesta. Quién
sabe de dónde saca esta respuesta – ¿la escuela, la televisión, quizás la clase de
confirmación? Y ¿cómo puede ser agnóstico sin haber estudiado las grandes
cuestiones de la vida? A lo mejor es rebelde. Aunque le hace a su mamá llorar, no
ha perdido la fe.
¡Que todas las rebeldías sean sólo tan grandes como la del muchacho!
Desafortunadamente la gente encuentra insurrecciones mucho más amenazantes:
la rebeldía del cuerpo enfermo con cáncer; la rebeldía de la sociedad en tiempos
revolucionarios como pasa Siria ahora; la rebeldía en la economía que deja a
millones sin empleos. De hecho, cada vida tiene sus propios revueltos. No sería
humana la vida que no enfrenta el desorden.
Y ¿qué va a hacer la mamá del muchacho que no quiere ir a misa? Primero, tiene
que buscar la ayuda. Se la puede pedir al párroco, a la maestra de escuela, y a su
comadre que ha criado media docena de hijos e hijas. Cada uno tiene el punto de
vista único que le dará consuelo. Sin embargo, le hace faltar consultar al Señor
también. C￳mo dice a las multitudes: “Acérquense a mí todos los que están
rendidos y abrumados, que yo les daré respiro”.
Hoy proclamamos a Jesús nuestro rey. Pero no es un rey como muchos. Eso es,
no se preocupa por la imagen que dé sino por el bien de su pueblo. Hay una foto
de los nuevos reyes de Europa unos cuatro años antes de la Primera Guerra
Mundial. Cada uno lleva un saco con adornos de oro y un montón de medallas. Se
consideran como héroes a pesar de que dentro de poco van a conducir sus países
en un infierno tomando quince millones vidas. Jesús no es un rey así.
¿Qué diría Jesús a la mamá con el hijo rebelde? Primero, le respaldaría sus
esfuerzos a criar al niño en la fe. Con tal de que el muchacho viva en la casa
familiar, tiene que participar en las obras caseras que incluyen la misa dominical.
Segundo, Jesús le recomendaría que ella participe en las actividades del muchacho.
Ella podría decirle: “Bien, mi hijo, tienes que ir a misa conmigo y después iremos al
museo para ver la exposici￳n sobre el ‘Big Bang’”. Jesús ense￱a que el amor nos
impulsa a hacer un tal sacrificio.
Se consideran como los menesteres del rey al defender del pueblo de enemigos y a
darle la ley. Jesús cumple las dos tareas. En primer lugar, salvó al pueblo de las
garras del maligno por su muerte en la cruz. En segundo lugar, nos envía al
Espíritu Santo que escribe su ley de amor en nuestros corazones. Pero, como el
rey supremo se incumbe a sí mismo el cuidado de los necesitados; eso es, todos
nosotros cuando nos quitemos de la fantasía que somos auto-suficientes. Por toda
la dificultad que hayan experimentado, los miembros de Alcohólicos Anónimos al
menos saben que solo el hombre está destinado a fracasar. Siempre le hace falta
un “Poder Superior” para ayudarle y una comunidad para apoyarle.
Esto es un tiempo de gracias. En Norteamérica las familias están acabando los
restos del pavo del Día de Acción de Gracias. Más al caso, la Iglesia termina esta
semana el año litúrgico que celebra la victoria de Cristo sobre el pecado y la
muerte. Antes de las actividades de diciembre tenemos un respiro para reflexionar
que grande es Dios. Que grande es Dios.
Padre Carmelo Mele, O.P.