Ciclo B. XXXIV Domingo del Tiempo Ordinario
Solemnidad. Jesucristo, Rey del Universo
Pedro Guillén Goñi, C.M.
En el transcurso del Año Litúrgico, que concluimos en el día de hoy con la
solemnidad de Jesucristo, Rey del Universo, la liturgia de la Palabra, y más
concretamente el evangelio, nos ha presentado el significado, objetivos y
consecuencias de la instauración del reino de Dios en el mundo, eje central de la
predicación del Señor. Las parábolas, de forma profunda y sencilla, nos invitaban a
plasmar en nuestra vida ordinaria la justicia, la paz y, sobre todo el amor, para que
el Reino de Dios se concretara en este mundo como proceso de seguimiento al
Señor que culmina en la eternidad.
En todo reino debe existir un rey. Hoy la Iglesia nos presenta a Jesús, como Rey del
Universo con unas connotaciones y características propias que, aunque insertado en
este mundo y siendo su reinado para nosotros hoy, difiere mucho del estilo “del
reino de los hombres”. Jesús podía haber optado por nacer en palacio lujoso, entre
esplendores y éxitos y terminar su vida con grandes manifestaciones de homenajes
y aplausos. Sin embargo hizo todo lo contrario asumiendo su condición de Hijo de
Dios; nació de modo humilde y desconocido por obra y gracia del Espíritu Santo y
en el seno de María Virgen, joven doncella humilde y sencilla de Nazaret. Vivió
moderada y pobremente, preparándose para lo que Dios le había elegido: anunciar
el Reino a los hombres. Fue incomprendido y rechazado y murió crucificado y
abandonado. Eligió por cetro una caña, por corona unas espinas que le mortificaban
y por trono la propia cruz. Asumiendo la condición humana, pero siendo a la vez el
Hijo de Dios, hoy la Iglesia manifiesta que Jesús es el Señor, que ha resucitado,
que vive entre nosotros y nos llama pera seguir anunciando su Reino de amor y de
paz.
El evangelio de Juan nos describe el momento en que Jesús se encuentra ya en el
inicio de su pasión y es presentado ante Pilatos. Jesús se define como rey pero no
con las características peculiares de este mundo sino con las aplicaciones propias
de un rey que se rige por la verdad, la pobreza y el sufrimiento asumido por amor
como causa de redención y de salvación. Jesús reafirma su autoridad soberana en
el Reino de la Verdad que no se impone por la fuerza, sino por la convicción
personal, el testimonio de vida y el servicio de una vida entregada por amor. Jesús
no tiene súbditos ni siervos sino seguidores convencidos de la causa de la fe y de la
coherencia de sus palabras que lo acompañan para continuar en este mundo el
estilo de reinado que quiere implantar en la tierra.
El Reino de Dios es tarea y misión. Jesús está en medio del mundo y nos invita a
testimoniar los valores de su Reino para hacer presencia de su amor en el ambiente
donde vivimos y anticipar su morada definitiva en nuestras propias realidades
diarias. Si somos capaces de vivir en justicia, paz y amor el Reino de Dios ha
llegado a nosotros.
Fuente: Somos.vicencianos.org (con permiso)