XXXIV Semana del Tiempo Ordinario (Año Par)
Padre Julio Gonzalez Carretti O.C.D
MIERCOLES
Lecturas bíblicas
a.- Ap. 15, 1-4: Cantaban el cántico de Moisés y el cántico del Cordero.
b.- Lc. 21,10-19: Todos os odiarán por causa de mi nombre.
El evangelio continúa el discurso escatológico de Cristo, donde nos habla de la
persecución que sufrirán los creyentes, como señal de la manifestación definitiva
del Reino de Dios, antes del fin ya anunciado. Los primeros en sufrir esta
persecución serán los apóstoles, la primitiva comunidad, y luego, todos los
cristianos, de todos los tiempos, que conocerán la cárcel y los tribunales. Jesús, sin
embargo, les propone no preparar su defensa porque será EL mismo, por medio de
su Espíritu, quien les proporcionará una elocuencia y sabiduría, que sus enemigos
no podrán combatir (vv. 12-15; cfr. Lc. 12,12). Es la obra del Espíritu Santo, que
da testimonio de Jesucristo, ante los adversarios de los cristianos. La fe en la
persona de Jesús y los valores del Reino, dividirán a las familias entre creyentes y
no creyentes, de donde brotarán la traición, la persecución, la cárcel, los tribunales
y la muerte (vv. 16-17). Nada les sucederá de malo, si el Padre no lo dispone, todo
será para su bien, ya que ni siquiera “un cabello de su cabeza perecerá” (v. 18).
Lucas, escribe esto como cumplimiento de la palabra de Jesús, porque cuando
escribe su obra, la primitiva comunidad, ya conocía las persecuciones. Pero a pesar
de todo, Jesús, alienta a los suyos a la perseverancia en la fe con lo que salvarán
sus almas, no dejándose intimidar por nadie (v.19; cfr. Mt. 10,28). Sufrir
persecución por Cristo y el evangelio, es claro signo de una experiencia espiritual y
apostólica fecunda, en gozos, frutos y dolores por el Reino de Dios. Asumido el
odio y la persecución del mundo contra Cristo y sus discípulos (cfr. Jn.15, 18ss) no
nos queda otra cosa, que seguir al Maestro con alegría, participar de su mismo
destino, la pasión, en la escucha de su Palabra, y en sintonía con su Espíritu
Santo. La fuerza del discípulo para tener valor, la encontrará en el testimonio de
Jesucristo, que ha vencido al mundo (cfr. Jn. 16, 13). Será la perseverancia y la
paciencia, el optimismo y la fortaleza, las que hagan del corazón del creyente, un
testigo de la presencia del Reino de Dios en nuestra sociedad. Así como de la
muerte de Cristo, germina la Resurrección, lo mismo, de la persecución, nace la
esperanza que todo lo transforma para bien de la Iglesia y los cristianos. El
progreso de la vida espiritual, pasa necesariamente por el camino del testimonio y
el padecer por Cristo. Fuente de conocimiento evangélico y de crecimiento en la
vida teologal, la persecución nutre la oración, como arma para resistir la increencia
que nos rodea, mantener la fe en medio de la batalla. Pero se puede ver también,
como oportunidad para evangelizar, y dar razón de nuestra fe, ante quienes nos
juzgan con sus criterios mundanos, muy lejos de la fe. La Iglesia perseguida, es
todavía hoy una realidad, como en los comienzos, que se nutrió del testimonio de
los mártires. El gozo del discípulo está en la esperanza teologal, que entra en el
caudal del esperar humano en lo social, dinamismo de transformación social. Todo
el evangelio, es transformación del hombre y la sociedad, y no sólo un cambio para
hoy.
Santa Teresa de Jesús, encontró en la cruz el significado de ser espirituales,
orantes y, contemplativo en la Iglesia de Dios. “Mirad que importa esto mucho más
que yo os sabré encarecer: poned los ojos en el crucificado y haráseos todo poco; si
Su Majestad nos mostró el amor con tan espantables obras y tormentos, ¿cómo
queréis contentarle con sólo palabras? ¿Sabéis qué es ser espirituales de veras?:
hacerse esclavos de Dios, a quien, señalados con su hierro que es el de la cruz,
porque ya ellos le han dado su libertad, los pueda vender por esclavos de todo el
mundo, como El lo fue, que no les hace ningún agravio ni pequeña merced; y si a
esto no se determinan, no haya miedo que aprovechen mucho, porque todo este
edificio, como he dicho, es su cimiento de humildad, y si no hay ésta muy de veras,
aun por vuestro bien no querrá el Señor subirle muy alto, porque no dé todo en el
suelo. Así que, hermanas, para que lleve buenos cimientos, procurad ser la menor
de todas y esclava suya, mirando cómo o por dónde las podéis hacer placer y
servir; pues lo que hicisteis en este caso, hacéis más por vos que por ellas,
poniendo piedras tan firmes que no se os caiga el castillo.” (7M 4,8).