XXXIV Semana del Tiempo Ordinario (Año Par)
Padre Julio Gonzalez Carretti O.C.D
SABADO
Lecturas Bíblicas
a.- Ap. 22, 1-7: Ya no habrá más noche, porque el Señor irradiará luz sobre
ellos.
b.-Lc. 21, 34-36: Estad siempre despiertos, para escapar de todo lo que
está por venir.
Sabemos que el Hijo del Hombre ha de venir, pero no sabemos cuando. No
podemos hacer como el criado infiel, que porque sabe que su amo tarda, se da
licencia para todo. No hay que olvidar, que esa venida es día de Juicio (cfr. Lc. 17,
31), en él se decide el destino de nuestra salvación o de condena. Ese día hay que
prepararlo, no improvisarlo. El corazón y la voluntad, deben estar libres, para tomar
las mejores decisiones, respecto de nuestra vida moral y religiosa, respecto a la
venida del Señor. No puede estar embotado el corazón, porque no sólo no sabrá
decidir lo mejor, sino que no puede pensar en ese día, porque sólo vive para los
placeres de la vida terrena. Hay que dejar las tinieblas, y caminar en la luz, para
vivir con decencia, nada de orgías, borracheras, ni fornicación ni lujuria (cfr. Rm.
13, 2ss). El Juicio es para todos, y ahí que estar preparados (cfr. Jn. 25, 29). El
Señor vendrá a pedir cuentas a fieles e infieles, los que trabajan los talentos y los
multiplican, como aquellos que los guardan o los ignoran (cfr. Lc. 19, 12-17). Hay
que velar, porque no sabemos ni el día ni la hora (cfr. Mt. 24, 42). El buen discípulo
no puede adormecerse, su vida es una vigilancia continua, una espera para
recibirlo. Velar y esperar, es una de las características del mensaje de Jesús de
Nazaret. Muy unida a la vigilancia, va la oración del cristiano. El que ora, ya está en
vela ante Dios y el que está en vela por Dios, teologal y místicamente ora: “Orad en
toda ocasión en el Espíritu y velad continuamente con toda constancia” (Ef. 6, 8).
La oración es un buen ejercicio de espera, y de juicio, porque tenemos que
presentarnos ante Jesucristo, con toda nuestra verdad, para ser juzgados en su
Verdad. La participación en el banquete de la Eucaristía, es otra forma de vigilia, de
oración y alimentarse del Pan de vida eterna, bajado del cielo (cfr. Lc. 22, 15). Si
Jesús anuncia su venida, es porque el Padre, le ha confiado todo poder, su mensaje
es válido, garantiza sus promesas y amenazas. Va de camino a Jerusalén, de ahí al
Templo, a presentarse ante el Sanedrín, camina hacia su pasión y muerte, lo que lo
conduce a la gloria de la Resurrección y Ascensión a la derecha del Padre. El Hijo
del Hombre, tiene la última palabra de Vida, no sus enemigos.
Santa Teresa de Jesús se alegrara con los que siempre hicieron de su vida, un
continuo contentar a Dios, lo que se realizó, no sin grandes sacrificios y esfuerzos
personales. Puro don de Dios, y responsabilidad de lo recibido. “Bienaventurados
los que en aquel temeroso día del juicio se alegraren con Vos” (Exclamaciones
3,2).