“VI QUE VENÍA SOBRE LAS NUBES DEL CIELO COMO UN HIJO DE
HOMBRE”…. “Y LE FUE DADO EL DOMINIO, LA GLORIA Y EL REINO”……..
¡REINA EL SEÑOR, REVESTIDO DE MAJESTAD!...... JESUCRISTO ES EL
“TESTIGO FIEL, EL PRIMERO QUE RESUCITÓ DE ENTRE LOS MUERTOS, EL
REY DE LOS REYES DE LA TIERRA”. ÉL NOS AMA Y NOS LIBERÓ DE
NUESTROS PECADOS….. “MI REALEZA NO ES DE ESTE MUNDO”…. YO SOY
REY. PARA ESTO HE NACIDO Y HE VENIDO AL MUNDO: PARA DAR
TESTIMONIO DE LA VERDAD”
Reflexión desde las Lecturas del Domingo XXXIV Ciclo B
Jesucristo, Rey del Universo
Autor: Pedro Sergio Antonio Donoso Brant ocds
1. EL SEÑOR REINA
Es aleccionador que todo el año litúrgico confluya en esta fiesta: al final Cristo lo será
todo en todos. Cristo, a quien hemos contemplado humillado, despreciado, sufriente,
lo vemos ahora vencedor; el sufrimiento fue pasajero, pero el triunfo y la gloria son
definitivos: “Su dominio es un dominio eterno que no pasará, y su reino no será
destruido”. El mal, la muerte, el pecado han sido destruido por Él de una vez por
todas y ya permanece para toda la eternidad no sólo glorificado, sino Dueño y Señor
de todo. Nada escapa a su dominio absoluto de Rey del Universo. Y aunque el
presente parezca tener fuerza aún el mal, es sólo en la medida en que Él lo permite,
pues está bajo su control. “ᄀReina el Señor, revestido de majestad!.....su trono
está firme desde siempre” . Esta fe inconmovible en el señorío de Cristo es
condición necesaria para una vida auténticamente cristiana.
Pero Cristo tiene una manera de reinar muy peculiar. No humilla, no pisotea. Al
contrario, al que acoge su reinado le convierte en rey, le hace partícipe de su
reinado, hizo de nosotros un Reino” . El que deja que Cristo reina en su vida es él
mismo enaltecido, constituido señor sobre el mal y el pecado, sobre la muerte. El
que acoge con fe a Cristo Rey no es dominado ni vencido por nada ni por nadie;
aunque le quiten la vida del cuerpo, será siempre un vencedor (Ap 2,7).
El reino de Cristo no es de este mundo, sigue otra lógica. A ningún rey de este
mundo se le ocurriría dejarse matar para reinar o para vencer. Pero Cristo reina en la
cruz y precisamente en cuanto crucificado. Todo su influjo como Señor de la historia
y Rey del Universo viene de la cruz. Es su sangre vertida por amor la que ha vencido
el mal en todas sus manifestaciones.
2. PRIMER LECTURA DANIEL
En la literatura apocalíptica la imagen del Mesías, mediador de salvación se
desprende de las realidades históricas (rey, sacerdote, profeta) y se proclama de
origen celestial. En su apariencia humana es una revelación del poder salvador del
Señor. Por el “hijo del hombre” se anuncia el Reino de Dios, que llena el espacio
del tiempo y de la historia y los rebasa. Esa visión del final ilumina el presente de los
humildes que esperan.
Lectura de la profecía de Daniel 7,13-14
Yo estaba mirando, en las visiones nocturnas, y vi que venía sobre las nubes
del cielo como un Hijo de hombre; El avanzó hacia el Anciano y lo hicieron
acercar hasta El. Y le fue dado el dominio, la gloria y el reino, y lo sirvieron
todos los pueblos, naciones y lenguas. Su dominio es un dominio eterno que
no pasará, y su reino no será destruido.
Palabra de Dios.
3. EL PROFETA DANIEL RECIBE MENSAJES DE DIOS POR INTERMEDIO
DE SUS ÁNGELES
La Lectura de hoy, solo es una parte del capitulo 7, para para comprender y
reflexionar mejor hay que ampliar la lectura a otros versículos. Con el capítulo 7, se
abre la segunda parte del libro de Daniel, de carácter visionario. El profeta ahora se
presenta como profeta que recibe mensajes de Dios por intermedio de sus ángeles.
Al profeta Daniel, se le ha revelado el misterio de la historia. Ve la sucesión de
diferentes reinos, representados simbólicamente por cuatro fieras espantosas, pero
su prepotencia está destinada a desaparecer. Mientras los acontecimientos se
suceden en el tiempo, en la dimensión contemporánea al mismo de la eternidad, la
historia es juzgada por Dios sobre la base de las acciones de los hombres; “ Estuve
mirando hasta que fueron puestos tronos, y se sentó un anciano de muchos días,
cuyas vestiduras eran blancas como la nieve, y los cabellos de su cabeza como lana
blanca. Su trono llameaba como llamas de fuego, y las ruedas eran fuego ardiente”
(Dan. 9ss).
Las potencias de este mundo han sido condenadas y algunas ya sufren la pena; “ Yo
seguía mirando a la bestia a causa de las grandes arrogancias que hablaba su
cuerno, y la estuve mirando hasta que la mataron, y su cuerpo fue destrozado y
arrojado al fuego para que se quemase” (Dan 7,11) , otras, en cambio, la ven
diferida; “A las otras bestias se les había quitado el dominio, pero les había sido
prolongada la vida por cierto tiempo”. (Dan 7,12) Y entonces que aparece en la
trascendencia divina: “venía sobre las nubes del cielo como un Hijo de
hombre” , a quien Dios le da un poder eterno y un reino invencible, que abarcará a
todos los pueblos. Eso significa que su persona y su señorío son celestiales y
terrenos, divinos y humanos al mismo tiempo. Contra su reino, que coincide con el
Reino de los santos del Altísimo; “ Esas grandes bestias, las cuatro, son cuatro reyes
que se alzarán en la tierra. Después recibirán el reino los santos del Altísimo y lo
retendrán por siglos, por los siglos de los siglos” (Dan 17,18), se levantará aún la
violencia de los poderosos de este mundo y parecerá victoriosa ; “Los diez cuernos
son diez reyes que en aquel reino se alzarán, y tras ellos se alzará otro que diferirá
de los primeros y derribará a tres de estos reyes”. (Dan 7,24)
Ahora bien, cuando el juicio de Dios se haga definitivo, el Reino del “ Hijo del
hombre”, o bien de los santos del Altísimo, triunfará para siempre; se sentará el
tribunal y le arrebatarán el dominio, hasta destruirle y arruinarle del todo, dándole el
reino, el dominio y la majestad de todos los reinos de debajo del cielo al pueblo de
los santos del Altísimo, cuyo reino será eterno, y le servirán y obedecerán todos los
se￱oríos.” (Dan 7,26-27). Para expresar de manera eficaz esta realidad, Pablo
adoptará la imagen del cuerpo místico, cuya cabeza es Cristo y los fieles sus
miembros.
El Reino de Cristo es, por consiguiente, también nuestro; nosotros también estamos
llamados a participar en su realeza venciendo al pecado que nos asedia.
Sumergidos como estamos en la historia, se nos pide que juzguemos los
acontecimientos con el sentido de la fe y que vivamos en conformidad con la ley
fundamental del amor, para que todo hombre pueda entrar por fin en el Reino de
Dios.
4. COMO UN HIJO DEL HOMBRE
En las nubes del cielo, en contraposición al mar Grande, de donde venían las
bestias, contempla el profeta a “un como hijo de hombre”, es decir, algo parecido
a un hombre. Como las bestias eran semejantes a un león, a un leopardo, así ahora
lo que ve en lo alto es semejante a un hombre, que se acerca al anciano de días, “el
Juez eterno”; “Yo estaba mirando, en las visiones nocturnas, y vi que venía
sobre las nubes del cielo como un Hijo de hombre; El avanzó hacia el Anciano
y lo hicieron acercar hasta El” . La expresión “hijo de hombre” significa en la
Biblia, como hemos visto en el libro de Ezequiel, simplemente uno que pertenece a
la especie humana. Todo aquí tiene un valor simbólico, pues los cuatro reinos son
simbolizados en cuatro bestias que vienen del mar, mientras que el nuevo reino que
los suplanta definitivamente es muy superior a aquéllos, y por eso es figurado no en
una bestia, sino en un hombre, y no viene de abajo, sino de lo alto, es decir, viene de
Dios.
Y aquí un reino que viene de lo alto, de Dios, recibe el señorío, la gloria y el
imperio: “Y le fue dado el dominio, la gloria y el reino, y lo sirvieron todos los
pueblos, naciones y lenguas. Su dominio es un dominio eterno que no pasará,
y su reino no será destruido”. Algunos autores han querido ver en esta
procedencia, en las nubes del cielo, una alusión a un personaje de origen divino, un
personaje cumbre que la sintetice, el Mesías. De hecho sabemos que Cristo se
apropió el título de Hijo del hombre en su predicación y aludió a su aparición
solemne en las nubes del cielo . “Porque el Hijo del hombre ha de venir en la gloria
de su Padre, con sus ángeles, y entonces pagará a cada uno según su conducta”
(Mt 1,27). El sentido mesiánico, pues, del fragmento es claro.
En el contexto de la profecía de Daniel se trata del anuncio de un futuro señorío e
imperio, reconocido por todos los pueblos y naciones, y ese dominio será eterno. “ Su
dominio es un dominio eterno que no pasará, y su reino no será destruido” Así
lo declara uno de los asistentes al trono al propio Daniel, cuando dice que después
de los cuatro reinos surgirá el reino de los santos del Altísimo, que lo retendrá por los
siglos de los siglos ; “ Después recibirán el reino los santos del Altísimo y lo retendrán
por siglos, por los siglos de los siglos” (Dan 18). Esos santos del Altísimo no son
otros que los judíos fieles, que serán los ciudadanos del reino mesiánico.
5. SALMO 92,1-2. 5
Como un eco de este anuncio, el salmo canta la realeza del Señor cuyo adorno es la
santidad. Participamos de esta oración, aclamando: R. ¡Reina el Señor, revestido de
majestad!
R. ¡Reina el Señor, revestido de majestad!
¡Reina el Señor, revestido de majestad! El Señor se ha revestido, se ha ceñido
el poder. R.
El mundo está firmemente establecido: ¡no se moverá jamás! Tu trono está
firme desde siempre, tú existes desde la eternidad. R.
Tus testimonios, Señor, son dignos de fe, la santidad embellece tu Casa a lo
largo de los tiempos. R.
6. EL SEÑOR, REY DE LA CREACIÓN.
Es éste un himno grandioso en el que se canta la magnificencia de Dios como
Soberano del universo. “ᄀReina el Se￱or, revestido de majestad! El Se￱or se ha
revestido, se ha ce￱ido el poder”. A pesar de ser sumamente breve, impresiona su
lenguaje, lleno de la más altísima teología natural. Los salmistas han sabido captar el
mensaje divino de la creación, que es un reflejo de la grandeza del Señor.
Por esta soberanía superior deben ser acatados sus testimonios y mandamientos.
Pero, además, el Señor tiene su morada en Israel, y ésta es fuente de santidad para
los que a ella se acercan.
En la obra de la creación se manifestó el poder del Señor, al poner orden en el caos
primitivo y al sujetar las fuerzas indómitas de los mares. Una de las maravillas de la
obra divina es haber cimentado el orbe en una masa acuosa movible sin que el orbe
se conmueva. “El mundo está firmemente establecido: ᄀno se moverá
jamás!”. Según las ideas cosmológicas hebraicas, la tierra descansaba en unos
pilares sobre el abismo de aguas saladas. La obra de Dios es, pues, un prodigio de
equilibrio, digno de su sabiduría y omnipotencia. “ La tierra era caos y confusión y
oscuridad por encima del abismo, y un viento de Dios aleteaba por encima de las
aguas” (Gen 1,2). Como Soberano del universo, tiene el Señor su trono firme
descansando en la b￳veda celeste, sobre las cimas de las monta￱as; “ El Señor en
su Templo santo, el Señor, su trono está en los cielos; ven sus ojos el mundo, sus
párpados exploran a los hijos de Adán” (Sal 11,4). Y esta permanencia del trono
divino es desde la eternidad: antes que se organizara el cosmos. Asentado en su
trono celeste, El Señor domina las fuerzas del mar: (Job 38, 8-11) cuyos oleajes y
ríos no llegan hasta EL ruido ensordecedor de sus olas, lejos de empañar su
magnificencia, es un himno a su poder superior.
“Tus testimonios, Se￱or, son dignos de fe, la santidad embellece tu Casa a lo
largo de los tiempos” .El poeta nos habla en este versos de las vinculaciones del
Señor con su pueblo a través de su santuario de Jerusalén. Sus leyes son, en
realidad, testimonios verídicos de su voluntad; sus promesas son, por ello,
indefectibles; y su presencia en la casa de santidad — el templo jerosolimitano — es
una prenda de fidelidad a sus promesas de protección a su pueblo y a los que sigan
sus mandatos, y esto, no momentáneamente, sino por el transcurso de los días,
presentes y futuros: “a lo largo de los tiempos”
7. SEGUNDA LECTURA
Resucitado por haber testimoniado hasta la muerte, el designio de su Padre, Cristo
ha venido a ser «príncipe de los reyes de la tierra», recibiendo todo el poder para
guiar la historia de los hombres. Pero a esta realeza asociará el Resucitado a
cuantos él ha liberado del pecado y que profesan su señorío sobre el mundo
aceptando las conversiones necesarias para ello. Cristo está allá en la plenitud de la
vida y nos estimula y nos espera. Él es el punto Omega, al que converge toda la
creación, y en el que esta pobre historia humana encontrará un final digno y glorioso.
Lectura del libro del Apocalipsis 1, 5-8.
Jesucristo es el “Testigo fiel, el Primero que resucit￳ de entre los muertos, el
Rey de los reyes de la tierra”. Él nos ama y nos liberó de nuestros pecados,
por medio de su sangre, e hizo de nosotros un Reino sacerdotal para Dios, su
Padre. ¡A Él sea la gloria y el poder por los siglos de los siglos! Amén. El viene
sobre las nubes y todos lo verán, aun aquéllos que lo habían traspasado. Por
Él se golpearán el pecho todas las razas de la tierra. Sí, así será. Amén. Yo soy
el Alfa y la Omega, dice el Señor Dios, el que es, el que era y el que viene, el
Todopoderoso.
Palabra de Dios
8. “EL NOS AMA Y NOS LIBERÓ DE NUESTROS PECADOS, POR MEDIO
DE SU SANGRE”,
En estos versículos, tomados del prólogo del Apocalipsis, se presenta esencialmente
la realeza de Jesucristo como la realeza del Hijo del hombre: “El viene sobre las
nubes y todos lo verán”. Aludiendo a la profecía de Daniel, el vidente puede
afirmar, por tanto, que Jesús es el revelador del Padre digno de fe, es en otras
palabras, “testigo fidedigno”, puesto que procede de Dios mismo. En cuanto
Resucitado, es el modelo de una nueva estirpe destinada a la vida eterna. Por
último, es “soberano de los reyes de la tierra”, “el Alfa y la Omega, dice el Se￱or
Dios”, porque ha venido a traer a la tierra el Reino de Dios al que todos estarán
sometidos al final.
“El Hijo del hombre”, Jesús, es el crucificado , “traspasado” por la incredulidad y
por la violencia de muchos. Y precisamente de este modo ha manifestado su amor
por nosotros y nos ha liberado de los pecados: “Él nos ama y nos liber￳ de
nuestros pecados, por medio de su sangre”, dándonos la posibilidad de que se
cumpla la antigua promesa: “Si me obedecéis y guardáis mi alianza, vosotros seréis
el pueblo de mi propiedad entre todos los pueblos, porque toda la tierra es mía;
seréis para mí un reino de sacerdotes, una naci￳n santa” (Ex 19,6).
Cuando llegue la hora siempre inminente de su venida gloriosa, hasta los que le han
rechazado deberán reconocerle y comprender el mal que han cometido. Ahora bien,
los que desde ahora acogen el señorío de Cristo en su vida participan de su función
real y sacerdotal. De este modo entran en comunión con Dios, principio y fin de todo
lo que existe, origen eterno del tiempo, que, sin embargo, viene a la historia para
asumir la fatiga de todas las criaturas y llevarlas con el poder del amor a la libertad y
a la salvación: “Sí, así será. Amén. Yo soy el Alfa y la Omega, dice el Se￱or
Dios, el que es, el que era y el que viene, el Todopoderoso”.
9. EVANGELIO
El Reino de Dios, proclamado por el Maestro, no está regido por las leyes de nuestro
pobre mundo empecatado: «la ambición humana, la codicia de los ojos y la
arrogancia del dinero» (cf. 1 Jn 2,16). Por eso, la Iglesia no deberá jamás aliarse ni
identificarse con ningún poder de este mundo, ni mucho menos ofrecerse como
alternativa ideal del poder civil. Actualmente, la realeza de Cristo se expresa en el
testimonio de los cristianos dispersos entre los demás hombres. Es necesario que el
cristiano aparezca apasionado por la verdad del hombre. En su lucha por la dignidad
del hombre descubrirá que ha recibido esa pasión de Cristo, al mismo tiempo que
éste le hará apasionado del verdadero Dios.
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Juan 18, 33-37
Pilato llam￳ a Jesús y le pregunt￳: “a, Eres Tú el rey de los judíos?”. Jesús le
respondi￳: “Dices esto por ti mismo u otros te lo han dicho de mí?”. Pilato
replic￳: “﾿Acaso yo soy judío? Tus compatriotas y los sumos sacerdotes te
han puesto en mis manos. ﾿Qué es lo que has hecho?”. Jesús respondi￳: “Mi
realeza no es de este mundo. Si mi realeza fuera de este mundo, los que están
a mi servicio habrían combatido para que Yo no fuera entregado a los judíos.
Pero mi realeza no es de aquí”. Pilato le dijo: “Entonces Tú eres rey?”. Jesús
respondi￳: “Tú lo dices: Yo soy rey. Para esto he nacido y he venido al mundo:
para dar testimonio de la verdad. El que es de la verdad, escucha mi voz”.
Palabra del Señor.
10. PILATO LLAMÓ A JESÚS Y LE PREGUNTÓ: “A, ERES TÚ EL REY DE
LOS JUDÍOS?”.
El relato este fragmento del Evangelio, no cuenta un proceso que es presentado a
Pilato sólo bajo el aspecto político de un competidor del Cesar, al hacerse el Rey
Mesías.
Los tribunales romanos se abrían muy de ma￱ana: “prima luce”. Podría suponerse el
comienzo de este proceso sobre las seis o siete de la mañana. Mateo introduce sin
más el proceso, yendo, como es su estilo, a la sustancia de los hechos,
preguntándosele si es el “Rey de los judíos.” Esto supone el conocimiento que de
esta acusación tenía Pilato, ya que el acusado tenía que haber sido presentado al
procurador con una notificación oral o escrita de su acusación.
Este relato también esta en los evangelios de Marcos, Mateo y Lucas. En Mateo
pone la respuesta afirmativa de Jesús: “Tú lo dices.” La fórmula no era ordinaria,
pero su uso revestía solemnidad. Juan destacará bien el sentido teológico de esta
interrogación de Pilato y la precisión de la respuesta de Jesús: “a, Eres Tú el rey de
los judíos?, Jesús le respondi￳: “Dices esto por ti mismo u otros te lo han dicho de
mí?”
11. PERO HUBO OTRAS “ACUSACIONES” DE LOS PRÍNCIPES DE LOS
SACERDOTES Y ANCIANOS.
En Lucas, estas acusaciones eran todas convergentes en llevar la acusación al
terreno político de su realeza, lo que era una competición contra Roma. Jesús no se
presentaba como un “zelote” exigiendo la libertad política, sino como el mismo Rey
Mesías profetizado.
Pilato comienza este interrogatorio de Cristo preguntándole, sin que los sanedritas le
hayan acusado de nada en concreto, lo mismo que en Mateo (27:11) y Marcos
(15:2), sobre si él es “el rey de los judíos.” Es ello una prueba que supone el
informe y acusación previa, al menos prenotificada en privado.
Lucas pone, en cambio, al principio del proceso, la acusación terminante que le
hacen. Le presentan, malintencionadamente y desnaturalizando los hechos, una
versi￳n política de su mesianismo: a) “pervierte a nuestro pueblo”; b) “prohíbe pagar
tributo al César”; c) “dice ser El Mesías-Rey” (Lc 23:1-2). Las dos primeras eran,
ciertamente falsas, y la tercera estaba desnaturalizada, al dar de ella, en el contexto
de lo anterior, una versión política. Marcos lo presenta así: los dirigentes “le
acusaban de muchas cosas” (Mc 15:3) insistiendo en esto.
12. EL DIÁLOGO DE JESÚS CON PILATO, COMO ESTE INTERROGATORIO,
ES ALGO MISTERIOSO E INSÓLITO
En todo caso, tanto el diálogo de Jesús con Pilato, como este interrogatorio, es algo
misterioso e insólito. Jesús es interrogado si es o no es el Mesías. Y Jesús es el
Mesías del Señor, su Ungido, su Consagrado, es el Siervo, enviado al mundo
precisamente para esto, para realizar en Sí en su persona y en su vida, todas las
palabras dichas por los profetas por la ley y por los salmos de Él. Palabras de
persecución, de sufrimiento, de llanto, heridas y sangre, palabras de muerte por
Jesús, por el Ungido del Señor, que es nuestro respiro, aquél a la sombra del cual
viviremos entre las naciones, como dice el Profeta Jeremías (Lam 4, 20). Palabras
que hablan de asechanzas, de insurrecciones, conjuras, (Sal 2,2).
Observamos a Nuestro Señor Jesucristo, herido, como varón de dolores; tan
irreconocible, si no es sólo por parte de aquel amor, que como Él, bien conoce el
padecer. “¡Sepa pues con certeza toda la casa de Israel que Dios ha constituido
Se￱or y Cristo a Jesús a quien vosotros habéis crucificado!” (Hech 2, 36). Sí, es un
rey atado, el mío, un rey entregado, arrojado fuera, despreciado; es un rey ungido
para la batalla, pero ungido para perder, para ser sacrificado, para ser crucificado,
inmolado como un cordero. Este es el Mesías: el rey que tiene como trono la cruz,
como púrpura su sangre derramada, como palacio el corazón de los hombres,
pobres como Él, pero hechos ricos y consolados por una continua resurrección.
Estos son nuestros tiempos, los tiempos de la consolación por parte del Señor, en
los cuales él envía incesantemente al Señor Jesús, al que nos ha destinado como
Mesías. (ocarm)
13. “MI REALEZA NO ES DE ESTE MUNDO.
“Mi realeza no es de este mundo. Si mi realeza fuera de este mundo, los que
están a mi servicio habrían combatido para que Yo no fuera entregado a los
judíos. Pero mi realeza no es de aquí”
Debe de ser después de estas acusaciones que dicen los sinópticos cuando,
maravillado Pilato de que aquel reo es distinto de todos, “entr￳ de nuevo en el
pretorio” y, mandando venir a Cristo, le hace un interrogatorio privado, lo que no
excluye la presencia de otras personas — asesores, etc. — sobre su realeza.
La pregunta fue sobre si era en verdad El “el rey de los judíos.” Pero Cristo tenía
que precisarle bien el sentido de aquella expresión, que podía ser gravemente
equívoca.
Si lo decía Pilato por su cuenta, Él no era rey en ese sentido; no era un rey político,
no era un competidor del César; El no venía a aprovecharse de Palestina para
dársela a los judíos quitándosela al César.
Si se lo habían dicho los dirigentes judíos, en parte era verdad: Él era el Mesías,
pero no el Mesías político que ellos esperaban, el rey político que ellos allí le
presentaban.
La pregunta de Cristo incomodó a Pilato, que corta por lo sano, preguntándole que
responda “qué ha hecho.”
Pilato puede estar tranquilo. Porque el reino de Cristo no es de este mundo. La
prueba la tiene él: no tiene soldados, está prisionero, sin que nadie le defienda ni
luche por Él.
14. “﾿LUEGO TÚ ERES REY?”
Hasta aquí la respuesta de Cristo había sido negativa. Y no podía ser ajeno a la
informaci￳n de Pilato la entrada “mesiánica” de Cristo el día de Ramos, sus disputas
y enseñanzas con los fariseos en los últimos días jerosolimitanos y su confesión en
la noche anterior ante el Sanedrín. De ahí la pregunta que le hace con ironía y medio
piedad y desprecio. A este momento deben de corresponder las frases de los
sinópticos sobre su realeza (Mt 27:11); Cristo lo afirma: “Tú lo dices.” Esta frase es
de muy raro uso y supone una cierta solemnidad.
Cristo expresa cómo su reinado es espiritual, por someter los seres humanos a la
verdad. Esta es la finalidad de su venida a este mundo. Los autores subrayan,
salvando el contenido histórico interpretativo, cómo el estilo de estas palabras está
fuertemente sumido en términos Joánicos (Jn 3:11.32; 8:14ss; 1:7.8; Ap 1:5).
15. YO SOY REY. PARA ESTO HE NACIDO Y HE VENIDO AL MUNDO: PARA
DAR TESTIMONIO DE LA VERDAD.
“El que es de la verdad, escucha mi voz”. Al llegar a este punto y oír hablar de
la “verdad”, Pilato pregunta qué cosa sea la “verdad.” Acaso piensa en los filósofos
ambulantes que en Roma andaban exponiendo sus sistemas y sus sabidurías. El
gesto de Pilato refleja una perfecta situación histórica. ¿La verdad? ¿Quién la iba a
discernir entre tantos sistemas? Se acusa bien en él el escepticismo especulativo de
un romano y de un político, a quien sólo le interesaba lo práctico. Y, acaso
encogiéndose de hombros, pensó que Cristo fuese uno de estos iluminados
orientales y no dio más importancia a aquel asunto. Y terminó así el
interrogatorio. “Sali￳” de la parte interior del pretorio al exterior del mismo, para decir
a los dirigentes judíos que no encontraba ningún crimen en este hombre para
condenarle a muerte. Fue para él un soñador, un filósofo o un oriental iluminado. En
todo caso, no había lugar a más proceso.
Se cotejan aquí conceptos muy diferentes de realeza: Pilato tenía el concepto
político-militar que se podía hacer un romano, pero aparece también el teocrático y a
la vez político de los judíos; sin embargo, la realeza de Jesús pertenece a otra
esfera: “no es de este mundo”; más aún, puede dejarse aplastar por éste y
resultar, de todos modos, vencedora. Jesús es verdaderamente rey, pero no de aquí
abajo. Ha venido a este mundo a traer su Reino sobrenatural sin imponer su
absoluta superioridad, asumiendo nuestra condici￳n: “ Para esto he nacido y he
venido al mundo: para dar testimonio de la verdad. El que es de la verdad,
escucha mi voz”, para iluminarla con la luz de la verdad y hacer al hombre capaz
de elegir el Reino de Dios.
La venida de Cristo obra, por consiguiente, una discriminación entre los que acogen
su testimonio y los que lo rechazan. Es un testimonio verdadero sobre Dios -cuyo
rostro revela Jesús en sí mismo- y, al mismo tiempo, sobre el hombre, tal como es
según el designio del Padre, “¡Ecce homo!” (Jn 19,5): acogerlo significa entrar ya
desde ahora en su Reino. En cambio, el que lo rechaza se somete al príncipe de
este mundo (12,31): no es posible mantenerse en un escepticismo neutral, como
intenta hacer Pilato (18,38). Quien reconoce a Jesús como rey no se preocupa de
triunfar en este mundo, sino más bien de escuchar la voz de su Señor y de seguirle
para extender aquí abajo su Reino de verdad y de amor.
16. CRISTO ES UN REY CRUCIFICADO
Estamos invitados a vigorizar en nosotros el deseo de que Cristo reine
verdaderamente en nuestra vida. Para que esto ocurra, es necesario revivir siempre
en nosotros una adhesión plena a él, que nos amó primero y libró por nosotros la
gran batalla hasta dejarse herir de muerte para destruir en su cuerpo clavado en la
cruz nuestro pecado. Cristo venció así. Su triunfo es el triunfo del amor sobre el odio,
sobre el mal, sobre la ingratitud. Su victoria es, en apariencia, una derrota: el modo
de vencer del amor es, en efecto, dejarse vencer.
Cristo es un rey crucificado; sin embargo, su poder está precisamente en la entrega
de sí mismo hasta el extremo: es un rey coronado de espinas, colgado en la cruz, y
sigue como tal para siempre, incluso ahora que está en la presencia del Padre, a
donde ha vuelto después de la resurrección. Se trata de una realeza difícil de
comprender desde el punto de vista humano, a no ser que emprendamos el camino
del amor humilde, de la vida que se hace servicio y entrega. Si emprendemos ese
camino, el mismo Espíritu nos hará capaces de configurarnos con el humilde rey de
la gloria, de quien todo cristiano está llamado a ser discípulo enamorado. Esto traerá
consigo, necesariamente, una sombra de muerte, de muerte a todo un mundo de
egoísmos, de pasiones, de vanos deseos y de arrogancias indebidas: una muerte
que, sin embargo, se traduce en libertad para nosotros mismos y en crecimiento para
los otros, en vida verdadera y en plenitud de alegría.
Nuestro camino en la historia prosigue con sus cansancios, pero nuestro corazón
puede saborear de manera anticipada la dulzura de este Reino de luz infinita en el
que sólo se entra por la puerta estrecha de la cruz. (G iorgio Zevini y Pier Giordano
Cabra, Lectio Divina (eds.) “Venga a nosotros, Señor, tu Reino de luz”
¡Oh Rey de gloria y Señor de todos los reyes! ¡Cómo no es vuestro reino
armado de palillos, pues no tiene fin!........ ¡Oh Señor mío, oh Rey mío! ¡Quién
supiera ahora representar la majestad que tenéis!. (Santa Teresa de Jesús,
Vida, capitulo 6)
El Señor les Bendiga
Pedro Sergio Antonio Donoso Brant
XXXIV Domingo Ciclo B
Publicado en este link: PALABRA DE DIOS
Fuentes Bibliográficas: Biblia Nácar Colunga y Biblia de Jerusalén
Algunos conceptos están tomados de los comentarios a los Evangelios por Manuel de Tuya, O. P.
Biblia Comentada, Adaptación Pedagógica: Dr. Carlos Etchevarne, Bach. Teol.
Intimidad Divina, Fr. Gabriel de Santa M. Magdalena ocd.
www.caminando-con-jesus.org
caminandoconjesus@vtr.net