“Complicidad” de Dios
Hablamos fácilmente de la vida. No nos asombra la facilidad con que lo hacemos, sino
la falta de respeto. La hemos transformado en algo desechable, e incluso, la hemos
relegado a un simple laboratorio. Pero más, la hemos convertido en un negocio sucio
con la venta y reciclaje de órganos sometiendo a esclavitud, de las más nefastas, a seres
vivientes que se compran o se venden en mercados aparentemente clandestinos.
El santuario de la vida es el hogar, la familia. Nadie va a un prostíbulo a engendrar
seres humanos. La vida nace del amor, es fruto del amor. Y el amor no es ocasional, no
es mera genética. Sólo la vida da vida y no cualquier vida, sino aquella que ha ido
creciendo, madurando en el hábitat propio, único de dos seres que se aman…se
complementan y maduran hasta dar fruto abundante.
Estamos a vuelta de la esquina de una nueva época cuando serán los padres y madres
quienes obedecerán a sus hijos e hijas. La férula paternal cederá a las exigencias
caprichosas de jóvenes, peor, preadolescentes, que irán imponiendo el ritmo de la vida
en sus hogares. Sólo una sana psicología y una espiritualidad honda ayudarán a superar
obstáculos y sentar en la comensalidad inmensa la nueva familia. Como en Nazaret.
Terminamos el año calendario con la mirada serena en la familia de Nazaret. Hay una
nostalgia agravada cuando pensamos en nuestros hogares de antaño. Pero lo nuevo
tiene sus ventajas: Mayor libertad, mejores relaciones, capacidad de escucha, apertura
de corazón y de mente, socialización de realidades diferentes, aceptación gozosa de las
diferencias y un no sé qué, de sueños y esperanzas fundadas en el amor y la plenitud de
vida que tienen a Dios como su aliado y cómplice número uno de nuestras familias.
Cochabamba, 30.12.12
jesús e. osorno g. mxy
jesus.osornog@gmail.com