¿EN QUÉ O EN QUIÉN TENEMOS ESPERANZA?
Carta de monseñor Juan Rubén Martínez, obispo de Posadas
para el 1er. domingo de Adviento ciclo C
El año va llegando a su fin. Finalizan las clases, se acercan las vacaciones y las fiestas.
Sentimos el cansancio de un año intenso. En este contexto la liturgia del adviento, que nos
prepara para celebrar la Navidad, nos invita a animarnos en la esperanza.
El Evangelio de este domingo (Lc. 21,25-28; 34-36), nos dice que estemos atentos y
prevenidos en la esperanza: “Tengan cuidado de no dejarse aturdir por los excesos, la
embriaguez y las preocupaciones de la vida, para que ese día no caiga de improviso sobre
ustedes” (Lc.21,34). Este texto y la liturgia del adviento, también nos recuerdan la
esperanza de los cristianos en la segunda venida del Señor. Es el reclamo esperanzador del
Apocalipsis, hecho en medio de dificultades y signos de muerte y que la liturgia retoma en
las celebraciones en el adviento: “Ven Se￱or Jesús”.
Las celebraciones que nos preparan para la Navidad subrayan el sentido pleno de la
esperanza cristiana, la esperanza “escatol￳gica”, la del final de los tiempos, pero de ninguna
manera esta proyecci￳n que nos hace reclamar “Ven Se￱or Jesús”, nos deja en la pasividad.
Esto sería una espera alienante y la esperanza cristiana por el contrario nos exige
comprometernos con el presente y evangelizar nuestra cultura y nuestro tiempo.
El tema de la esperanza es clave en la espiritualidad del adviento y en la preparación
del nacimiento de Jesús en la Navidad. Es importante que entendamos que la esperanza
cristiana tiene un profundo contenido teológico. Es necesario aclararlo porque a la palabra
esperanza podemos darle “solo” un significado temporal y reducirla a expectativas
inmediatas, que aunque puedan ser válidas no son suficientes para captar la esperanza
cristiana. Si bien la misma nos compromete en el presente, no puede desligarse del futuro.
Creo conveniente recordar el texto escrito con motivo de los 2000 años del nacimiento
del Se￱or por la Conferencia Episcopal Argentina: “Jesucristo, Se￱or de la Historia”, en
donde desarrolla el tema de la esperanza. El mismo se￱ala” “El camino de la vida es muy
diferente de acuerdo al final que uno presiente o imagine. ¿Es acaso lo mismo si al final del
camino no hay nada ni nadie, o si en la meta de la existencia hay una Presencia y un
abrazo? Peregrinar la vida, engendrar y educar hijos, construir historia, apostar al amor y
forjar futuro no tiene los mismos motivos si el vacío lo ha devorado todo o si al final nos
espera Alguien. La situación cultural actual, crecientemente plural, nos invita a redescubrir
la originalidad del mensaje judeo-cristiano sobre la historia: un camino personal y
comunitario con origen, sentido y plenitud final en Dios” (15).
Es cierto que se multiplica una gran variedad de propuestas sobre el futuro de la
humanidad y lo que vendrá: “Para algunos, el mundo está cerca de su final catastr￳fico, la
destrucción estaría a las puertas y hasta tendría fecha precisa. Extrañas predicciones,
antiguas y nuevas, asegurarían que el final está cerca. Para otros, el universo está en su
infancia, recién ha concluido su primera etapa de vida, ha comenzado una nueva era. Hay
quienes piensan que simplemente no hay futuro, el porvenir posee tan poco significado
como lo tiene el presente y lo tuvo el pasado. Otros viven como si todo se redujera al
instante, al hoy y aquí, para alcanzar el mayor bienestar posible… el futuro sería una
ilusión que distrae del presente e impide vivirlo a fondo. La falsa idea de la reencarnación,
la afirmación de que tenemos varias vidas sucesivas, lamentablemente gana hoy adeptos,
incluso entre los cristianos” (J.S.H. 15)
En este contexto la liturgia del adviento nos prepara para celebrar el nacimiento de
Jesús. Hace cada año presente la posibilidad que convirtamos nuestro corazón a la sencillez
del pesebre. Desde antiguo la liturgia del adviento nos invita a renovar nuestra esperanza, a
tener en cuenta “la escatología”, o sea la segunda venida del Se￱or. La lectura del libro del
Apocalipsis nos hace reclamar: “Ven Se￱or Jesús”, algo que para muchos es espantoso o
bien no les significa nada, que es el fin de la historia y la plenitud. Esta esperanza nos hace
comprometernos con el presente, sin absolutizar cosas, ni crearnos expectativas, ni
mesianismos falsos que siempre termina frustrándonos. Solo Dios, Jesús, el Emmanuel; el
Dios con nosotros, es nuestro absoluto, y desde Él tenemos una comprensión más profunda
de la esperanza. ¡Ojalá que en la Navidad podamos “volver” al Se￱or que nace en el
pesebre!
¡Un saludo cercano y hasta el próximo domingo!
Mons. Juan Rubén Martínez, obispo de Posadas