II domingo de Adviento. C
Dejar que Dios emerja en nuestra vida
La Palabra: “Que lo torcido se enderece y lo escabroso se iguale” (Evangelio).
1. El evangelista Lucas quiere dejar bien clara una cosa: Jesucristo no es un
aerolito caído del cielo. A quien confesamos Hijo de Dios, es un hombre verdadero;
por tanto viviendo en un tiempo y en una regi￳n determinados: “el a￱o quince del
reinado del emperador romano Tiberio”, cuando Poncio Pilato era gobernador de
Judea y mandaba en Galilea, Herodes, siendo Anás y Caifás los sumos sacerdotes
de la religión judía. Estas precisiones son importantes porque la vida y la muerte de
Jesús discurrieron en un dinamismo sociopolítico y religioso determinados. El Dios
revelado en Navidad es Alguien “con nosotros”, corriendo nuestra misma aventura.
2. Y es también muy significativa la figura de Juan el Bautista, un profeta, un
hombre especialmente sensible a la voluntad de Dios y portavoz de la misma. Juan
era hijo de un sacerdote judío llamado Zacarías. Pero en vez de seguir el oficio de
su padre y hablar en el templo, se fue al desierto, símbolo de la soledad, de las
carencias y del silencio. Allí descubrió la voluntad de Dios y los que se acercaban y
aceptaban su mensaje como signo de su conversión recibían el bautismo. También
nosotros muchas veces sufrimos la soledad del desierto sin necesidad de salir de La
Habana ni siquiera de nuestras casas. Y es ahí donde Dios nos habla.
3. La invitaci￳n es clara: “elévense los valles, desciendan los montes y las colinas;
que lo torcido se enderece y lo escabroso se iguale”. Los valles son el símbolo de
tantas personas que se ahogan en el hondón de la pobreza, del abandono, de la
desesperanza. Montes y colinas evocan la soberbia y arrogancia de quienes se
creen superiores a los demás. Una pretensión fatua, porque a la hora de la verdad
todos somos criaturas limitadas y falseamos nuestra condición cuando pretendemos
ser absolutos rompiendo con el Creador. Esa conducta es “torcida”; siembra
injusticia y muerte. Para que lo escabroso se iguale y caminemos hacia una
sociedad más igualitaria donde todas las personas puedan vivir con dignidad, todos
en nuestras relaciones con los demás debemos “allanar los caminos”. Es la única
garantía de que Dios, amor incondicional, está emergiendo en nuestra vida.
Fray Jesús Espeja, OP
Con permiso de Palabranueva.net