III Domingo de Adviento. C
Qué debemos hacer
La Palabra: “El que tenga dos túnicas que comparta con el que no tiene, no hagáis
extorsión a nadie” (Evangelio).
1. El pueblo judío estaba estructurado pirami-dalmente. Había una clase social muy
rica integrada por unos pocos. En otro sector estaban los publicanos o recaudadores
de impuestos al servicio del imperio de Roma del que Palestina era una colonia;
lógicamente, el imperio contaba con militares destacados allí para controlar la
situación y garantizar el sometimiento de los colonos. Mientras, la mayoría del
pueblo esperaba la liberación En ese contexto apareció el profeta llamado Juan que,
desde el desierto y desde la impresionante austeridad, pedía conversión a todos: el
que tenga recursos que los comparta con los demás, los cobradores de impuestos
no exijan más de lo establecido, los militares no abusen de su poder.
2. A quienes recibía esos consejos morales, Juan administraba un bautismo de agua
como símbolo de esa recepción. Pero el Bautista remite a otro mayor que él:
“puede más que yo”. El anunciado es Jesús de Nazaret, el Mesías que trae un
bautismo “con Espíritu Santo y fuego”. Espíritu Santo es la Fuerza de Dios portador
de vida; y uno de los símbolos más elocuentes de esa Energía es el fuego que
respiran mujeres y hombres enamorados y apasionados por una causa.
3. Estamos en el Año de la Fe que no se puede reducir a la aceptación de unas
verdades que nos proponen. Implica un encuentro personal con Jesucristo, dejarnos
alcanzar por su espíritu, comprometernos en construir la fraternidad sin fronteras y
tejer nuestra existencia en ese horizonte. Nuestro bautismo fue profesión de la
fe cristiana, que debemos traducir en la práctica de cada día. En su
celebración, como símbolo de la fe, nos entregaron una vela encendida
para que ilumine siempre y dé sentido a todos nuestros pasos.
Fray Jesús Espeja, OP
Con permiso de Palabranueva.net