Comentario al evangelio del Sábado 15 de Diciembre del 2012
Como en el cuento de los dos lobos
Luchan en nosotros; forman parte de nosotros. Son el miedo y la confianza, la duda y el compromiso.
Son como dos lobos que luchan. ¿Cuál saldrá ganando? Obviamente aquél a quién alimentes más.
En torno a la espera de la venida del profeta Elías se tejen también las excusas para no tomar en serio
la llamada esperanza de Juan el Bautista. Elías tiene que venir primero. Lo estamos esperando, dicen.
Es el mismo, según la tradición, que había sido arrebatado en tropeles de fuego al mismo cielo. Elías el
profeta de fuego está vivo. Tiene que venir a hacer volver el corazón de los padres a los hijos. Hará que
no se pierda la memoria bíblica, como memoria de las maravillas de Dios para con su pueblo. En esta
perspectiva de la historia de la salvación lo menciona y lo recuerda el Sirácida entre los grandes
personajes del pueblo (Ecl. 44-40)
Los escribas discuten sobre la venida de Elías. Y mientras, ellos no reconocen la misión de Juan el
Bautista que está presente. “No lo reconocieron, sino que lo trataron a su antojo”. Este episodio sugiere
que las discusiones ideológicas pueden ser una excusa para no dejarse tocar por la interpelación de la
realidad. Impiden ver la urgencia del momento. Los profetas idealizados no dejan escuchar a los que
están cerca. Y es que se entabla una lucha constante entre la defensiva autoprotección y la apertura a
las llamadas interiores y exteriores. Nuestro corazón es ese pequeño campo de batalla. Terminará
venciendo el “lobo” al que más alimentemos. Depende de ti, de mí, de cada uno.
Bonifacio Fernández, cmf