Solemnidad de la Inmaculada Concepción de Santa María Virgen.
Dios se hace presente en nuestra vida ordinaria.
Ejercicio de lectio divina de LC. 1, 26-38.
1. Oración inicial.
Estimados hermanos y amigos:
Iniciemos este tiempo de oración y meditación, en el Nombre del Padre, del Hijo,
y del Espíritu Santo. Amén.
Iniciemos este tiempo de oración y meditación esforzándonos para que nuestras
ocupaciones y preocupaciones no nos impidan gozar de nuestro encuentro con el
Señor, pues El se hace presente en nuestra vida, para iluminarnos con su Palabra.
-Orar es elevar nuestra voz al cielo, teniendo la certeza de que Dios escucha
nuestras peticiones y acciones de gracias.
-Orar es hacer el bien, con la certeza de que nuestras manos son las manos con
las que Nuestro Santo Padre cuenta, para beneficiar a sus hijos los hombres.
-Orar es alegrarnos de tener el privilegio de haber sido congregados por Nuestro
Padre común, ora en los templos en que se haga este ejercicio de lectio divina en
grupos de oración, ora en los hogares en que leamos y oremos este trabajo,
individualmente.
-Orar es pedirle a Dios la sencillez con que Nuestra Santa Madre acogió a Jesús
como Madre, después de disponerse a vivir cumpliendo la voluntad de Nuestro
Padre celestial.
-Orar es saber que nuestra vida cristiana no debe sucumbir ante las
contrariedades que la caracterizan, cuando se nos juzga por el mal que no hemos
hecho, y cuando no se comprende la fe que profesamos.
-Orar es abrirnos a la novedad del Dios que quiere hacer de la humanidad una
familia que vive amándose y sirviéndose constantemente.
Oremos:
Espíritu Santo, amor que procedes del Padre y del Hijo, luz que iluminas nuestro
entendimiento, y sabiduría que anhelamos para no perder la fe que nos caracteriza:
Ayúdanos a interpretar el texto bíblico que vamos a considerar, haznos dóciles
como lo fue María Santísima para acoger el mensaje que le transmitió San Gabriel,
y haznos también mensajeros para el mundo, como lo fue San Gabriel para Nuestra
Santa Madre, para que el Evangelio siga siendo predicado, hasta que nuestra tierra
sea el Reino del Dios Uno y Trino.
2. Lectura lenta y pausada de LC. 1, 26-38.
"Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo
( Lectura del santo evangelio según san Lucas 1, 26-38
En aquel tiempo, el ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea
llamada Nazaret, a una virgen desposada con un hombre llamado José, de la
estirpe de David; la virgen se llamaba María.
El ángel, entrando en su presencia, dijo:
-«Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo.»
Ella se turbó ante estas palabras y se preguntaba qué saludo era aquél.
El ángel le dijo:
-«No temas, María, porque has encontrado gracia ante Dios. Concebirás en tu
vientre y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús. Será grande, se
llamará Hijo del Altísimo, el Señor Dios le dará el trono de David, su padre, reinará
sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin.»
Y María dijo al ángel:
-«¿Cómo será eso, pues no conozco a varón?»
El ángel le contestó:
-«El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y la fuerza del Altísimo te cubrirá con su
sombra; por eso el Santo que va a nacer se llamará Hijo de Dios.
Ahí tienes a tu pariente Isabel, que, a pesar de su vejez, ha concebido un hijo, y ya
está de seis meses la que llamaban estéril, porque para Dios nada hay imposible.»
María contestó:
-«Aquí está la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra.»
Y la dejó el ángel" (Evangelio extraído del Leccionario de la Misa).
2-1. Permanecemos en silencio unos minutos, para comprobar si hemos
asimilado el pasaje bíblico que estamos considerando.
2-2. Repetimos la lectura del texto dos o tres veces, hasta que podamos
asimilarlo, en conformidad con nuestras posibilidades de retener, si no todo el
texto, las frases más relevantes del mismo.
3. Meditación de LC. 1, 26-38. ¿Qué nos dice la Palabra de Dios?
Nota: Utilizaremos la Biblia de Jerusalén, para hacer la siguiente meditación.
3-1. LC. 1, 26.
"El sexto mes fue enviado el ángel Gabriel a una
ciudad de Galilea, llamada Nazaret" (LC. 1, 26).
Nazaret estaba en la ruta de Palestina más concurrida por soldados romanos y
mercaderes paganos. Cuando Jesús vivió en Palestina, los judíos despreciaban a los
extranjeros, -los consideraban como perros-, porque sus antepasados habían sido
dominados en el pasado por diferentes civilizaciones, y ellos estaban subyugados
por los romanos. Debido a la citada discriminación que caracterizaba a los
hermanos de raza de Jesús con respecto a los paganos porque se jactaban de que
Dios solo los consideraba a ellos como su propiedad personal y despreciaba a los
gentiles, los habitantes de Nazaret eran mal vistos por los habitantes de Jerusalén,
la capital del país, el centro de la adoración a Yahveh, porque entre ellos había
gente con muy buena posición social, que tenía el dinero necesario para cumplir
escrupulosamente sus prescripciones legales, las cuales les exigían distanciarse de
los gentiles, por considerarlos pecadores irremediables.
Jesús nació en Belén, pero se instaló en Nazaret durante los años de su tierna
infancia, y creció allí, hasta hacerse hombre. Jesús partió de Nazaret a encontrarse
con San Juan Bautista en el río Jordán, para ser bautizado por el profeta, e iniciar
su Ministerio público. A pesar de que Nuestro Señor vivió muchos años en Nazaret,
pasó inadvertidamente entre sus parientes y vecinos, de tal manera, que ninguno
de los tales tuvo la menor sospecha, de que convivía con el Mesías, y, cuando Jesús
se les reveló como enviado de Dios en su sinagoga, no solo lo rechazaron, sino que
intentaron despeñarlo por un barranco (LC. 4, 12-30), porque ellos anhelaban un
mesías guerrero que expulsara a los romanos de su tierra, y Nuestro Señor se les
presentó como un Mesías sufriente, que vino al mundo para demostrarnos que dios
nos ama, no promoviendo la violencia, sino extinguiendo las miserias humanas,
entre las que destaca la falta de amor de unos hombres para con otros, pues la
misma es la causante de muchas enfermedades y situaciones de pobreza, y hace
que muchos mueran, víctimas del odio y el sin sentido.
3-2. LC. 1, 27-28.
"A una virgen desposada con un hombre llamado José, de la casa
de David; el nombre de la virgen era María.
Y entrando, le dijo: "Alégrate, llena de gracia, el Señor
está contigo" (LC. 1, 27-28).
Los judíos creían que la juventud era signo de inexperiencia vital, y por tanto del
desconocimiento de Dios. Ellos también creían que la pobreza era un castigo que
Dios les infringía a los pecadores, y que las mujeres eran inferiores a los hombres,
y por ello las tales tenían que obedecer a sus padres si eran solteras, o a sus
maridos si estaban casadas, y tenían que rehusar a tomar decisiones importantes
concernientes a su vida, hasta el punto de que sus padres y maridos podían romper
las promesas que las tales les hacían a Dios según su Ley religiosa, si no estaban
de acuerdo con las mismas.
¿Por qué quiso Dios nacer de una joven y pobre mujer? Los católicos que
tenemos algún conocimiento de nuestras creencias, podemos responder esta
pregunta satisfactoriamente. Nuestra Santa Madre nació con el privilegio de no
estar marcada por la mácula original con que todos nacemos. Fue por ello que Dios
la eligió para que fuera Madre del Salvador de la humanidad, a pesar de que, por
ser joven, pobre y mujer, ello no era acorde con las creencias de los hermanos de
raza de Nuestra Santa Madre.
Según los judíos, por ser joven, pobre y mujer, María no podría haber sido
utilizada por Dios para llevar a cabo ninguna misión importante, pero, a pesar de
ello, Nuestro Santo Padre depositó su confianza en ella, -porque sabía que no lo iba
a decepcionar-, para que llevara a cabo uno de los actos de obediencia más
grandes de todos los tiempos.
-A Dios, más que la riqueza económica de sus siervos, le interesa el amor que le
manifiestan, y la disposición con que lo sirven desinteresadamente, en sus hijos los
hombres.
-A Dios no le sirve de nada el hecho de que adquiramos grandes conocimientos
teológicos, si nos guardamos los mismos en nuestro interior, y no los predicamos
para que otros los conozcan, ni los utilizamos para hacer el bien.
3-3. LC. 1, 29-31.
"Ella se conturbó por estas palabras, y discurría qué
significaría aquel saludo.
El ángel le dijo: «No temas, María, porque has hallado gracia
delante de Dios;
vas a concebir en el seno y vas a dar a luz un hijo, a quien
pondrás por nombre Jesús" (LC. 1, 29-31).
Recuerdo el caso de una señora que cometió el error de concederle a su hija de
doce años el capricho de dejar de estudiar, para que pudiera sentirse libre de
cargas según ella, para poder dedicarse a su novio. Aquella niña no tardó en irse de
la casa de sus padres con un novio que, cuando les presentó a la niña a sus padres,
lo obligaron a dejarla, sin ni siquiera darle el dinero que necesitaba para volver a
casa de sus padres, que la esperaban a unos 700KM de distancia. Cuando la niña se
vio sola, empezó a prostituirse con el pensamiento de reunir el dinero que
necesitaba para volver a su tierra, pero se encontró con gente que conocía de
haberla visto en su pueblo que se compadeció de ella, y la ayudaron a volver con
sus padres, sin cobrarle nada por los días que la hospedaron y alimentaron, ni por
el billete de autobús que le compraron, para que pudiera volver a estar con su
familia.
La niña llegó al pueblo contando aventuras que para ella habían sido
divertidísimas, dando la impresión de que se sentía como una heroína. Cuando
comprendió que no podía seguir siendo un juguete para los hombres, se enfrentó a
su madre, y la culpó por haberle permitido dejar sus estudios siendo tan joven. La
madre me buscó llorando para que la consolara, y yo, que soy muy sincero, y me
gusta hablar claramente, le dije que a los hijos no solo se les ama dándoles besos y
comprándoles regalos, pues también se les ama corrigiéndoles, cuando se sabe que
van a cometer errores. A los hijos hay que corregirlos en muchos aspectos antes de
que alcancen la mayoría de edad, para que, cuando sean adultos, sean personas de
provecho. A los hijos hay que corregirlos con dulzura, y con firmeza.
¿Por qué os he contado esta historia? Conozco predicadores desconocedores de
las dificultades que puede atraernos la predicación de la Palabra de Dios, que
esperan trabajar exitosamente haciéndose famosos por ello, y, consecuentemente,
esperan ser bendecidos por Dios automáticamente, por desarrollar la actividad
religiosa en que se desenvuelven. Dios no deja sin recompensa a nadie que le sirva,
a no ser que se dé el caso de que le sirvamos interesadamente, y nos deje sin
premiar, hasta que imitemos su conducta de dar, sin esperar nada a cambio, por
los servicios que le prestamos, en sus hijos los hombres.
Para María era un honor ser la Madre del Mesías. No olvidemos que en aquel
tiempo había comunidades religiosas cuyos integrantes vivían siendo célibes para
acelerar la venida del Mesías al mundo, y que, según una antigua tradición, Nuestra
Santa Madre hizo un voto de virginidad perpetua, para contribuir a acelerar el día
en que habría de nacer Nuestro Salvador.
Por aceptar ser la Madre de Dios, María se expuso a que muchos de sus
familiares y amigos la despreciaran y se burlaran de ella, y a que José la
denunciara, para que fuera apedreada, por haber cometido adulterio, contra él.
Aunque María no le pidió ninguna señal a San Gabriel que le demostrara la
veracidad del mensaje que le transmitió, apenas supo que Elisabeth estaba
embarazada, fue a verla y servirla, y dado que Elisabeth sabía que María estaba
embarazada, ello fue la señal que le sirvió a Nuestra Santa Madre, para terminar de
depositar su plena confianza en Dios.
Jesús vino al mundo, y José lo aceptó como hijo adoptivo, concediéndole, ante la
Ley, todos los derechos que hubiera tenido, un hijo que hubiera sido engendrado
por el Patrón de la Iglesia Universal, y Nuestra Santa Madre. Sin embargo, los
sufrimientos no terminaron cuando José aceptó la paternidad del Mesías, pues
Nuestro Señor fue rechazado por su pueblo, y murió crucificado, sin ser digno de tal
castigo.
Ya que en Jesús está depositada la esperanza de sus creyentes de alcanzar la
salvación, porque sabemos que El resucitó como triunfador sobre el pecado, el
sufrimiento y la muerte, llamamos a María Bienaventurada, porque halló gracia en
la presencia de Dios, y, según la fe católica, permanece en el cielo junto a su Hijo,
después de haber vivido como ejemplar creyente.
Si la bendición que constituyen nuestros diversos sufrimientos nos entristece,
pensemos en las vivencias de Nuestra Santa Madre, y esperemos pacientemente
que Dios acabe de hacer el trabajo de redimirnos, valiéndose de nuestras
circunstancias dolorosas.
3-4. LC. 1, 31-33.
"Vas a concebir en el seno y vas a dar a luz un hijo, a quien
pondrás por nombre Jesús.
El será grande y será llamado Hijo del Altísimo, y el Señor
Dios le dará el trono de David, su padre;
reinará sobre la casa de Jacob por los siglos y su reino no
tendrá fin."" (LC. 1, 31-33).
Tal como Moisés condujo a los hebreos por el desierto después de liberarlos de la
esclavitud de Egipto en el Nombre poderoso de Yahveh, y Josué los introdujo en la
tierra prometida, si meditamos la Palabra de Jesús, y la aplicamos a nuestra vida,
descubrimos en Nuestro Señor a un nuevo Moisés que nos adoctrina para que
seamos fieles hijos de Dios, y a un nuevo Josué, que nos tiene abiertas las puertas
del cielo, por medio de la recepción de los Sacramentos, el estudio de la Biblia, la
práctica incesante de la oración, y el ejercicio de la caridad cristiana, en favor de
quienes más necesitan, nuestras dádivas espirituales, y materiales.
En el poderoso Nombre de Jesús, enfermos fueron curados, se llevaron a cabo
exorcismos, y se perdonaron pecados. ¿Qué podríamos hacer nosotros en este
preciso instante, si el Nombre de Jesús fuera pronunciado sobre nosotros después
de que un ministro del Señor nos impusiera las manos, para que trabajáramos en la
viña del Señor?
Dios le prometió al Rey David que su reinado se prolongaría por siempre. Dado
que David y sus descendientes murieron, -incluso el Reino de Israel se dividió en
dos reinos en tiempos del nieto de David-, está claro que David no es el Rey eterno
que ha de cumplir la promesa de redimir a la humanidad, pues ello solo le pudo
corresponder a Jesús, quien, se diferenció de David, en que jamás cometió ningún
pecado.
3-5. LC. 1, 34.
"María respondió al ángel: «¿Cómo será esto, puesto que no
conozco varón?"" (LC. 1, 34).
3-5-1. La virginidad de María.
Los cristianos estamos divididos a la hora de interpretar el versículo bíblico que
estamos considerando. Quienes piensan que los sobrinos de María y José de
quienes se habla en la Biblia son hijos de los tales, -y por tanto hermanos carnales
de Jesús-, interpretan LC. 1, 34, de la siguiente manera:
¿Cómo es posible que me suceda esto, si no me he relacionado aún con ningún
hombre?
Quienes creemos que los citados personajes son primos de Jesús, interpretamos
LC, 1, 34, de la siguiente manera, en atención a la tradición en que creemos:
¿Cómo es posible que yo quede embarazada, si nunca me relacioné con ningún
hombre, y he hecho un voto de virginidad perpetua?
La polémica que mantenemos los cristianos referente a este tema es muy grande,
porque, aunque en el tiempo de Jesús los esenios vivían siendo célibes para
acelerar la venida del Mesías al mundo, para muchos creyentes y no creyentes, el
hecho de privarse de mantener relaciones sexuales, carece totalmente de sentido.
3-5-2. ¿Cómo pudo María Santísima concebir un hijo siendo virgen?
Es muy difícil creer que Jesús nació de una mujer virgen. San Lucas, -el autor del
texto que estamos meditando-, era médico, y conocía perfectamente cómo se
forman los niños. Para un médico como San Lucas debió ser muy difícil creer en el
nacimiento virginal de Jesús, pero, a pesar de ello, lo aceptó, lo predicó de viva
voz, y lo escribió como un hecho crucial, que, si es aceptado por nosotros,
engrandece la fe que nos caracteriza, por la dificultad que entraña el hecho de
creerlo.
San Lucas basó sus dos libros en los informes que obtuvo de diversas fuentes,
entre las que destacan los testimonios de fe de muchos testigos presenciales de los
hechos que narra. Dicho Evangelista, -según una antigua tradición-, obtuvo el
relato de los dos primeros capítulos de su Evangelio, de labios de María Santísima.
San Lucas creyó ciegamente que Jesús nació de las purísimas entrañas de Nuestra
Santa Madre, así pues, esta es la causa por la que hizo expresarse en su primera
obra a San Gabriel en el pasaje de la Anunciación, y a Nuestra Santa Madre en el
pasaje de la Visitación, en términos poéticos.
3-6. LC. 1, 35.
"El ángel le respondió: «El Espíritu Santo vendrá sobre ti y
el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el
que ha de nacer será santo y será llamado Hijo de Dios" (LC. 1, 35).
¿Cómo pudo una hija de Adán llegar a ser la Madre de Dios? Ya que no estuvo
marcada por el efecto del pecado original, Nuestra Santa Madre recibió el Espíritu
Santo, y el poder de Dios la cubrió con su sombra, convirtiéndola en templo
viviente de la divinidad, en que Jesús, -la Palabra de Dios-, se hizo Hombre.
Si María Santísima llegó a ser templo viviente de Dios, el Niño que nació de ella,
fue llamado Santo, pues Jesús tampoco estuvo afectado por el pecado original de
nuestros ancestros, pues sus Padres, -Dios y María-, son plenamente puros y
Santos.
El primer Adán desobedeció a Dios, e hizo que toda la humanidad padeciera el
efecto de su desobediencia. Jesús, -el segundo Adán-, al estar libre de la citada
mácula, fue nuestro sustituto en la cruz para librarnos de las consecuencias del
pecado original, y de nuestras transgresiones personales, en el cumplimiento de los
Mandamientos divinos.
Tanto Adán como Jesús fueron humanizados por Dios, quien los hizo hombres
puros. Ambos tomaron la decisión que consideraron más oportuna. Adán quiso
perfeccionarse al margen de Dios, fracasó rotundamente, y nos perjudicó a todos,
porque logró que apareciera el mal en el mundo. Por su parte, Jesús, a pesar de
que es el Dios perfecto, quiso perfeccionarse como Hombre, cumpliendo la voluntad
de Nuestro Santo Padre. ¿Optamos por ser imitadores de Adán, o de Jesús?
3-7. LC. 1, 36-38.
"Mira, también Isabel, tu pariente, ha concebido un hijo en su
vejez, y este es ya el sexto mes de aquella que llamaban
estéril,
=porque ninguna cosa es imposible para Dios.»=
Dijo María: «He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según
tu palabra.» Y el ángel dejándola se fue" (LC. 1, 36-38).
María recibió la noticia de su Maternidad divina, cuando su parienta Elisabeth
llevaba seis meses en estado de gestación. Dios nos llama a servirle en medio de
los acontecimientos de la historia de la salvación. No somos los personajes más
relevantes de dicha historia, pero se nos ha concedido la dicha de ser actores de la
misma. ¿Empujaremos los acontecimientos que vivimos de manera que contribuyan
a la plena instauración del Reino de Dios entre nosotros?
Isabel concibió un hijo en su vejez, cuando se había resignado pensando que
jamás podría ser madre, y que la gente siempre la despreciaría, considerándola
maldita de Dios. No dejemos nunca de soñar. Dios cumplirá la doble promesa de
hacernos felices si sabemos aceptar nuestras circunstancias vitales, y de
concedernos la vida eterna, más allá de nuestros posibles sufrimientos actuales.
Para Dios nada hay imposible, pero, cuando nuestra fe flaquea, y desconfiamos
tanto de nosotros, como de los hombres y de Dios, la realización de nuestros
sueños, es totalmente imposible.
Aunque los traductores de la biblia de Jerusalén ponen en boca de María la
expresión "he aquí la esclava del Señor", para hacernos comprensible la lectura del
texto que estamos meditando, Nuestra Santa Madre no dijo de Sí que era la esclava
del Señor, sino la sierva, la que lo sirve voluntariamente. Por eso San Gabriel volvió
al cielo, para decirle a Nuestro Santo Padre, que había concluido la misión que le
había encomendado, y que, Nuestra Santa Madre, se sentía feliz, porque se
convirtió en el templo vivo de Dios.
3-8. Si hacemos este ejercicio de lectio divina en grupos, nos dividimos en
pequeños subgrupos para sacar conclusiones tanto del texto bíblico que hemos
meditado como de la reflexión que hemos hecho del mismo, y, finalmente, los
portavoces de los subgrupos, hacen una puesta en común, de las conclusiones a
que han llegado todos los grupos, tras la cual se hace silencio durante unos
minutos, para que los participantes mediten sobre lo leído y hablado en los grupos,
individualmente.
3-9. Si hacemos este ejercicio individualmente, consideramos el texto evangélico
y la meditación del mismo expuesta en este trabajo en silencio, con el fin de
asimilarlos.
4. Apliquemos la Palabra de Dios expuesta en LC. 1, 26-38 a nuestra vida.
Responde las siguientes preguntas, ayudándote del Evangelio que hemos
meditado, y de la meditación que aparece en el apartado 3 de este trabajo.
3-1.
San Gabriel fue enviado a Nazaret cuando se cumplió el sexto mes de gestación
de la madre de San Juan el Bautista. ¿Qué significa en tu vida el citado sexto mes?
¿Está relacionado el significado del sexto mes con el hecho de que Dios nos llama
a servirlo en nuestros prójimos los hombres en el momento idóneo para ello?
¿Por qué eligió Dios un pequeño pueblo para que su Hijo naciera, y no permitió
que Nuestro Redentor naciera en la capital de Israel, en que estaba el Templo, que
era el centro de adoración nacional?
¿Por qué el Dios todopoderoso no desea que sus hijos marginemos a nadie por
ninguna circunstancia?
Muchos judíos se jactaban de que Dios actuaba como ellos, pues creían que
Yahveh despreciaba a los gentiles. ¿Nos hemos creado un dios a nuestra imagen y
semejanza, a quien hemos dotado con nuestras virtudes y defectos, o nos
amoldamos al cumplimiento de la voluntad del Dios predicado por Jesús?
Jesús pasó muchos años en Nazaret viviendo como cualquiera de sus vecinos
pobres. Aunque Jesús es el Enviado de Dios al mundo, Nuestro Señor vivió
humildemente. En lo que respecta a nosotros, ¿servimos a Dios humildemente, o lo
hacemos para aparentar la devoción y la bondad que deberían caracterizarnos?
3-2.
San Gabriel le dijo a María que se alegrara, porque el Señor estaba con ella.
¿Creemos que el Señor se manifiesta en nuestra vida?
¿Recordamos alguna ocasión en que sentimos de una manera especial la
presencia de Dios en alguna circunstancia que vivimos?
¿Por qué Jesús nació de una mujer joven y pobre?
¿Creemos que hombres y mujeres tenemos la misma dignidad? ¿Por qué?
¿Pensamos que las mujeres son marginadas en las denominaciones religiosas
cristianas y en nuestras sociedades? ¿Por qué?
¿Podríamos hacer algo para que dejen de darse situaciones de marginalidad que
afecten a las mujeres y a otros colectivos?
¿Por qué le confía Dios misiones importantes a gente de la que desconfía la
sociedad en que vive?
¿Cuáles son las cualidades que más valora Dios en sus siervos? ¿Por qué?
¿De qué nos aprovecha tener muchos conocimientos teológicos, si no los
predicamos, ni los utilizamos para hacer el bien?
3-3.
María se atemorizó cuando San Gabriel la saludó, porque se consideraba pequeña
para recibir un trato especial. ¿Destacamos en el medio en que vivimos porque
somos humildes, o preferimos ser prepotentes?
San Gabriel le dijo a Nuestra Santa Madre que no temiera, porque halló gracia
delante del Señor. ¿Creemos que el Señor ilumina nuestra vida con los dones del
Espíritu Santo y su Palabra cuando sufrimos, o nos sentimos desamparados por
Dios en esos momentos?
¿Cómo explicas el hecho de que Dios no les impida sufrir a sus siervos?
¿Podemos pedirle a dios que nos demuestre que existe por medio de la
realización de prodigios? ¿Por qué?
3-4.
¿Acogemos las enseñanzas de Jesús?
¿Cómo podemos demostrar que somos seguidores de Jesús?
¿Qué hicieron Moisés y Josué para que hayan sido comparados con Nuestro Señor
en el apartado 3-4 de esta meditación?
¿Por qué debemos estudiar la biblia, poner en práctica todo lo que aprendemos
de la misma, y orar?
¿Qué nos sucedería si dejáramos de estudiar la biblia, si evitáramos poner en
práctica lo aprendido en nuestras horas de formación, o si nos negáramos a orar?
3-5.
¿Es cierto que María fue Virgen antes y después de dar a luz a Jesús?
¿Sabrías responder la pregunta anterior aportando razones para defender lo que
crees por si alguien contradice tu fe ante ti?
¿Por qué creemos los católicos que María fue virgen antes y después de dar a luz
a Jesús?
Si María siempre fue virgen, ¿por qué se habla en la Biblia de los hermanos de
Jesús?
¿Por qué creemos los católicos que María hizo un voto de virginidad perpetua,
que José respetó fielmente?
¿Qué sentido tenía el celibato en el tiempo en que vivió Jesús?
¿Qué sentido tiene el celibato en nuestro tiempo?
¿Es posible creer plenamente que Jesús nació de una mujer virgen?
¿Son compatibles la fe y la ciencia, si tenemos en cuenta que, aunque la primera
nos informa de las realidades intangibles, y la segunda de las realidades tangibles,
ambas tienen el fin de averiguar la verdad?
¿Por qué un médico como San Lucas creyó y predicó el Nacimiento virginal de
Jesús?
¿Por qué decimos que San Lucas es el Evangelista de la misericordia, y el pintor
de María?
3-6.
Aunque carezcamos de la pureza de Nuestra Santa Madre, ¿creemos que somos
templos vivos de Dios?
¿Qué nos falta hacer para que nuestras almas sean dignas moradas del Dios Uno
y Trino?
¿Por qué María y Jesús no padecieron los efectos del pecado original, según la fe
cristiano-católica?
¿Qué diferencia hay entre la conducta del primer Adán y la conducta de Jesús, el
segundo Adán?
¿Qué diferencia hay entre la conducta de Eva y la conducta de María, la segunda
Eva?
¿Qué consiguió Adán al querer perfeccionarse al margen de Dios?
¿Qué logró Jesús al redimirnos cumpliendo la voluntad de Nuestro Santo Padre?
3-7.
¿Creemos que para dios no hay nada imposible?
¿Servimos a Dios como siervos, o como esclavos?
¿Podemos hacer algo para apresurar la plena instauración del Reino de Dios en el
mundo?
¿Puede hacernos felices Dios en este mundo, o la promesa de hacernos dichosos
solo se refiere a nuestra futura vivencia en el cielo?
5. Lecturas relacionadas.
Lee en tu Biblia I SAM. 1 y JC. 13.
6. Contemplación.
-Contemplemos al Dios que nos llama para hacer cosas grandes en nuestra vida,
mientras lo conocemos por medio del estudio de la Biblia y los documentos de la
Iglesia, practicamos lo que aprendemos viviendo piadosamente y haciendo el bien,
y nos familiarizamos con El, por medio de la oración.
-Contemplemos a Nuestro Salvador, que se hizo débil para hacernos fuertes.
-Contemplemos a Jesús, quien se hizo pequeño para hacernos grandes, y murió y
resucitó, para demostrarnos que Nuestro Santo Padre nos ama.
-Contemplemos a Nuestra Santa Madre, y hagamos de ella nuestro ejemplo de fe
a imitar.
-Contemplémonos posponiendo el cumplimiento de la voluntad de Dios, unas
veces por pereza, y otras por falta de fe.
-Contemplémonos cuando nos conformamos prestándole a Dios un pequeño
servicio, y no nos esforzamos en servirlo más y mejor.
7. Hagamos un compromiso que nos impulse a vivir las enseñanzas que hemos
extraído de la Palabra de Dios, expuesta en LC. 1, 26-38.
Adoptemos el compromiso de hacer de Jesús y María nuestros ejemplos de fe a
imitar, especialmente cuando tengamos que servir a dios en nuestros prójimos los
hombres, y cuando suframos.
Escribamos nuestro compromiso para recordarlo constantemente, y, según lo
cumplamos, aumentará nuestro amor a Dios, y a sus hijos los hombres.
8. Oración personal.
Después de hacer unos minutos de silencio, expresamos verbalmente lo que
pensamos, con respecto al texto bíblico que hemos considerado, y a la reflexión del
mismo que hemos hecho.
Ejemplo de oración personal.
Padre bueno: Tú que elegiste a una joven y pobre mujer para que fuera la Madre
de Jesús, ayúdame a no ser soberbio, y a vivir cumpliendo tu voluntad
constantemente.
9. Oración final.
"Dios, tú mi Dios, yo te busco,
sed de ti tiene mi alma,
en pos de ti languidece mi carne,
cual tierra seca, agotada, sin agua.
Como cuando en el santuario te veía,
al contemplar tu poder y tu gloria,
-pues tu amor es mejor que la vida,
mis labios te glorificaban-,
así quiero en mi vida bendecirte,
levantar mis manos en tu nombre;
como de grasa y médula se empapará mi alma,
y alabará mi boca con labios jubilosos.
Cuando pienso en ti sobre mi lecho,
en ti medito en mis vigilias,
porque tú eres mi socorro,
y yo exulto a la sombra de tus alas;
mi alma se aprieta contra ti,
tu diestra me sostiene" (Biblia de Jerusalén. SAL. 63, 2-9).
José Portillo Pérez espera peticiones, sugerencias y críticas constructivas, en
joseportilloperez@gmail.com