Ciclo C. II Domingo de Adviento
Antonio Elduayen, C.M.
Queridos amigos
En relación con el Adviento, en cuya segunda semana entramos, Juan el Bautista es
la figura más relevante y decisiva. Lo reconocen así los cuatro (4) evangelistas, que
hacen coincidir la aparición pública de Jesús con la aparición de Juan el Bautista en
el Jordán. (Digamos entre paréntesis que lo reconoció el mismo Jesús, quien le
dedicó sus mayores elogios). De entre los evangelistas, quien más solemnemente
hace la presentación de Juan es Lucas, quien le dedica unos versículos de oro (Lc 3,
1-6). Estos sirven al mismo tiempo para ubicar a Jesús en la historia de su tiempo y
para conectar a Juan con el profeta Isaías, que llamó al Precursor “una voz en el
desierto” (Porque Juan estaba en el desierto y no porque nadie le hiciera caso…).
En relación con el Adviento, Lucas nos hace ver que, para Juan, la esperada llegada
del Salvador, es ya un hecho. Pero no como a la gente se le había hecho creer sino
todo lo contrario. Ciertamente el Mesías que en cualquier momento va a
presentarse entre la gente, es el prometido hijo de David, Rey, Sacerdote, Salvador
de su pueblo… y muchas otras cosas más que ni se pudieron imaginar -(Hijo de
Dios, por ejemplo). Pero no se presentará como ellos y sus rabinos (no los
profetas), se lo imaginaron: espectacular, poderoso, taumaturgo, vengador de su
pueblo (contra los romanos, desde luego), panacea de todos los bienes, etc. Juan lo
sabe muy bien, pues la Palabra que Dios le ha dirigido estando en el desierto (¿en
alguna comunidad esenia?) (Lc, 3,2), le ha instruido y lo ha llamado a ser el
Precursor del Mesías
Cordero de Dios, llamará significativamente Juan a Jesús, que le hizo saltar de gozo
en el seno materno (Lc 1,44). Él intuyó siempre que Jesús era el Mesías y que, por
eso, su padre Zacarías quiso que se preparara lo mejor para ser un día el Profeta
del Altísimo, como él le había dicho que sería (Lc 1,76). Tenía 30 años cuando dejó
¿la comunidad esenia? para ir a cumplir su misión: alimentar la ilusión del pueblo
por su Mesías, corregir sus falsas expectativas, reclutar gente (bautismo de
conversión) y ponerla a su disposición, para lo que fuere menester. Desde luego,
para preparar el camino del Señor, en frase Isaías (Is 2,22).
Lo estaremos preparando si, como Juan el Bautista, 1. Nos dedicamos por entero a
la causa del Señor que viene, dejando nuestras conveniencias; 2. Revisamos
nuestras ideas y actitudes sobre Dios, Jesucristo y la Iglesia; 3. Somos apóstoles
entre la gente ayudándoles a ponerse al servicio del Señor; y 4. Nos convertimos
en camino por donde Él pase…, siendo más justos y tolerantes. Abajando los cerros
de nuestra soberbia y violencia y elevando los niveles de nuestra caridad y
solidaridad. Siendo hombres y mujeres de fe y esperanza, de caridad y misión.
Fuente: Somos.vicencianos.org (con permiso)