SOLEMNIDAD DE LA INMACULADA CONCEPCIÓN DE MARIA (8 de
diciembre)
Padre Julio Gonzalez Carretti O.C.D
OH MARIA, SIN PECADO CONCEBIDA
Lecturas Bíblicas
a.- Gén. 3, 9-15.20: Establezco hostilidad entre ti y la mujer, entre su
estirpe y la tuya.
La primera lectura, nos sitúa en el paraíso terrenal, luego de la caída de Adán y
Eva. El hombre nacido en estado de gracia, cae en la desobediencia, y entra en el
camino del mal y del pecado; comienza la acción del hombre y la mujer lejos de
Dios, y de otro personaje misterioso, la serpiente. Engañada por ésta, la mujer y el
hombre desobedecen a Dios, por su afán de conocer el bien y el mal; se les abren
los ojos, y se ven desnudos, se esconden, mientras oyen la voz de Dios que los
llama; se acusan mutuamente y Dios les impone una pena a cada uno, sin
embargo, en la de la mujer, se encierra una promesa de victoria: “Enemistad
pondré entre ti y la mujer, y entre tu linaje y su linaje: él te pisará la cabeza
mientras acechas tú su calca￱ar.” (v. 15). Cubierta su desnudez, Dios los expulsa
del paraíso. La vergüenza, quiere reflejar el conflicto que se establece entre el
hombre y Dios, entre el hombre y la mujer, pero también el del hombre y la
naturaleza; al dato nuevo del mal y el pecado, se agrega, la pena o castigo, pero
sobre todo, la esperada victoria sobre el mal. El estado paradisíaco del que sale el
hombre, se añade, la esperanza de recuperarlo, es un bien ha alcanzar. En las
palabras con que Yahvé castiga a la serpiente, encontramos el “Proto-evangelio”, es
decir, el “primer anuncio de la salvaci￳n” (v. 5). Este texto, hace referencia a la
serpiente, al demonio, el tentador; la mujer del futuro es María, de cuya
descendencia, Cristo Jesús, pisará la cabeza de la serpiente, signo de la victoria
total y definitiva sobre Satanás, con su pasión, muerte y resurrección. La enemistad
establecida por Dios, entre la serpiente y la mujer, es una hostilidad total, hay una
lucha abierta y frontal entre su descendencia y la suya. La mujer, María, no tiene,
pues, ninguna relación con el príncipe de este mundo, Satanás, ni con su obra
tentadora que sedujo al hombre e introdujo el pecado, el mal y la muerte en el
mundo (cfr. Jn. 12, 31). Por otro lado, aquella mujer cuya descendencia pisa la
cabeza de la serpiente, expresa la participación de María en el triunfo de su Hijo
sobre Satanás. María vence, gracias a los méritos de Jesucristo, su Hijo, que
vencerá a la serpiente, por medio de su victoria obtenida en la Cruz gloriosa del
Calvario, en su misterio pascual.
b.- Ef. 1,3-6.11-12: Dios nos eligió en la persona de Cristo antes de crear el
mundo.
El apóstol Pablo, nos invita a vivir nuestra condición de hijos de Dios, escogidos
previamente en su Hijo. Comienza su himno bendiciendo a Dios (v.3), porque en su
plan de salvación había derramado abundantes bendiciones sobre la humanidad
desde el comienzo de la creación. Este plan divino es el tema central del himno,
conforme al cual Dios los ha destinado a la unión con ÉL, por medio de Jesucristo.
Hay que situarse desde el comienzo del himno en el plano celestial. Este proyecto
divino es previo a la creación, por lo tanto gratuito, ajeno a todos los méritos y
obras de los hombres, puro amor y gracia, porque así lo ha querido el Padre, es su
voluntad (vv. 4-7. 9.11). Es el amor de Dios y la respuesta de amor del hombre, lo
que establece esta unión humana y divina lo que hace que seamos santos e
inmaculados en el amor. Es la predestinación orientada a la salvación de toda la
humanidad. Es la gratuidad que se manifiesta con el término gracia, agraciar, es
decir dar gracias siempre por todo estas bendiciones. Esta liberalidad y generosidad
divina son una revelación de su gloria (v.6), es decir, Dios que se revela a los
humanos. Este plan de salvación ha sido realizado en y por Cristo Jesús, el Amado,
por el que se hizo todo por ÉL y para ÉL (cfr. Col.1, 16-17), y la forma es que los
hombres se convierten en hijos de Dios por medio de Jesucristo (v.5). Lo que
incluye la redención, el perdón de los pecados hasta recapitular en Cristo a los
hombres, incluido el cosmos (vv.6-10). En el fondo se trata que todo lo creado
vuelva al plan original de Dios, roto por el pecado del hombre, que en Cristo todo
se recrea (cfr. Col. 1,20). Todo este plan de salvación, es el misterio de la volunta
divina, proyectado desde toda la eternidad, realizado en el tiempo y que culmina en
el tiempo final (vv. 8-9). Presentado a toda la humanidad este plan de salvación, se
aplica a los cristianos, “nosotros” (v.12), herederos, que ya esperábamos y
creíamos en Cristo, estamos destinados a ser alabanza de su gloria, plenitud de
vida de quien ya goza como creyente de la unión definitiva con Dios.
c.- Lc. 1, 26-38: Alégrate María, llena de gracia, el Señor está contigo.
El evangelio nos presenta a la llena de gracia, la Madre de Jesús. Son las palabras
con que el ángel San Gabriel dirige a María. En ellas hay una invitación al júbilo y a
la alegría mesiánica, pues Dios está pronto a cumplir sus promesas: ¡el
reconciliador anunciado desde antiguo ya está por llegar! La segunda palabra es,
“llena de gracia”. No la llama por su nombre, sino con esta expresión: llena de
gracia. En realidad, éste es el nombre propio que Gabriel aplica a María, queriendo
reflejar con el nuevo nombre, también la misión, que conlleva en la historia de la
salvación (cfr. Gn 17,4-5; Jn 1,42; Mt 16,18); el que nacerá de María se llamará
Jesús, es decir, Dios salva (cfr. Mt 1,21; Is 7,14). Si el ángel, llama a la Virgen
«llena de gracia» está revelando su ser y su misión. Y con este nombre, la reflexión
bíblica y la Tradición de la Iglesia, ha comprendido con el tiempo, su alcance y
profundidad: María es llena de gracia, porque, por un singular privilegio y regalo
divino, fue preservada del pecado original, desde el mismo instante de su
Concepción, en vistas a una misión y vocación muy específica: ser la Madre del
Mesías, la Madre del Hijo de Dios, la Madre de Dios-con nosotros. El Vaticano II, por
esta función singular, la denominará Madre de la Iglesia (cfr. LG 53). Este privilegio
es un don de Dios, quien desde el principio pensó en Ella, la eligió y la preparó con
esta gracia particular, para que fuese una digna morada para su Hijo. Mas este
privilegio no menoscabó la libre respuesta de María: ella supo acoger esta gracia de
ser libre de todo pecado, rechazando desde el recto ejercicio de su libertad, todo
mal, optando por servir a Dios y su plan de salvación. “He aquí la sierva del Señor;
hágase en mí según tu palabra” (v. 38). Por esta unión del privilegio divino y por su
Sí, la gracia permanece en Ella, en toda su plenitud. El dogma nos enseña: si María
fue preservada inmune de todo pecado, lo fue por los méritos que el Señor Jesús
obtendrá para todo el género humano, con su pasión, muerte y resurrección. A
María Inmaculada se le aplican en el momento de su Concepción, en el seno de su
madre, los mismos frutos de la Redención que su Hijo, obtendrá para toda la
humanidad, y que nosotros recibimos en el Bautismo. Como a María Santísima,
Dios nos ha elegido para ser santos e inmaculados en su presencia, en una
comunidad eclesial, que está llamada a ser santa en el amor redentor de Jesucristo,
reconociendo que formada por pecadores (cfr. Ef. 1,4). María Inmaculada, nos
llama a aplastar con su Hijo en nosotros, la cabeza de la serpiente, es decir, la
tentación y la inclinación al mal (cfr. Gen 3,15); la lucha de todo cristiano es contra
Satanás, y por eso debemos revestirnos de la armadura de la fe, la esperanza y la
caridad, para vencer siempre las asechanzas del mal, para ser en esta vida y en la
eternidad, alabanza de la gloria de la Santísima Trinidad (cfr. Ef. 6,12). María es
Inmaculada, es Madre de la divina Gracia, que intercede por nosotros, para llegar a
la plenitud de la salvación, es decir, a la santidad.
Santa Teresa de Jesús, invita a sus hijos e hijas a poner la mirada en la Inmaculada
Concepción de la que era muy devota, para crecer en el camino de oración y
seguimiento de Cristo Jesús. Si Jesucristo, el Hijo es el Rey del Castillo interior,
María es la Castellana, la Señora de dicho Castillo, es decir, de nuestro espíritu. Ella
intercede para que coronemos nuestra vida espiritual llegando finalmente a ingresar
en la morada donde vive su Hijo, muy amado. “!Parezcámonos, hijas mías, en algo
a la gran humildad de la Virgen Sacratísima, cuyo hábito traemos, que es confusión
nombrarnos monjas suyas; que por mucho que nos parezca nos humillamos,
quedamos bien cortas para ser hijas de tal Madre y esposas de tal esposo” (CV
13,3).