EVANGELIO DEL DIA
¿ Señor, a quién iremos?. Tú tienes palabras de vida eterna. Jn 6, 68
Segundo Domingo de Adviento C
Libro de Baruc 5,1-9.
Quítate tu ropa de duelo y de aflicción, Jerusalén, vístete para siempre con el
esplendor de la gloria de Dios,
cúbrete con el manto de la justicia de Dios, coloca sobre tu cabeza la diadema de
gloria del Eterno.
Porque Dios mostrará tu resplandor a todo lo que existe bajo el cielo.
Porque recibirás de Dios para siempre este nombre: "Paz en la justicia" y "Gloria en
la piedad".
Levántate, Jerusalén, sube a lo alto y dirige tu mirada hacia el Oriente: mira a tus
hijos reunidos desde el oriente al occidente por la palabra del Santo, llenos de gozo,
porque Dios se acordó de ellos.
Ellos salieron de ti a pie, llevados por enemigos, pero Dios te los devuelve, traídos
gloriosamente como en un trono real.
Porque Dios dispuso que sean aplanadas las altas montañas y las colinas seculares,
y que se rellenen los valles hasta nivelar la tierra, para que Israel camine seguro
bajo la gloria de Dios.
También los bosques y todas las plantas aromáticas darán sombra a Israel por
orden de Dios,
porque Dios conducirá a Israel en la alegría, a la luz de su gloria, acompañándolo
con su misericordia y su justicia.
Salmo 126(125),1-2.2-3.4-5.6.
Canto de peregrinación.
Cuando el Señor cambió la suerte de Sión,
nos parecía que soñábamos:
nuestra boca se llenó de risas
y nuestros labios, de canciones.
Hasta los mismos paganos decían:
«¡El Señor hizo por ellos grandes cosas!».
nuestra boca se llenó de risas
y nuestros labios, de canciones.
Hasta los mismos paganos decían:
«¡El Señor hizo por ellos grandes cosas!».
¡Grandes cosas hizo el Señor por nosotros
y estamos rebosantes de alegría!
¡Cambia, Señor, nuestra suerte
como los torrentes del Négueb!
Los que siembran entre lágrimas
cosecharán entre canciones.
El sembrador va llorando
cuando esparce la semilla,
pero vuelve cantando
cuando trae las gavillas.
Carta de San Pablo a los Filipenses 1,4-6.8-11.
Siempre y en todas mis oraciones pido con alegría por todos ustedes,
pensando en la colaboración que prestaron a la difusión del Evangelio, desde el
comienzo hasta ahora.
Estoy firmemente convencido de que aquel que comenzó en ustedes la buena obra
la irá completando hasta el Día de Cristo Jesús.
Dios es testigo de que los quiero tiernamente a todos en el corazón de Cristo Jesús.
Y en mi oración pido que el amor de ustedes crezca cada vez más en el
conocimiento y en la plena comprensión,
a fin de que puedan discernir lo que es mejor. Así serán encontrados puros e
irreprochables en el Día de Cristo,
llenos del fruto de justicia que proviene de Jesucristo, para la gloria y alabanza de
Dios.
Evangelio según San Lucas 3,1-6.
El año decimoquinto del reinado del emperador Tiberio, cuando Poncio Pilato
gobernaba la Judea, siendo Herodes tetrarca de Galilea, su hermano Felipe tetrarca
de Iturea y Traconítide, y Lisanias tetrarca de Abilene,
bajo el pontificado de Anás y Caifás, Dios dirigió su palabra a Juan, hijo de
Zacarías, que estaba en el desierto.
Este comenzó entonces a recorrer toda la región del río Jordán, anunciando un
bautismo de conversión para el perdón de los pecados,
como está escrito en el libro del profeta Isaías: Una voz grita en desierto: Preparen
el camino del Señor, allanen sus senderos.
Los valles serán rellenados, las montañas y las colinas serán aplanadas. Serán
enderezados los senderos sinuosos y nivelados los caminos desparejos.
Entonces, todos los hombres verán la Salvación de Dios.
Comentario del Evangelio por:
Concilio Vaticano II
Constituci￳n sobre la Iglesia en el mundo de hoy “Gaudium et Spes”,
§39,1-3 (trad. © copyright Libreria Editrice Vaticana rev.)
“Preparad los caminos del Se￱or.”
Una tierra nueva y un cielo nuevo: Ignoramos el tiempo en que se hará la
consumación de la tierra y de la humanidad. Tampoco conocemos de qué manera
se transformará el universo. La figura de este mundo, afeada por el pecado, pasa,
pero Dios nos enseña que nos prepara una nueva morada y una nueva tierra donde
habita la justicia, y cuya bienaventuranza es capaz de saciar y rebasar todos los
anhelos de paz que surgen en el corazón humano. Entonces, vencida la muerte, los
hijos de Dios resucitarán en Cristo y lo que fue sembrado bajo el signo de la
debilidad y de la corrupción, se revestirá de incorruptibilidad. La caridad y sus obras
permanecerán; y todo lo que Dios ha creado para el hombre, se verá libre de la
esclavitud del pecado.
Se nos advierte que de nada le sirve al hombre ganar todo el mundo si se pierde
a sí mismo. No obstante, la espera de una tierra nueva no debe amortiguar, sino
más bien avivar, la preocupación de perfeccionar esta tierra, donde crece el cuerpo
de la nueva familia humana, el cual puede de alguna manera anticipar un vislumbre
del mundo nuevo...El reino está ya misteriosamente presente en nuestra tierra;
cuando venga el Señor, se consumará su perfección.
(Referencias bíblicas: Is 65,17; Ap 21,1; 1Co 7,31; 2P 3,13; 1Co 2,9; 1Co
15,43.53; 1Co 13,8; Rm 8,21; Lc 9,25; Lc 17,21)
servicio brindado por el Evangelio del Día, www.evangeliodeldia.org”