III DOMINGO DE ADVIENTO, 16 de diciembre de 2012
(Sofonías 3:14-18; Filipenses 4:4-7; Lucas 3:10-18)
El fraile Girolamo Savonarola era sacerdote italiano del siglo quince. Tenía gran
empeño a ver reforma tanto en la Iglesia como en el estado. Predicaba que el día
de juicio era inminente. Desgraciadamente se puso tan extremista que
eventualmente fue condenado. No obstante, en algunos aspectos pareció como
Juan Bautista en el evangelio hoy.
La predicación de Juan atrae a los mal pensados, no a los supuestamente
“buenos”. Se le acuden la gente común (eso es, los pobres) y los explotadores
notables (los publicanos y los soldados). Todos tienen casi la misma pregunta:
“¿Qué deberíamos hacer (para escapar la ira que es de venir)?” Se reconocen a sí
mismos como pecadores pero no saben cómo reformarse. Son como nosotros hoy
en día. ¿Quién diría que él o ella son perfectos? Pero nos cuesta cambiar nuestros
modos. Defendimos nuestros vicios diciendo que “todo el mundo” actúa como
nosotros (o aun peor que nosotros). “Todo el mundo” mire la idiocia – por decir
nada de la indecencia -- en la televisión. “Todo el mundo” se aprovecha de su
posición para ganar más plata.
Realmente no es así, y lo sabemos. Unos compañeros pasan parte de su tiempo
visitando a los prisioneros. Otros conocidos nos ganan el respeto por su
generosidad con las Caridades Católicas. Si fuéramos a pensar en la cosa,
reconoceríamos diez mil maneras de vivir más en conforme con la voluntad de
Dios. En el evangelio Juan señala algunas de estas. Urge a la gente que
compartan sus bienes con los pobres. Exhorta a los oficiales que no exploten a los
demás.
El pueblo se da cuenta que el mensaje de Juan cumple con lo que predicaba Isaías
sobre el Mesías. Según el profeta antiguo, con el Mesías los enemigos naturales
como los lobos y los corderos vivirían en paz. Dijo también que todas las naciones
acudirían al Mesías para saber los modos del Señor Dios. Por eso, el pueblo se
pregunta entre sí: ¿No pasan estas cosas con la predicación de Juan? Así nosotros
buscamos al Mesías en diferentes figuras. Algunos piensan que Hillary Clinton
puede resolver todos los problemas políticos si sólo tuviera la oportunidad de ser
presidente. Los fanáticos de deportes frecuentemente ven a un Peyton Manning o
un Alex Rodríguez como el que va a salvar su equipo.
Sin embargo, ningún hombre (o mujer) puede perfeccionar la sociedad como se
espera. Sabemos que la reforma necesaria requiere más que el esfuerzo de una
persona. Aunque un político sea tan recto como un roble, le falta la capacidad de
mover a los miembros del partido opuesto. Aunque un predicador sea tan poderoso
como un huracán, le falta la elocuencia para alcanzar a personas de todas
edades. En el evangelio Juan admite su propia incapacidad. Él sólo puede afirmar
las buenas intenciones de la gente a cambiarse. Por eso, dice que él sólo bautiza
con agua. Lo que hace falta es uno que bautizará con el Espíritu Santo lo cual
transforma corazones.
En este momento Juan no está seguro de quien sea el Mesías. Más adelante en
este mismo evangelio de Lucas, Juan enviará de la cárcel a sus discípulos para
preguntar a Jesús si posiblemente él es. Entonces el Señor les responderá:
“Vuelvan y cuéntenle a Juan lo que han visto y oído: los ciego ven, los cojos andan,
los leprosos quedan limpios, los sordos oyen, los muertos se despiertan, y una
buena nueva llega a los pobres” (7,22). ¿Hemos visto tales cosas nosotros? Cada
uno tiene que responder por sí mismo. Pero que no nos olvidemos el tiempo
cuando estábamos perdidos e hicimos una oración con el resultado que llegamos a
nuestra destinación. Que nos acordemos también del día en que recibimos las
noticias que nuestra esposa tenía cáncer y no estábamos seguros que tuviéramos la
fortaleza para afrontar la ordalía que vendría cuando sentimos a Jesús tomándonos
en sus brazos y susurrándonos que todo estará bien.
Nos encontramos en medio de la preparación para la Navidad. Hemos comprado
una televisión para Alex, pero ¿qué vamos a dar a Juan? Tal vez ya es el momento
indicado para poner a un lado estas preocupaciones. Queremos preguntar: ¿Cómo
queremos ser transformados por la venida del Mesías con el Espíritu Santo? ¿Cómo
queremos ser cambiado por el Mesías?
Padre Carmelo Mele, O.P.