XXVI Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo A

Mateo 21, 28-32: ¡Vaya respuestas que se lleva Cristo de sus seguidores los cristianos!

Autor: Padre Alberto Ramírez Mozqueda

  

 

Las películas de Hollywood lograron visualizar algo que llevamos muy dentro cada uno de nosotros: clasificar en dos categorías a los hombres, buenos y malos. Esas películas, donde los blancos eran los buenos y los indios eran los malos, los perversos y los satánicos han dejado huella en muchos de nosotros.

Lo mismo pasaba en tiempos de Cristo, donde los buenos eran los sumos sacerdotes y los ancianos del pueblo y los malos eran las prostitutas y los publicanos. Los primeros eran los que comandaban en el pueblo, que se decían representantes suyos, pero que difícilmente lo eran porque estaban apoyados en el poder de los romanos incluso en el plano religioso y además tenían una gran influencia y grandes privilegios, terratenientes y latifundistas gracias a que dirigían todo lo relativo al templo de Jerusalén, símbolo del poder religioso, social y económico de toda la nación judía. Los publicanos, gente del pueblo que se prestaba a cobrar los impuestos para Roma y que además imponían otros impuestos para su propio bolsillo, eran considerados lo más despreciable de su raza, lo mismo las prostitutas que vendían amor por dinero. Aparentemente todo quedaría así, pero Cristo quiso poner las cosas en claro y dar vuelta a la tortilla, invitando a todos a la conversión y a la salvación, obra ya no precisamente de las propias obras sino de la voluntad y de la liberalidad divinas. Cristo les dijo a ellos: “¿Qué opinan de esto? Un hombre que tenía dos hijos fue a ver al primero y le ordenó: “Hijo, ve a trabajar hoy en la viña”. Él le contestó: ‘ya voy, Señor’, pero no fue. El padre se dirigió al segundo y le dijo lo mismo. Éste le respondió: ‘No quiero ir’, pero se arrepintió y fue. ¿Cuál de los dos hizo la voluntad del padre?”. Ellos le respondieron: “El segundo”. Entonces Jesús les dijo: “yo les aseguro que los publicanos y las prostitutas se les han adelantado en el camino del Reino de Dios. Porque vino a ustedes Juan, predicó el camino de la justicia y no le creyeron: en cambio, los publicanos y las prostitutas sí le creyeron: ustedes, ni siquiera después de haber visto, se han arrepentido ni han creído en él”.

Qué mal les ha de haber caído a aquellas gentes la pregunta y el comentario de Cristo porque los delataba delante de todos muy piadosos, aunque no tuvieran fe, pues a él A no lo mandaron crucificar los malos, los publicanos ni las prostitutas, sino los buenos, los religiosos, los piadosos, las gentes que sabían rezar y que conocían o pretendían conocer a fondo la Palabra de Dios.

Y con ésta parábola Cristo hace una defensa de los pobres, de los pecadores, de los malos que al final se convirtieron en buenos, cuando oyeron a Juan Bautista y se arrepintieron, y cambiaron su vida, acogiéndose no a sus obras sino a la voluntad de Dios, recobrando la alegría de vivir, considerada como un don de Dios.

Hoy Cristo Jesús sigue invitando a su viña, y como entonces la respuesta puede ser de doble manera: No quiero, el “non serviam” de Luzbel, no voy, el grito de rebeldía, como muchos de nosotros, como los niños que se revuelcan en el suelo porque no quieren obedecer o porque quieren que les compren el juguete más caro. Pero después, dejado el berrinche, al darnos cuenta de la bondad de Cristo y el gozo de la vida y de la salvación que ofrece, nos decidimos a seguirle, aunque esto suponga esfuerzo, renuncia, lágrimas y sudores. Y la segunda respuesta, que no es respuesta, sería la del que dice: “sí como no, ya voy, ahorita como decimos en México, nomás acabo esto, en seguida” pero no se acude a la cita. Es la situación de muchos cristianos empeñados en sus cosas, en sus negocios, en sus viajes, en su trabajo, en sus diversiones, que no pueden ser groseros con Dios, ¡no faltaba más!, y por eso tienen un gran crucifijo en su oficina, un cuadro dorado de la última cena en su comedor, un cuadro del Sagrado Corazón de Jesús en su recámara, lo cuál no es obstáculo para hacer su regalada gana tanto en la oficina cuando roban, explotan y escamotean los sueldos de los obreros, en el comedor donde se dan todas las licencias y en la cama donde se toman todas las libertades que a veces culminan en muerte, en aborto.

¿Cuál será tu respuesta al Cristo que te llama a trabajar hoy para lograr un mundo mejor?