XXXIV Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo A

Solemnidad de Cristo Rey

Mateo 25, 31-46: ¿Con un pueblo de emprobecidos, Cristo quiere seguir siendo el Rey?

Autor: Padre Alberto Ramírez Mozqueda

  

 

“Provengo de una familia de la que siempre me había sentido orgulloso, por saber que descendíamos del último de los reyes de un linaje de los más antiguos de la tierra. Pero cuando me di a la tarea de investigar la vida de los reyes de mi patria, quedé decepcionado, pues me encontré que efectivamente yo provenía de la realeza, pero una realeza déspota, cruel, que tenía en sus manos la vida y el destino de los hombres. Reyes que tenían varias mujeres, tantas cuanto la frágil naturaleza les permitía tener, con todas las comodidades de que se puede disfrutar, y dotados de un poder del que no tenían que rendir cuentas a nadie. Llegó el momento en que me avergoncé de mi linaje real, y decidí que en ninguna circunstancia hablaría a nadie de mis ancestros.

Pero un buen día tuve que emprender un viaje a una nación cristiana para asistir a un importante congreso científico. Fue ahí donde comencé a oír de un tal Cristo que las gentes decían que era rey. Este solo dato, el ser rey, alejó de mí todo interés en conocerle aunque todo mundo hablaba de él. Pero hubo datos que me permitieron conocer a aquél a quien sus seguidores le pedían “Venga a nosotros tu Reino” y que para desconcierto mío lo representaban crucificado y abandonado de todos. Investigando un poco, me di cuenta que en vida, él nunca se permitió hablar de sí como rey, y rehusó de todas formas ser declarado rey por las multitudes. Pero lo que acabó de acercarme a él y quedar convencido de pedir con los cristianos, que viniera también a mí su Reino, fue meterme en las Escrituras de los cristianos para encontrarme en la página donde él describe el fin de este mundo nuestro. Me serví del texto de Mateo su capítulo 25 y me llevé la gran sorpresa de ver que ahí describían a Cristo como el Rey y Señor de todos los siglos, juzgando a cada uno de los hombres: “entonces serán congregadas todas las naciones” y dando a cada uno según sus obras. Pero lo que cautivó para siempre mi atención por Cristo, fue darme cuenta en ese mismo texto evangélico que él llegó a sentirse tan cerca, tan cerca de los pobres, de los necesitados, de los sin voz, de los que no alcanzaron tecnología para poder sobrevivir, de los que viven años terribles en las cárceles, secuestrados por la maldad humana o aún por su propia maldad, que llegó a identificarse con cada uno de ellos.


Un rey que se hace mendigo, un rey que se declara defensor de los pobres, que no se alía con los poderosos, los ricos, los opresores, es un rey que vale la pena seguir y dar la vida por él, como él la supo dar por sus seguidores. Con toda esta serie de descubrimientos, pedí ayuda para continuar en mi conocimiento de Cristo, y todo llegó a su término cuando pedí ser admitido al bautismo en la Iglesia católica, para poder sentirme aliado del Rey que definitivamente no sería como los reyes mis antepasados, crueles y despiadados, sino cercanos a todos los que sufren en este mundo. Estando cerca de esas gentes, los migrantes, los deportados, los que se hacinan en los cinturones de miseria de las grandes ciudades, los que se quedan sin trabajo simplemente porque ya han pasado de los cuarenta años, o por la simple injusticia de los patronos que no quieren seguir con la carga de los jubilados, las madres de familia que tienen que vender su cuerpo porque las han abandonado con varios hijos, los jóvenes desquiciados por la droga y el alcoholismo, los ancianos abandonados a su triste suerte en las calles o en albergues insalubres, estando cerca de todas estas gentes y tratando de convertirme en un servidor de ellos, podré escuchar yo también al final de mi vida: “Vengan, benditos de mi Padre: tomen posesión del Reino preparado para ustedes desde la creación del mundo”… porque cuando estuve en necesidad en cualquiera de esas gente fue a mí al que socorrieron.

¿Tú que ya eres católico o creyente, no te unirás a esta campaña para ver y servir a Cristo Rey en cada uno de los que sufren en nuestro mundo? ¿No te interesaría a ti también escuchar esa invitación: Vengan benditos de mi Padre…?