Domingo de Pascua: La Resurreccion del Señor, Ciclo B

Juan 20,1-9: ¿Porqué no donó Cristo sus órganos vitales antes de morir?

Autor: Padre Alberto Ramírez Mozqueda

 

 

Una noche soñé que soñaba que se me había dado la oportunidad de entrevistar a Cristo resucitado. Me encontré con un Cristo sonriente, con las huellas de los clavos, heridas que ahora despedían y luz y un perfume exquisito. Y me apresuré a preguntarle: ¿Porque si eras un hombre joven y robusto y sabías que ibas a morir, no dejaste en herencia tus órganos vitales para que algunas gentes aprovecharan esos miembros tan valiosos?  

 

Cristo se soltó a reír a carcajada abierta ante mi simpleza. ¡Si vieras cómo quedó mi cuerpo! Imagínate, después del tremendo cansancio de llevar la cruz, pesadísima, después de las caídas que descoyuntaron todos mis huesos, después de aquella flagelación inhumana a la que me sometieron, después de aquellas espinas con que quisieron coronarme y que hicieron estragos en mi frente, vino la tortura de la cruz. Mis manos y mis piernas quedaron desgarrados por los clavos, los pulmones quedaron inundados de sangre, los músculos y tendones sufrieron terriblemente al tratar de elevarme cada vez  mas dolorosa y pesadamente  tratando de llevar algo de aire a mis pulmones, y finalmente mi corazón que no resistió tanto traqueteo. ¿Te imaginas que algo quedó bueno y servible? Además recuerda, que lo de los trasplantes de órganos ha sido un reciente descubrimiento de los hombres, que en un arranque de generosidad, quieren que se aprovechen lo órganos propios, sobre todo cuando se es una persona joven, para provecho de otras gentes que sufren en su enfermedad. Es una obra buenísima, que yo apruebo definitivamente. Qué bueno que todos hicieran lo mismo, y los herederos supieran interpretar la voluntad de su familiar fallecido.

 

Gracias por esta entrevista, Señor Jesús, pero permíteme otra pregunta. ¿Por qué será que las gentes no se sienten muy inclinadas a invocarte sabiendo que estás vivo y que estás en los sacramentos de tu Iglesia, y en cambio tienen mucha devoción por las imágenes que te muestran crucificado y muerto en la cruz?  Esa pregunta deberían hacérsela ustedes mismos mis “padrecitos” como les dicen amablemente las gentes. Porqué sé cómo trabajan, cómo le echan todos los kilos, y algunos tienen bastantes, para la predicación, para los vía crucis, el prendimiento, el pésame a mi Madre, las siete palabras, las largas horas de confesiones, los cuaresmales que se organizan ahora fuera de los templos y otras cosas que se me olvidan, de manera que es natural que cuando llega la Pascua, “MI PASCUA”, todos ustedes están hechos una sopa, listos para el arrastre, y corren a refugiarse en una playa o a dormirse largas horas como queriendo recuperar las energías perdidas, pero se olvidan de que MI fiesta apenas empieza, y de que esa fiesta va a durar cincuenta días. Me parece mucha preparación y poca fiesta, pues los mismos seglares cuando acaba la celebración del Viernes Santo, dicen “colorín colorado” y “a otra cosa mariposa”, y ahí acabó todo. No me les han recalcado que yo estoy vivo y que su semana Santa no termina en viernes Santo sino en el gozo de verme reunido nuevamente con ustedes, encabezando la marcha de los hombres a la casa de mi Buen Padre Dios. Creo que de una manera inteligente y movidos por la fe, ya no sean tanto las imágenes doloridas y sangrantes, lo más sangrantes que se pueda, porque aquí entre nos, ¿No son las que más dejan? Y no fervor, si centavos, ¿Verdad?  Y poner mucho empeño en recordar y volver a recordar lo que el ángel les decía a las mujeres el mismo día de mi Resurrección: ¿Por qué buscan entre los muertos al que está vivo? No está aquí, ha resucitado.  

De pronto me vi despierto, sólo para decir a mis lectores: FELICES PASCUAS PORQUE EL SEÑOR JESÚS  HA RESUCITADO.