V Domingo de Pascua, Ciclo C.
San Juan 13, 31-33a: ¿El mundo podrá ser salvado con un amor light?Autor: Padre Alberto Ramírez Mozqueda
Los que participaron en
la Última Cena con Cristo, vivieron sobrecogidos los muchos acontecimientos que
se sucedieron en esa noche. Siempre recordarían lo que vivieron cerca de Jesús.
No daban cabal crédito a todo lo que experimentaban, cuando la acogida del
Maestro, el que los había llamado, el que todos aclamaban como el Mesías y
Salvador, el que tenía una palabra de acogida y de perdón para todos, el que
había caminado sobre las aguas en medio de la noche para venir a su encuentro,
el que había dado de comer a miles de gentes con tan sólo unos cuántos pescados
y unos cuántos panes, ahora se arrodillaba y lavaba sus pies. No era posible.
Luego vino el momento supremo cuando Cristo les distribuyó por primera vez su
Cuerpo y su Sangre, que luego sería derramada en la cruz. No entendían cómo
Cristo pudiera estar sentado cerca del que lo entregaría esa noche. Vino también
aquella oración llena de unción de Cristo a su Padre por su naciente familia a
la que le dejaba su Espíritu Santo y finalmente algo que los apóstoles les llevó
mucho tiempo comprender, asimilar y poner en práctica. Como Cristo presentía ya
su partida quiso dejarles una señal, un mandamiento, algo que los identificara
ante los demás: “Les doy un mandamiento nuevo: que se amen unos a otros, como yo
los he amado, y por este amor conocerán todos que son mis discípulos”.
Menudo lío eso del amor de Cristo, de amarse unos a otros, de constituir un
mandamiento nuevo, y de amarse no de cualquier manera, sino precisamente de la
forma en la que él nos amó. Problema serio para nosotros, que nos hemos
acostumbrado a multitud de cosas “Light”, desde leche, cigarros, refrescos,
chocolates, pasando por relaciones y noviazgos, y hasta matrimonios “light”,
efímeros, hechizos, que se montan y se desmontan a voluntad. ¿A Cristo le
pasaría por la mente que en algún momento de la historia nosotros intentáramos
convencer al mundo de ser discípulos suyos con un amor “Light” a nuestros
semejantes, con un amor que más que tal es una ayuda o un servicio o una
filantropía, pero no un verdadero amor?
Para dar con lo que Cristo quiso decir al pedirnos un verdadero amor como
distintivo de su seguimiento, tenemos que recurrir al Apocalipsis: “Esta es la
morada de Dios con los hombres; vivirá con ellos como su Dios y ellos serán su
pueblo. Dios les enjugará todas sus lágrimas y ya no habrá muerte ni duelo, ni
penas ni llantos, porque todo lo antiguo terminó…Ahora yo voy a hacer nuevas
todas las cosas”.
Si ese es el final, si a eso estamos llamados todos los hombres, a vivir en la
Jerusalén celestial, pues bien podemos comenzar ya a vivir una situación que
puede parecer idílica, o como de cuento de hadas, pero en la presencia de Dios
hasta hacerlo inspirador de todas nuestras obras; ya podemos entonces enjugar
las lágrimas de los que sufren y no provocar precisamente su sufrimiento, su
pobreza, su tormento o su explotación. Ya podemos desde ahora preocuparnos
porque no haya más muertes inútiles, sangrientas y dolorosas. Ya podemos ir
quitando las penas y las lágrimas de los matrimonios destrozados por la
infidelidad o por la ausencia del padre que tiene que emigrar en busca de un
trabajo digno. Ya podemos tomar y levantar a jóvenes que no tuvieron
oportunidades y que cayeron en el mundo de las drogas, en la explotación, en la
prostitución y el sida. Hoy mismo puede ser ese día. Hoy podemos comenzar a
amarnos como Cristo nos amó, alejando de una vez para siempre de nuestras vidas
un amor “Light” que ni compromete, ni salva ni hace adelantar el momento ansiado
por Cristo: “Lo antiguo terminó…Ahora yo voy a hacer nuevas todas las cosas”.