Solemnidad. La Ascensión del Señor
San Lucas 24,46-53: ¿Un cohete sideral para Cristo que sube a los cielos?Autor: Padre Alberto Ramírez Mozqueda
Hoy celebramos una gran
fiesta muy querida por nuestros ancestros, que culmina ese deseo de Dios de
estar con los suyos, de compartir su vida y sus alegrías, sus penas y sus
sinsabores, para darle a todos los hombres una esperanza nueva de que vivirán
para siempre en su presencia. Se trata de la Ascensión del Señor a los cielos, a
su Padre, del que había salido para vivir cerca de los suyos su caminar y sus
ilusiones.
Para el catequista actual sería relativamente fácil hablar de la subida de
Cristo a los cielos, porque hoy los personajes que captan la atención de los
pequeños se desplazan por el espacio a voluntad propia y tienen naves espaciales
que los transportan a velocidades por los aires y por los planetas, con una
tremenda facilidad. Pero la Ascensión de Cristo no es sólo eso, es algo más, es
asistir a la glorificación del que bajó para quedarse para siempre con nosotros.
Resurrección, Ascensión y Pentecostés, siendo una sola cosa, nos invitan a
maravillarnos con los planes salvadores de nuestro Dios que nos invita a
trabajar activamente por la paz como un anticipo de la vida nueva que viviremos
en su presencia.
San Lucas, el único entre los Evangelistas es el que nos da razón de la
Ascensión de Cristo a los cielos, usando palabras muy humanas, para describirnos
lo indescriptible, cayendo en la cuenta que Cristo propiamente no se aleja de
los suyos, sino que su cierto ocultamiento es una invitación para el trabajo de
la evangelización, que marca el tiempo de la Iglesia y del Espíritu Santo que
continuaría la obra que Cristo inició con su Encarnación en el cuerpo de María.
Hasta entonces Cristo lo había hecho todo, siendo él la cabeza de la humanidad,
pero ahora todo el Cuerpo tendría que tomar parte en la glorificación del Padre
y en la exaltación de todos los hombres hasta hacerlos vivir para siempre en su
presencia.
Y como en el día de la Ascensión del Señor los apóstoles se quedaran absortos,
sin saber qué hacer, hubo necesidad de que los ángeles casi los tomaran por los
hombros para despertarlos y mandarlos a trabajar en el Reino de Dios sobre la
tierra, hoy los obispos mexicanos nos invitan a trabajar unidos por un México
mejor, uniendo nuestras fuerzas con todos los hombres de buena voluntad.
Atendamos al llamado que nos hacen:
“Al concluir este acercamiento a la realidad de inseguridad y violencia que se
vive en México, caemos en la cuenta que estamos ante una problemática compleja y
que la responsabilidad de responder a los desafíos que representa es de todos
los mexicanos. Perdemos el tiempo cuando buscamos culpables o esperamos
pasivamente que sea sólo el gobierno quien dé solución a problemas que son de
todos. DEBEMOS ACTUAR YA, cada quien en su propio ámbito de competencia. LAS
AUTORIDADES, con los recursos propios que le proporciona el Estado de Derecho
para el ejercicio de su actuación; LA SOCIEDAD CIVIL, asumiendo responsablemente
la tarea de una ciudadanía activa, que sea sujeto de la vida social; Los
Creyentes, actuando en fidelidad a nuestra conciencia, en la que escuchamos la
voz de Dios, que espera que respondamos al don de su amor, con nuestro
compromiso en la construcción de la paz, para la vida digna del pueblo de
México”.