XXIX Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo C.
San Lucas 18, 1-8: ¡Un juez injusto vencido por la perseverancia de una viuda de pueblo!Autor: Padre Alberto Ramírez Mozqueda
Nos hemos encontrado con
un escrito muy antiguo, testigo de la constancia y perseverancia de una mujer
que venció la indiferencia y la injusticia de un juez. “Mi marido y ya habíamos
vivido una existencia llena de paz, de comprensión y de ayuda mutua que era el
contento de los que nos rodeaban. Lo único que hubiera podido completar nuestra
felicidad hubiera sido la llegada de un hijo. Pero Dios no nos lo concedió.
Habíamos platicado mucho mi marido y yo de lo que sobrevendría después de la
muerte de uno de los dos. Pero no me imaginaba el calvario que sería para mí el
día que mi marido murió. Intempestivamente llegaron sus hermanos y alegando no
se qué costumbres, me quedé de la noche a la mañana en plena calle y sin nadie a
quién recurrir. Todo se lo habían llevado. Y me vi en la necesidad de acudir al
juez para que los cuñados me dieran lo necesario para vivir, pues los bienes los
habíamos adquirido con el trabajo de los dos. El juez de mi pueblo administraba
justicia a la puerta de la ciudad, por las tardes, después de su trabajo en el
campo. Se sentaba en una alfombra y por ahí desfilaban las personas que tenían
un litigio pendiente. Así me acerqué pidiendo justicia contra mis adversarios.
Al principio me atendió con cortesía, pero cuando se dio cuenta de qué se
trataba y de que los adversarios eran los más pendencieros y los más injustos de
la población, me dijo que más tarde me escucharía. Pero pasaron los días y su
llamado no llegaba, por lo que me di a la tarea de presentarme cada tarde frente
a su alfombra para ser atendida. Y al ver que todos pasaban y pasaban, redoble
mi esfuerzo y mi constancia, como los novios que quieren verse, como los amigos
que quieren platicarse o como los padres y los hijos que quieren conversar, o
como el enfermo acude con el médico, así me presentaba cada tarde con el juez.
Por supuesto que yo conocía el salmo que recitaba en otros tiempos con mi
marido: “Dirijo mi mirada hacia la altura de donde ha de venirme todo auxilio.
El auxilio me viene del Señor, que hizo el cielo y la tierra”, y entonces el
salmo adquirió pleno sentido, pues los hombres y los jueces se dejan corromper y
la justicia se hace privilegio de los ricos, de los potentados y de los
poderosos. Yo tenía que clamar una y otra vez con el salmista: “El Señor te
protege y te da sombra, está siempre a tu lado…te guardará el Señor en los
peligros y cuidará tu vida, protegerá tus ires y venires, ahora y para siempre”.
Yo siempre confié en el Señor, no así el juez que cada vez se mostraba más
incómodo con mi presencia cerca de la puerta de entrada. Y alguien llegó a
decirme que la paciencia del juez se estaba acabando, pues aunque él no temía a
Dios ni le importaba el juicio de los hombres, por mi molesta insistencia estaba
a punto de decidirse. Y así fue. Un día me llamó para decirme que el asunto
estaba decidido y que podría volver a tomar posesión de los bienes que
asegurarían mi existencia. Así pude cantar con el salmo: “El Señor te protege y
te da sombra, el Señor estará siempre a tu lado”.
Aquí termina el escrito y sólo tenemos espacio para pensar en que Dios no es
juez que deba sujetarse a leyes dictadas por otros, ni tiene necesidad de
entrevistar a las dos partes en el litigio para luego dictar sentencia
irrebatible sobre el asunto. Dios es ante todo Padre, pero un padre lleno de
amor, que vela por los pequeños y los indefensos, que hace justicia a los
oprimidos y que espera que todos sus hijos se conviertan en testigos de la
justicia, siendo ellos mismos justos con sus hermanos, mientras claman a él por
la verdadera justicia fincada en la fe y el amor. Cuando la situación de
injusticia en que vivimos nos hace pensar que Dios ha desistido de su empeño de
ser Padre y revestido de justicia, quizá nos convendría volver a escuchar al
Profeta Habacuc: “¿Hasta cuándo, Señor, pediré auxilio, sin que me escuches, y
denunciaré a gritos la violencia que reina sin que vengas a salvarme?...El Señor
me respondió y me dijo: “escribe la visión que te manifestado… es todavía una
visión de algo lejano, pero que viene corriendo y no fallará: si se tarda,
espéralo, pues llegará sin falta. El malvado sucumbirá sin remedio; el justo, en
cambio, vivirá por su fe”.