XXXIII Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo C

Autor: Padre Antonio Díaz Tortajada

 

 

Ml 3, 19-20a
Salmo 97, 5-9
2Ts 3, 7-12
Lucas 21, 5-19


1. Dos mensajes y una promesa. Así puede resumirse el contenido de los textos bíblicos de la liturgia de este domingo. Mensaje de trabajo para el común de los cristianos. Mensaje de lucha y persecución para la comunidad de los creyentes. Y esperanza última, definitiva, plena para la hora del final de los tiempos, cuando Dios libere en salvación a los justos y censure a los agentes del mal.

2. La de los creyentes es una vocación de tierra y de tiempo, aguijoneada por la esperanza de que los logros de justicia y de fraternidad serán un día asumidos en las que llamamos salvación. El creyente no se mide por su distanciamiento de la peripecia humana, sino, por el contrario, por sus compromisos con el vivir de los demás hombres. Pablo, en carta a los cristianos de la comunidad de Tesalónica, fustiga a quienes están "muy ocupados en no hacer nada". Y su criterio es terminante: "El que no trabaja, que no coma". Frente a los que tienden a considerar que el ideal cristiano estriba en dedicarse "a lo espiritual", con menoscabo de los afanes del tiempo, al Apóstol --infatigable trabajador del Evangelio-- no teme en emplearse en trabajos temporales. "No viví entre vosotros sin trabajar; nadie me dio de balde el pan que comí, sino que trabajé y me cansé día y noche a fin de no ser carga para nadie". "Ya sabéis como tenéis que imitar mi ejemplo". "Quise daros un ejemplo que imitar". El ideal cristiano no consiste en el alejamiento, sino en el compromiso con las realidades temporales.

3. A nivel de comunidad cristiana, el Evangelio es claro al afirmar un futuro de luchas y persecuciones para los seguidores de Jesús. "Os echarán mano", "os perseguirán entregándoos a los tribunales y a la cárcel, os harán comparecer ante reyes y gobernadores por causa de mi nombre...", "todos os odiarán por causa de mi nombre". Estas afirmaciones adquieren aún mayor significado cuando se las enmarca en su contexto. Jesús propone este futuro frente a los que "ponderaban la belleza del templo por la calidad de la piedra y los exvotos".
Esto no es un empréstito del lenguaje apocalíptico que hoy ya no habría que tomar en serio, es más bien la consecuencia de que Jesús no ha venido a traer la paz terrena sino la espada y la división hasta en lo más intimo de las relaciones familiares. Lo que su doctrina suscita en la historia, es precisamente la aparición de las bestias apocalípticas. Y cuanto más aumentan los instrumentos del poder terreno, tanto más absolutas llegan a ser las oposiciones. Esto es bastante paradójico, porque Jesús declaró bienaventurados a los débiles y a los que trabajan por la paz; pero justamente su presencia hace que las olas de la historia del mundo se enfurezcan cada vez más. La persona y la doctrina de Jesús es intolerable para la historia y ésta responde de una manera cada vez más violenta. La persecución no es un episodio ocasional sino un "existencial" para la Iglesia de Cristo y parta cada uno de los cristianos. Es importante que, al filo de la lectura, discernamos si los nuestros son criterios de carne y sangre o surgidos de la Palabra.


4. - La promesa de Dios no mira a ahorrar malos tragos en el curso de la historia humana. Se centra en "el día", en este límite que la Sagrada Escritura denomina tantas veces como "el día del Señor". El creyente vive en la esperanza de una justicia trascendente al tiempo, más allá de la destrucción de la carne y de la voracidad del sepulcro. El tema es tan viejo como el hombre. Y tan de rabiosa actualidad como la pregunta que se suscita siempre que el hombre advierte en su entorno la existencia del mal que aquí, en la tierra, queda impune. El creyente, fiado en la palabra de Dios, afirma que en "el día del Señor" los justos serán iluminados por "un sol de justicia que lleva la salud en sus alas", mientras que para los injustos será ése un "día ardiente como un horno", en el que "malvados y perversos serán la paja" y de los que "no quedará ni rama ni raíz".
Aquí tenemos la visión de Jesús sobre la historia del mundo que vendrá después de Él. Jesús ve las constantes teológicas dentro de la historia.