Solemnidad de Jesucristo Rey del Universo, Ciclo C

Autor: Padre Antonio Díaz Tortajada

 

 

2 S 5. 1-3
Salmo 121, 1-5
Col 1, 12-20
Lc 23, 35-43


1. No será empeño fácil para muchos de los hombres de hoy comprender el significado de la festividad de la realeza universal de Cristo. ¿Qué se nos quiere decir, en la perspectiva de la fe cristiana, con esta jornada?
Hay que advertir --para un comienzo de inteligencia de la liturgia de hoy-- que con esta festividad se clausura el año litúrgico. Nos remite, pues al término de la vida histórica de Jesús, al final de la vida histórica del creyente y a la meta última de la historia humana.
La plenitud de la vida de Jesús está en su constitución como Señor que, triunfador de la muerte, inaugura la Pascua eterna. La plenificación de la vida del creyente está en compartir, por la salvación de Dios, la vida del comunitarismo trinitario. El cumplimiento de la historia estriba en el advenimiento del Reino que no tendrá fin, esto es, en la perpetuación de nuestra cosecha humana de justicia y de paz por el acontecimiento salvífico del Dios de la vida y de la historia.


2. Y esto es precisamente lo que celebra la festividad de cristo Rey. Celebra que Jesús de Nazaret, por su resurrección, ha sido elevado a la condición de Señor, salvador y liberador de todos los hombres; celebra que la vida no se marchita; celebra que la historia del mundo no es un devenir sin objetivo y sin meta, sino que encuentra su sentido en realización del designio divino sobre la tierra.

3. El evangelio de san Lucas es muy expresivo. Los hombres buscan la salvación liberadora. “Salvate a ti mismo y a nosotros”, clamarán las masas insultantes contra el que ven morir en el patíbulo de la cruz. Lo dicen sin esperanza de liberación. Lo apostrofan con el odio de quien se siente defraudado. Pero, en el fondo, aunque ignoran que Jesús es realmente su liberador y salvador, están patentizando su ansiosa búsqueda de la definitiva salvación liberadora. Jesús solicita la respuesta de la fe: “Te lo aseguro: Hoy estarás conmigo en el paraíso”. Creer será a partir de este momento, reconocer que en Jesús está la salvación que el mundo anda buscando. Creer es decir “sí” al señorío de Jesús porque su poder liberador ja sido y es más fuerte que la muerte.

4. Creer es decir simultáneamente “sí” al hombre. Es asumirnos, no como carne de muerte y de sepulcro, sino como germen de vida que sólo en la salvación de Dios encontrará plena realización y autenticidad.
Creer no es deshumanizarse. Todo lo contrario. Es aceptarse tan radical y rabiosamente que la muerte deja de ser termino para transformarse en tránsito hacia la plenitud de la vida.
Creer, por último, es aceptar la historia o, mejor, aceptar que la vida es historia, aportación personal e intransferible a un proyecto que va quemando etapas hacia su total realización o consumación.


5. Cristo es Rey porque tiene poder de salvar. Cristo es Rey porque la vida está llamada a la Vida. Cristo es Rey porque la breve jornada de cada cual es capítulo de una historia que se amasa y realiza con la suma de todas las jornadas.
Hay que leer muy despacio –con ojos contemplativos– el himno cristológico que nos aporta la carta de san Pablo a los colosenses: “Dios Par nos ha hecho capaces de compartir la herencia del pueblo santo en la luz. Nos ha sacado del dominio de las tinieblas. Nos ha trasladado al Reino de su Hijo querido. El es el primogénito de entre los muertos. porque en Él quiso Dios que residiera toda la plenitud”.