Vigilia de la Natividad del Señor. Misa de Medianoche

Lc 2, 1-14

Autor: Padre Antonio Díaz Tortajada

 

GIs 9, 1-3.5-6
Salmo 95, 1-13
Tt 2, 11-14
Lc 2, 1-14


1. Siempre que hablamos o escribimos sobre la Navidad, surgen en nuestro interior dos palabras importantes: Asombro, en primer lugar y "locura", en segundo. Asombro por parte de los hombres: Dios se acerca al hombre. Y locura: Dios toma la iniciativa de hacerse hombre.

La Navidad es un anuncio gozoso de esta “locura” de Dios para con los hombres. La Navidad es la suprema Epifanía del amor de Dios. En ésta se ha manifestado el amor de Dios. Es el “rocío” que viene de lo alto.

No sabemos cuándo exactamente –hablando de fechas– este “rocío” que viene de lo alto se poso sobre la tierra. Lo que si sabemos es que Dios se convirtió en el “Dios-con-nosotros”. Y la Navidad, más que una fecha concreta, se convierte en un acontecimiento salvador. Es el “kairos” en la historia. Aquel día “se manifestó la bondad de Dios nuestro Salvador y su amor a los hombres”. Lo que se hizo visible aquel día es Dios en persona, un hombre. Es más, un niño.

“Y encontraron al niño acostado en un pesebre” Por ello, la mejor forma de celebrar la Navidad es vivir en profundidad el asombro frente a la "locura" de Dios.

Dios esta cerca de nosotros. Dios nos ama. ¡Qué difícil resulta rastrear esta cercanía de Dios! Dios no esta lejano. Se ha hecho uno de nosotros. Abandonó su condición divina tomó nuestra naturaleza humana, para ser uno de nosotros, vivir como uno de nosotros, sufrir como uno de nosotros y morir como uno de nosotros. Este es el Dios de la Navidad. Este es el centro de nuestra fe.

En la Navidad el amor de Dios se hace visible en un portal. ¿Por qué no sentimos este amor? ¿Por qué no sentimos su presencia? Estamos muy acostumbrados a los ruidos y Dios, como “rocío” o nieve, cae muy callada y silenciosamente.



2. Los primeros llamados a adorar “al niño acostado en un pesebre” –“Dios-entre-nosotros”– fueron unos adultos pobres y pecadores. Los pastores de Belén, que entonces eran tenidos en la misma sospecha en la que ahora se tiene, en muchos países, a los gitanos, y por la misma razón: Porque los pastores iban, con sus rebaños, de un lado a otro, y no podía cumplir con la Ley.

El Salvador que nace, les dice el ángel, es para ellos: Adultos pobres y pecadores. Cristo no nace para los niños, sino para los adultos, para el pueblo oprimido y pobre.

La Navidad no es para los niños. Eso es lo que repite la segunda lectura: Trae la salvación para todos los hombres. ¿Cuáles? Nos responde la primera lectura. Para los hombres que forman parte del pueblo que camina en tinieblas quebrantó Jesús la vara del opresor que oprimía a ese pueblo. Ese Niño no viene para que los negociantes hagan mas negocio o para que los ricos sean más ricos, o para que los fuertes dejen sentir su fuerza sobre el cuerpo de los débiles. Viene a instalar un reino de justicia, un reino de paz, un reino de amor incondicional, y eso no es cosa de niños. Todo lo contrario.

No es que los habitantes de Belén fueran más duros o más malos que lo normal. Como María y José, los parientes de los betlemitas habían ido a Belén a inscribirse en el censo mandado, y las casas estaban verdaderamente llenas. Pero, ¿qué hubieran hecho si hubieran sabido que quien iba a nacer esa noche era nada menos que Dios-hecho-carne?

Eso es lo tremendamente comprometedor de la encarnación. Por ella, Dios se ha hecho una sola cosa con el ser humano y lo que Dios ha unido no lo puede separar el hombre. Nace pobre entre los pobres. Vive una situación de marginación y de pobreza. El niño nace en un pesebre.

La Navidad nos pone delante de la opción de Dios por los pobres y sencillos. La alegre noticia de la Navidad se dirige a quienes, como María, José o los pastores, viven abiertos a Dios como su única riqueza.

3. El que los ángeles aparezcan conmovidos por una gran alegría es la forma bíblica de decirnos que la presencia del Mesías conmociona a la creación entera (se decía: Lo visible y lo invisible). Eso mismo es lo que quiere decirse en el Apocalipsis cuando se habla de terremoto, de fuego, etc., que hacen posible y deseable una nueva tierra y un nuevo cielo. La mentalidad bíblica no puede ser más clara: Nada, ni las estructuras físicas de universo, ni las fuerzas no físicas que no conocemos, pueden sustraerse a la presencia y acción del Mesías. Él es la levadura de Dios puesta en el seno de la masa-creación, la creación entera debe sufrir dolores de parto hasta ser reengendrada en Cristo.