Fiesta. La Sagrada Familia de Jesús, María y José
Lc 1, 22-40
Autor: Padre Antonio Díaz Tortajada
Si 2, 2-6.12-14
Salmo 104, 1-9
Col 2, 121-21
Lc 1, 22-40
1.- Jesús nace en el seno de la familia humana, como hijo de la familia
de José y María. El mensaje de este domingo es un verdadero Evangelio de la
familia: Anuncio de la presencia de Dios en esta realidad humana. Comunidad de
vida y amor, la familia cristiana debe encontrar en la Sagrada Familia de
Nazaret el modelo a imitar y debe constituirse en Iglesia doméstica. Eso
supondrá para cada uno de los cristianos y cristianas un compromiso por realizar
su propia vocación cristiana en familia y extender esta vivencia a toda la gran
familia de los hijos de Dios. Teniendo de trasfondo la difícil situación de la
familia en el mundo de hoy, las lecturas de esta fiesta destacan el designio de
Dios sobre la familia.
La primera lectura está tomada del libro de Ben Sirá o «Sirácida» (llamado
antiguamente «Eclesiástico») y es un estupendo comentario al cuarto mandamiento
del decálogo: «Honra a tu padre y a tu madre». Ya que el individuo recibe la
vida de su padre y de su madre (y de Dios a través de ellos), debe asumir la
actitud de respeto y obediencia hacia ellos (y a Dios a través de ellos); si lo
hace, garantiza vida y felicidad para sí. Jesús seguramente amó, respetó y
obedeció a sus padres como se nos enseña en la lectura. La mayor parte de su
vida la pasó en compañía de los suyos, aunque no sepamos las circunstancias
concretas. Los judíos en la época de Jesús no conocían las actuales dificultades
y crisis por las que atraviesa en nuestra época la institución familiar. Lo
normal era que la familia permaneciera unida, que los vínculos entre sus
miembros fueran muy estrechos y positivos.
2.- La segunda lectura está tomada de la carta a los Colosenses y es una
exhortación a la vida de amor en el seno de una comunidad cristiana. En ella se
hace la aplicación de cuanto hemos dicho hasta ahora, mostrando que las
relaciones familiares son una consecuencia de la vida creyente. La identidad de
los «elegidos y amados de Dios» comporta el máximo de humildad y el máximo de
respeto por los otros. De allí que la reciprocidad necesaria en las relaciones
familiares debe estar animada por la caridad (comportarse con los otros como el
Señor se comporta con nosotros). Es más, la Iglesia tiene que ser como una gran
familia que vive en la presencia del Padre Dios con los sentimientos tan
elevados y nobles que San Pablo enumera en su carta: misericordia entrañable,
bondad, humildad, dulzura, comprensión, perdón mutuo, paz.
3.- Las reflexiones anteriores nos permiten iluminar con la Palabra de Dios las
variadas realidades familiares que vivimos y reflexionar en las principales
orientaciones del magisterio acerca de la familia. Comunidad de personas, la
familia nace del matrimonio, sacramento de la unión de Cristo con su Iglesia. La
misión de la familia cristiana ha de realizarse tanto en la formación de una
comunidad de amor entre sus miembros como en el servicio de transmisión de la
vida y de educación en los valores esenciales de la vida humana. Siendo célula
primera y vital de la sociedad, la familia ha de participar en el desarrollo de
la sociedad y de la Iglesia, constituyéndose en comunidad creyente y
evangelizadora, en diálogo con Dios y al servicio del prójimo. La familia
cristiana no debe ser como cualquier familia, debe vivir abierta a la entera
comunidad eclesial, de suyo debe ser como una especie de «Iglesia doméstica» que
se integra a la gran Iglesia constituyendo uno de sus pilares fundamentales. Las
relaciones entre los esposos cristianos no están regidas por un simple contrato
civil de matrimonio; entre ellos se realiza el misterio del amor de Dios
significado en el sacramento del matrimonio y, junto con sus hijos e hijas,
deben vivir los mismos ideales que la Escritura muestra para la Iglesia entera.
4.- Sin embargo, al mirar las familias de nuestras comunidades, viene espontánea
la pregunta: ¿Por qué nuestras familias no son así? A este punto, convendría
resaltar las dificultades que atraviesan las familias y los núcleos familiares
en nuestra realidad, especialmente en las áreas rurales y marginales. La
violencia intrafamiliar, el machismo, el abandono de cónyuge e hijos, el
divorcio, son todas realidades que enfrentamos y que se explican porque falta
una apropiada educación para el amor que permita entrar en el proyecto de Dios
para la familia. La familia es como del «santuario de la vida». Eso fue la
Sagrada Familia. ¿Porqué nuestras familias no podrían también serlo? ¿Qué
actitudes de las señaladas en las lecturas de hoy podrían ayudarnos para
lograrlo?
5.- Nosotros podemos transformar concretamente nuestras actitudes y, por tanto,
las variadas situaciones familiares que vivimos para acoger el anuncio de la
Palabra. Se trata de hacer presentes aquellas actitudes muy humanas que pueden
hacer la vida familiar más conforme al plan de Dios: gratitud, lealtad,
obediencia, generosidad, afabilidad, etc. Actitudes que deben ser asumidas por
todos los miembros de la familia, especialmente hacia las personas más
necesitadas de amor activo en el núcleo familiar. Los ejemplos dependerán de las
circunstancias de los oyentes, pero han de llevar a un compromiso real de
cambio.