Solemnidad. Santa María, Madre de Dios
Lc 2, 16-21
Autor: Padre Antonio Díaz Tortajada
Nm 6, 22-27
Salmo 66, 2-8
Ga 4, 4-7
Lc 2, 16-21
1. - Este primero de enero, primer día del año, celebramos la
festividad de Santa María, Madre de Dios. En medio de este misterio de la
Navidad, María es como el “paradigma” de la humanidad que se abre al amor de
Dios, ella encarna el ideal de los pobres de Yahvé, el modelo del discípulo que
“escucha” la Palabra y la pone en práctica. Y será felicitada por su Hijo, por
esta actitud de escucha confiada de la Palabra.
¡No olvidemos en esta fiesta la regla de los benedictinos! Esta regla es uno de
los documentos fundamentales de occidente y comienza con las palabras: “Escucha
hijo”. El apóstol san Pablo afirma: “Luego la fe es por el oír; y el oír por la
palabra de Dios”.
Según unas palabras de Cristo no recogidas en la Biblia se nos da el siguiente
buen consejo: “Quien quiera estar con Dios, necesita diez cosas: Nueve partes de
silencio y una parte de soledad”. El silencio es imprescindible para no
confundir la palabra de Dios con las palabras de uno mismo.
2. - María es la que escucha la Palabra. A Satanás también se le llama el
“diabolos”, el “que revuelve todo” y el “que hace mucho ruido” y se propone
robarnos el oído. Su tarea consiste en proveer constantemente datos e
informaciones a los hombres, de modo que casi ensordezcan y ya no sean capaces
de percibir cuál es el camino verdadero, y, en especial, la voz de la vida
misma.
La figura opuesta a Satanás, que tras la ascensión de Cristo hizo que los
apóstoles por miedo se dispersaran en todas direcciones, es María, que recoge a
los apóstoles de su dispersión, que los vuelve a reunir: Bajo un mismo techo, en
la misma casa, en la misma mesa, esto es, en la sala de la última cena en
Jerusalén, donde se convierte en la rezadora y a cuyo término se halla el suceso
del milagro de Pentecostés.
María nos recoge de la dispersión. Por ello es la “symbola”, que significa la
“recolectora”, que hace frente al “diabolos” que siembra la confusión. También
hoy, María nos ofrece al niño, Cristo, el centro de nuestras vidas.
Los Padres de la Iglesia tenían aún el valor de decir: “Dios es la palabra
eterna, se hace hombre para que el hombre sea Dios”. La creación es grandeza,
belleza y verdad. Y el amor es cariño que ha cobrado vida. ¿Cuánto cariño
necesita un niño para hacerse adulto? Y ahora nos damos cuenta de que el amor de
Dios va más allá de todos los conceptos. No puede expresarse en medidas, como el
universo no puede expresarse en cifras. El secreto de todo es el amor tal y como
Dios lo define.
3.- Y María conservaba todas estas cosas, meditándolas en su corazón. Esta
descripción de la actividad interior de María aparece todavía en otra ocasión:
Con motivo del encuentro de Jesús en el templo. Lucas utiliza verbos distintos:
conservar, rumiar, meditar, dar vueltas. El primero sugiere la acción de guardar
celosamente un tesoro muy valioso en lugar seguro. Corazón significa en la
antropología hebrea la intimidad de la persona: Entendimiento, voluntad, sede de
los sentimientos más nobles del hombre. Guardar celosamente en lo más íntimo de
su persona es lo que hace María con todo lo que escucha y observa. Pero además
"medita" (rumia y da vueltas) todos los acontecimiento y gestos que se producen
alrededor de Jesús. Más tarde los mismos gestos y actitudes de Jesús serán el
objeto de su labor de meditación. La misma expresión la encontramos en libro del
Génesis al hablar de los sueños de José: Jacob meditaba todo esto. El
significado correcto parece ser el de "dar vueltas" en el interior a fin de
ordenar todos los elementos y encontrarles su sentido. Es la acción de quien
quiere entrar y asimilar el misterio. María daba muchas vueltas para entrar en
la comprensión de Jesús, dada la riqueza de la personalidad del Hijo. Y es una
labor que mantuvo toda su vida. Como Jacob, quiere encontrar el sentido de
cuanto Jesús hace y dice. María es, madre y maestra, de los discípulos de Jesús
inmersos en un mundo poco habituado a escuchar y, todavía menos, la palabra de
Dios. Los creyentes han de responder a esta urgencia insustituible de escucha y
de búsqueda de sentido en la personalidad de Jesús. Es la respuesta que el mundo
necesita.
4. - María es llamada a cumplir la singular e irrepetible misión de ser la Madre
de Dios. De este don arrancan todas las demás prerrogativas. Pero también es
necesario dirigir la mirada hacia su respuesta permanente y fiel. Lucas nos
recuerda esta escena del ministerio de Jesús: Una mujer de entre la multitud
dijo en voz alta: Dichoso el seno que te llevó y los pechos que te amamantaron.
Pero Jesús dijo: Más bien dichosos los que escuchan la palabra de Dios y la
ponen en práctica La virgen María, con toda perfección cumplió, la voluntad del
Padre, y, por esto, es más importante su condición de discípula de Cristo que la
de madre de Cristo, es más dichosa por ser discípula de Cristo que por ser madre
de Cristo. Por eso, María fue bienaventurada, porque, antes de dar a luz a su
maestro, lo llevó en su seno ... De ahí que María es dichosa también porque
escuchó la Palabra de Dios y la cumplió; llevó en su seno el cuerpo de Cristo,
pero más aún guardó en su mente la verdad de Cristo... Y es más importante lo
que está en la mente que lo que se lleva en el seno.
5. La verdadera relación con María se podría resumir en cuatro expresiones:
conocerla cada vez mejor; imitarla cada vez con más fidelidad; amarla y dejarnos
amar por ella con mayor intensidad y venerarla desde el corazón y los gestos
visibles. Sólo en la conjunción de las cuatro actitudes estaremos en el camino
correcto de nuestra relación con ella. La escucha de la palabra cuenta con una
congratulación-bienaventuranza de Jesús. La alegría que proporciona la tarea de
llevar la buena noticia no es fácilmente comparable con otras formas de alegría.
Si queremos que durante este nuevo año nuestra vida sea de verdad cristiana,
hemos de ser como María, intérprete de los hechos históricos y contemplativa
delante de las acciones de Dios.
Los pastores una vez encontrado a Jesús, se convierten en pregoneros de lo que
han visto y oído. Son mensajeros y apóstoles de la “buena noticia”. Esa será la
tarea fundamental de los Apóstoles y de la Iglesia. Por eso Lucas retrotrae a la
infancia la experiencia pascual de la proclamación de Jesús. Los creyentes somos
convocados a proclamar y pregonar por el mundo lo que hemos visto y oído en la
experiencia sacramental, en la escucha de la palabra y en la experiencia
personal. Sabemos que todo encuentro importante deja una huella imborrable en el
espíritu y una urgencia irresistible de comunicarlo. La auténtica experiencia
empuja a una sincera y convincente comunicación.