VI Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo B
Mc 1, 40-45
Autor: Padre Antonio Díaz Tortajada
Lv 13, 1-2.44-46
Salmo 31
1Cor 10,31-11,1
Mc 1, 40-45
1. - En un mundo como el nuestro, que en no pocos aspectos está tocando
la raya de lo insólito y desconocido, persisten, sin embargo atavismos
inexplicables. O explicables únicamente desde una inteligente dirección de las
constantes anímicas del hombre. ¿Como explicarse, por ejemplo, que una cultura
tecnificada, científica y aséptica, la magia, la brujería y la metapsíquica
alcancen convocatorias multitudinarias, superiores a todas las registradas en
las épocas más oscurantistas de la sociedad humana? Es un contraste tan obvio
que merece un comentario aparte. Hoy no lo haremos.
2. - Quisiera, sin embargo, referirme a un tema magistral en el terreno de los
conceptos, pero capital en su incidencia sociológica y que aparece en el
pentagrama de nuestra liturgia dominical de hoy: la lepra.
La primera lectura de la liturgia de hoy, sacada del Levítico, nos describe el
proceso por el que un «leproso» era declarado impuro y separado de la comunidad
de Israel. El «leproso» era un marginado, un segregado de la sociedad, para
todos los efectos, era un muerto en el pueblo judío. Un leproso, en términos
religiosos, era un «herido por Dios». Curar a un «leproso» era lo mismo que
resucitar a un muerto, como podemos ver con el caso de Naamán el sirio y el
profeta Eliseo.
Este pasaje nos ayuda a tomar conciencia de la gravedad de la enfermedad de la
lepra. Consecuente con la idea, parecida a la de los reencarnacionistas, de que
toda enfermedad era compensación y castigo por un pecado, el enfermo debía
apartarse no sólo por el dolor y la deformidad repulsiva, causados por la lepra,
sino porque legalmente, religiosamente, era considerado impuro y portador de
impureza. La presencia del "leproso" era contaminante.
3. - A Jesús se le acerca un «leproso» «Si quieres puedes limpiarme.» Que el
leproso se acerque a Jesús es ya una violación de la Ley. Que se ponga de
rodillas ante Él, cerrándole el paso, es otro signo de rebeldía. El acercarse el
«leproso» a Jesús y ponerse de rodillas demuestra lo que significa creer,
confiar en quien tiene delante.
Jesús conmovido, toca lo intocable. Y esto viola gravemente las disposiciones
legales y queda «impuro». Por ese motivo ya no podrá entrar en los poblados.
Entonces, se queda fuera, marginado y rebelde. Finalmente, el mismo «leproso»
curado, no obedece la estricta prohibición de Jesús. Es como si, en tantas
coincidencias, hubiera un designio de exaltar la rebeldía. Quizás en esta
manera, casi primitiva, de zafarnos de los moldes que se nos quieren imponer
como únicos, esté el secreto de una eficaz resistencia para el cambio.
4. En los relatos paralelos al de Marcos, Pedro, consciente de sus pecados,
atemorizado, pide a Jesús que se aleje de él; aquí, en Marcos, se afirma la
contrapartida: aunque tus pecados te cubran como la lepra, Jesucristo no se
alejará de ti, te tocará y te curará.
Jesús cura a un «leproso», este relato de Marcos nos revela que Jesús es el Dios
que da vida a los muertos, a los muertos física o espiritualmente. En la
mentalidad judía de la época, la enfermedad es lo que se ve del pecado, así que
una lepra era lo que se veía exteriormente de un pecado muy grave. Esa es la
argumentación, por ejemplo, de los «amigos» de Job cuando éste, justo, aparece
cubierto de lepra: confiesa tu pecado.
En los paralelos evangélicos a Marcos, se nos dice que esta señal, sanar
leprosos, junto a la de resucitar muertos y a la de evangelizar a los pobres, se
da justamente como señal para reconocer que el Mesías es Jesús.
Jesús manda al leproso curado a que se presente donde el sacerdote para que éste
le extienda el equivalente a un certificado de salud, como estaba mandado para
autorizar a un leproso curado la convivencia con sus conciudadanos. Es el único
motivo que aparece en los evangelios por el que Jesús manda a alguien ponerse en
relación con sacerdotes de su religión y, fijémonos, lo hace para que éstos
hagan algo que ahora nadie opinaría que es labor sacerdotal. Si la enfermedad
(toda enfermedad) era vista como posesión demoníaca, era lógico que el sacerdote
interviniera para certificar la curación.
5. La unión entre pecado y enfermedad, entre enfermedad y espíritus malignos era
tan lógica en la mentalidad popular judía que Jesús empieza siempre por perdonar
los pecados para curar después; quitada la causa, el pecado, tenía que
desaparecer el efecto: la enfermedad. Entre nuestra gente hay muchos que no han
querido darse por enterados de las explicaciones científicas (la existencia de
microbios, virus y bacilos, por ejemplo) y que siguen atribuyendo las
enfermedades a espíritus malignos, o a castigo de Dios por los pecados.