I Domingo de Cuaresma, Ciclo B
Mt 6, 1-6, 16-18
Autor: Padre Antonio Díaz Tortajada
Gn 9, 8-15
Salmo 24
1P 3, 18-22
Mc 1.12-15
1. Dos referencias bíblicas de larga experiencia religiosa dominan el
panorama de las lecturas de este primer domingo de Cuaresma. Peregrinación hacia
la Pascua, la liturgia cuaresmal nos recuerda que en el arranque de la larga
marcha se sitúa la alianza de Dios con el mundo. Todo arranca en el designio
salvador de Dios, designio gracioso, desinteresado por parte de Dios, absoluta
donación divina y total iniciativa de su amor a los hombres.
El Dios que crea y el Dios que salva sólo persigue el bien del mundo. La de Dios
es una alianza peculiar que no mira a dar y cobrar, a entregar y recibir, a
ofrecer y demandar. Es alianza porque empeña de manera permanente e irreversible
la palabra de Dios, porque le compromete para siempre jamás en su propósito
salvador, porque le caracteriza ante la veleidad humana como el absolutamente
fiel a sus promesas, sea cual fuere el comportamiento del hombre.
La estabilidad del mundo, el orden de la creación, el ritmo de las estaciones
aparece así, ante la fe, los hagiógrafos sagrados, como símbolo y expresión de
la alianza de Dios con el hombre. La vida creada es, en definitiva, la gran
demostración del Dios que en tanto aprecia la existencia de los hombres que ha
empeñado su palabra de hacerla libre de las caducidades a que esta sometido el
existir en el tiempo y en la muerte. “El diluvio no volverá a destruir la vida
ni habrá otro diluvio que devaste la tierra”: “Recordaré mi pacto con
vosotros... y el diluvio no volverá a destruir los vivientes”. Así se expresa el
libro del Génesis en el texto de la primera lectura de hoy.
2. La segunda lectura tomada de la primera carta de san Pedro, amplia el
horizonte. La alianza noética es solo un comienzo que apunta hacia una plenitud.
Tras la tormenta de la cólera ha salido el sol y se ha formado el arco iris y
recuerda el pacto de Dios con “todos los animales, con todos los vivientes”. A
la alianza primera de la creación, en la que Dios se muestra libertador y
salvador de la vida de los hombres, sigue en último término la alianza
definitiva de la gran liberación salvadora. “Cristo murió por los pecados una
vez para siempre; el inocente por los culpables para conducirnos a Dios”.
La alianza con Noé fue, en expresión de san Pedro, “un símbolo”, un anticipo, un
preámbulo, un comienzo. El Dios fiel a la vida en el tiempo será más fiel aún
para liberar y salvar la vida en la plenitud de los tiempos.
Creer en Jesús y bautizarse en el nombre de Jesús es aceptar y comprometerse en
relación a esta alianza terminal. Hay en esto una tremenda y rotunda paradoja:
Se cree en el Espíritu que resucitó a Jesús, y esta fe es garantía de que, tras
la muerte, la vida quedara liberada y salvada de toda caducidad. Porque creer en
la fuerza del Espíritu que da vida es creer que el Dios de la alianza creadora
es el mismo Dios de la alianza salvadora.
3. Esta fe reclama mucho de audacia. Para profesarla y mantenerla, el creyente
ha de permanecer en lucha continua, Mil argumentos concurren contra este esperar
confiado en la alianza de Dios para con el mundo, y hay que superar el peso del
desmoronamiento de la existencia terrena para abrirse a la esperanza de que
“Dios es capaz de salvarnos”. La tercera lectura bíblica de hoy nos presenta el
aguafuerte de las “tentaciones” de Jesús. Para decirnos ¿qué? Para decirnos que
el sostenimiento en la fe es duro bregar, lucha continuada, sostenido esfuerzo.
Dios liberador y salvador inicia su obra en el tiempo por la fuerza del
Espíritu, no a través del milagrerismo fácil, de la resolución de las
“papeletas” de la existencia, del poder del dinero y de la autoridad.
4. Para detectar este Espíritu hay que volver al desierto, que es símbolo de la
hora primera de la alianza y espacio adecuado para, en la oración, descubrir el
rostro de Dios que salva. La Cuaresma, por ello, es invitación a una mayor
obediencia a la Palabra de la alianza, a una mayor oración, a una superación de
nuestras trivialidades y consumismos. Y no para personal complacencia, sino para
más comprometida intervención en el mundo. Por eso el evangelio de Marcos de las
“tentaciones”, desemboca en la proclamación de la llegada del Reino. “Se ha
cumplido el plazo: Está cerca el Reino de Dios”.