Sábado Santo de la Sepultura del Señor

Mt 28, 1-10

Autor: Padre Antonio Díaz Tortajada

 

Gn 1, 1-2,2
Ex 14,15,15-15,1
Is 54, 5-14
Ez 36, 16-17a. 18-28
Rm 6,3-11
Mt 28, 1-10


1. El pueblo de Israel celebra la Pascua ––el “paso” de Dios por sus vidas en el desierto–– comiendo el cordero pascual y
panes ázimos, porque "el paso" se realiza aprisa: No hay tiempo para detenerse; urge salir de Egipto; apremia salir de la
esclavitud; hay que pasar rápidamente a una nueva vida: «No comerás con la víctima pan fermentado; durante siete días la
comerás con ázimos, pan de aflicción, porque a toda prisa saliste del país de Egipto: para que te acuerdes todos los días de
tu vida del día en que saliste del país de Egipto».

Esto nos anima a todos nosotros a realizar también la Pascua. Todos la hemos vivido ya en nuestro Bautismo. El Señor ha
querido sacarnos del pecado y de la esclavitud: “Para ser libres nos libertó Cristo. Manteneos, pues, firmes y no os dejéis
oprimir nuevamente bajo el yugo de la esclavitud”. El Señor nos ha hecho pasar a la libertad de los hijos de Dios; ha
perdonado el pecado original en nosotros y sus consecuencias.

¿Hemos hecho nosotros este "paso" de la esclavitud a la libertad? ¿Acaso estamos aún con las manos atadas y con el corazón
esclavizado por el egoísmo? ¿Vivimos todavía en las tinieblas: Sin fe, sin luz, sin alegría, sin gozo?

2. El Evangelio nos ha hablado de otra "pascua": Cristo ha vencido la muerte y ha Resucitado. Ciertamente, Cristo murió por
nosotros. Pero Cristo vence la muerte y vence el odio. Lo que celebramos en esta noche santa es la Pascua de Cristo: Su paso
de la muerte a la Vida. ¡Cristo vive! Éste es el gran grito de alegría de la Pascua.

Los cristianos profesamos la fe en la Resurrección de Jesucristo. Y nos transformamos en testigos de esta fe de la Iglesia.
Hemos de ser testigos de la Resurrección del Señor.

Ser cristiano implica haber experimentado la Pascua, ––el “paso” de Dios–– en la propia vida y en el propio corazón; ser
cristiano supone haberse encontrado con Cristo, que cambia la vida y la transforma con su luz; ser cristiano entraña unirse
en el Bautismo a la muerte y resurrección de Jesucristo.

En la celebración de esta Vigilia Pascual, se sumerge en el agua el cirio pascual, simbolizando la muerte en Cristo; después
somos rociados con esa agua, significando que morimos al pecado y que Cristo nos transforma, nos ilumina y nos hace unas
nuevas criaturas.

3. Esta es la noche de la gran Pascua. ¡Insertémonos en la muerte de Cristo, para vivir la Resurrección con Él! ¡Unámonos a
la muerte de Jesús, para resucitar con Él! ¡Seamos testigos de la Resurrección del Señor! ¡Cristo vive y ha resucitado! ¡
Cristo ha vencido la muerte, el pecado, el dolor, el egoísmo y el sin sentido del hombre!

Pero hay que haber experimentado la salvación de Jesucristo, su cercanía y su presencia en nuestras vidas, para dar este
"paso", para hacer esta Pascua.