Noche de Navidad

Autor: Padre Antonio Izquierdo   

 

 

Primera: Is 9, 1-3.5-6; segunda: Tt 2, 11-14 Evangelio: Lc 2, 1-14

NEXO ENTRE LAS LECTURAS

"Os ha nacido un Salvador", es el mensaje central de la liturgia de esta noche santa. Un Salvador con unos rasgos extraordinarios profetizados por Isaías: Dios fuerte, siempre Padre, príncipe de la paz... (primera lectura). Un Salvador que viene para todos, pero especialmente para los más pequeños y humildes, como eran, por ejemplo, los pastores (evangelio). Un Salvador que nos enseña a renunciar a la impiedad y a las pasiones mundanas, y a vivir con sensatez, justicia y piedad en el tiempo presente (segunda lectura).


MENSAJE DOCTRINAL

Los rasgos de nuestro Salvador. 1) Quizás la primera cosa llamativa de nuestro Salvador es el ser un niño recién nacido, y además en pobreza. No ha hecho todavía nada: ni ha predicado, ni realizado milagros, ni ha sido crucificado, ni ha resucitado. Nos comienza a salvar por el mismo hecho de nacer. Es evidente que no salva por lo que hace o por la condición social y económica que detenta, sino por lo que es: Dios hecho niño. El mundo no se salvará por las obras extraordinarias y grandiosas de los hombres, sino por la presencia y transparencia de Dios en la vida de los cristianos. 2) Es un salvador para todos. En la primera lectura el salvador es prometido a la Galilea de los gentiles, donde junto a pueblos de estricta observancia judía, había también muchas ciudades enteramente paganas y otras con mezcla de razas y de religión. En el evangelio los primeros beneficiarios del anuncio de un Salvador son los pastores, gente humilde, y que gozaba de mala fama entre los judíos. San Pablo en la carta a Tito nos dice que "se ha manifestado la gracia salvadora de Dios a todos los hombres", sin excepción alguna (segunda lectura). Nadie por ningún motivo puede caer en la desesperación delante de nuestro salvador. 3) El salvador es, a la vez, rey, descendiente de David, que posee las mejores cualidades para reinar sobre los hombres: goza del don de consejo, tiene el poder mismo de Dios, es para todos como un padre, le interesa sobremanera la paz, gobierna con equidad y justicia buscando el bien de todos. Nuestro rey y salvador cumple todos los requisitos para traer al mundo la paz, la justicia, el bienestar, la felicidad. 4) Es un Niño, igual que todos los niños del mundo, pero a la vez absolutamente singular. En efecto, el cielo mismo interviene para alegrarse y glorificar a Dios por la presencia de este niño en la tierra.

Los hombres ante el Salvador. 1) Si el Niño que celebramos esta noche santa es el salvador de todos, no cabe otra actitud que aceptar con amor su salvación. Para acogerla con amor se precisa el reconocimiento sincero de estar necesitado de ella, y además la conciencia de que la autosalvación es imposible; la salvación se nos da, no forma parte de los derechos humanos, ni es objeto de conquista. Acoger la salvación requiere un acto de plena libertad y una singular valoración de la persona que me salva, por pura iniciativa suya y sin pedirme nada de antemano. Si alguien no acoge a este Niño salvador es, en el mayor de los casos, por ignorancia: No sabe lo que se pierde. 2) Quien lo acoge, ha de hacerlo con alegría; con la alegría de quien estaba envuelto en densas tinieblas, y ahora le llega la luz; la alegría del campesino a la hora de la siega y de la recolección; la alegría de los soldados que, según las costumbres de aquellos tiempos antiguos, lograda una victoria, se reparten el botín. 3) La acogida de nuestro Salvador es fuerza de renovación y compromiso para la vida. El Niño nos salva para que hagamos presente en nuestras vidas, como él, la prudencia, la fortaleza, la justicia, la piedad. No cabe duda de que la salvación de Dios no es una salvación de ganga y baratija; equivale a la salvación del hombre y a la salvación del mundo. "Fuera de él, no hay salvación".


SUGERENCIAS PASTORALES

Una noche para jamás olvidar. En la vida de todo hombre hay algún episodio, algún momento de su existencia que jamás olvidará. Esos momentos o episodios los solemos llamar fuertes, porque impresionan fuertemente nuestra inteligencia, nuestra sensibilidad y nuestra memoria. Si alguien ha tenido un accidente mortal, del que salió con vida por milagro, ¿lo podrá olvidar? O, no sé, la llegada del primer hijo tan deseado por los esposos, o esa noche insomne en que después de tantos meses aparentemente infecundos el artista intuye un cuadro o una obra literaria, o la muerte de un ser muy querido, o la primera operación quirúrgica, el primer proyecto arquitectónico o la primera misa. Quiero decirte que esta noche de Navidad, Navidad jubilar por los dos mil años del nacimiento de Jesucristo, ha de ser una experiencia religiosa tan fuerte en tu vida, que no la puedas olvidar jamás. Te invito a meterte en el misterio que celebramos con toda tu persona y con toda tu capacidad de experimentar el amor. Te invito a pedir a ese Niño divino, con corazón humilde y con intensidad, que te alcance el milagro de una fe, de un amor y de una esperanza tan vivos, tan penetrantes, tan profundos, que permanezcan para siempre grabados en tu memoria. Habrá muchos millones de hombres, desgraciadamente, para quienes esta Navidad sea un día más o una navidad más. Que para ti no sea así. Se me ocurre imaginar que Dios está deseando grabar esta santa noche con letras de oro en tu mente, en tu corazón, y en el resto de tu vida futura.

Si el Salvador llama a tu puerta... La sociedad en que vivimos, nos ha obligado a ser prevenidos ante quien llama a la puerta. Puede ser una persona amiga, pero puede ser también un criminal, un desconocido con malas intenciones, una persona peligrosa... Ante ello, ponemos en acción tranca, cerrojo, ojo óptico en la puerta, etc. Todas las medidas parecen pocas para proteger la integridad de nuestra vida y nuestra privacy. Si esta noche un Niño llama a tu puerta, ¿serás capaz de reconocer que es tu Salvador? Y si el Salvador llama a tu puerta, ¿estás en disposiciones y en deseos de abrirle de par en par? La gran tragedia de los hombres está en que el Salvador llama y llama a su puerta, y no se le abre. Tal vez porque siendo un niño, se piense que no puede salvarnos. O tal vez porque la salvación que nos ofrece es diferente de la que soñamos, aunque sea equivocada o sumamente limitada. Si Dios te regala la salvación, no puede ser la que tú quieras, sino la que él te dé. Si te la regala, acéptala como es. Si te la regala, agredécela. Si te la regala, fíjate en el amor con que ese Niño te la da, piensa que te ama de verdad. Si te la regala, tú a tu vez regálala a otros , porque se trata de un don extraño: entre más lo das, más lo acrecientas. Si el Salvador, esta santa noche, llama a tu puerta... ¿qué esperas? Ábrela de par en par. Te aseguro que no te arrepentirás en la vida de haberlo hecho.