Solemnidad de María, Madre de Dios

Autor: Padre Antonio Izquierdo   

 

 

Primera: Núm. 6, 22-27; Segunda: Gal 4, 4-7; Evangelio: Lc 2, 16-21

NEXO ENTRE LAS LECTURAS

Hacer memoria, recordar, es propio del pueblo de Israel, de María santísima y del cristiano. El pueblo de Israel hace memoria, en el culto, de las maravillas que Dios ha realizado en él, que se resumen en la bendición y en la paz (primera lectura). María recuerda los acontecimientos que ha vivido en torno al misterio de su maternidad divina (evangelio). La comunidad cristiana hace memoria de Jesús, como un ser enteramente humano (nacido de mujer, nacido bajo la ley), pero al mismo tiempo Hijo de Dios, capaz de liberar al hombre de toda esclavitud (segunda lectura).


MENSAJE DOCTRINAL

Memoria de las "maravillas del Señor". En el pueblo de Israel, caso único, hay una clarísima conciencia de la presencia de Dios en su marcha por los senderos de la historia, muchas veces, para la mente humana, tortuosos y oscuros. Desde Adán todo responde a un designio, a una historia salvífica, y Dios es el artífice y el guía de esa historia. Los israelitas no cesan de admirar, generación tras generación, las obras sorprendentes y grandiosas llevadas a cabo por Dios en bien de su pueblo: las plagas de Egipto, la liberación de la esclavitud egipcia, la revelación del Sinaí y el don del Decálogo, la victoria sobre los diversos enemigos que tienen que afrontar en su camino hacia la tierra prometida, la tierra que mana leche y miel, la presencia viva y consoladora en el templo de Jerusalén, el inesperado retorno del exilio de Babilonia... El lugar por excelencia de la memoria es la liturgia en el santuario primero y luego en el templo de Jerusalén. Antes que nada, la liturgia de las grandes fiestas: Pascua, Pentecostés, Tabernáculos. Luego, la liturgia de cada día y de las fiestas menores, como el inicio del año, los novilunios, o la fiesta de los "purim". La memoria de todos estos grandes acontecimientos se recogía condensadamente, al terminar la liturgia del día, en la bendición de la primera lectura, y se proyectaba como deseo para el futuro. Gracias a la memoria de las maravillas del Señor existe el Antiguo Testamento, y los cristianos conocemos nuestros orígenes y el modo de obrar de Dios en la historia. Los primeros cristianos seguirán recordando las maravillas de Dios en la vida de Jesús y de la primitiva Iglesia, y por ello tenemos el Nuevo Testamento y el grande misterio que da razón de ser de nuestra existencia, de nuestra misión en el mundo y de nuestro destino final.

Nuestra Señora del recuerdo. En dos ocasiones, que tienen que ver con los misterios de la infancia de Jesús, san Lucas menciona a María haciendo memoria de los acontecimientos vividos. No se trata de un acto aislado, pasajero, sino de una actitud de María, que mantiene a lo largo de su vida terrena. En el Magnificat recuerda la misericordia de Dios, de generación en generación, para los que lo temen. María recuerda, sobre todo, los acontecimientos en los que Ella ha tomado parte: encarnación del Verbo, nacimiento de Jesús, adoración de los pastores y de los Magos, circuncisión del Niño, imposición del nombre, etc. Recuerda los hechos, pero principalmente el misterio inefable que en los hechos se esconde, para entrar en él por medio de la fe y del amor. Evoquemos también la figura de María, en los últimos años de su vida, haciendo memoria de la vida de Jesús en Nazaret, de la vida pública de su hijo, del misterio pascual, de Pentecostés, de los inicios de la Iglesia... María entra en la bodega del recuerdo, no con la nostalgia de experiencias profundas e irrepetibles, sino con el gozo de quien revive esos momentos en el presente, gracias a la profundidad y riqueza del misterio que en ellos se encierra y que a todos interpela. María, la dimensión femenina y maternal de la Iglesia, pone de relieve el papel de la memoria, de la contemplación activa, para que el cristianismo se mantenga fiel a sus orígenes y en ellos encuentre el impulso más genuino a la acción y al apostolado.


SUGERENCIAS PASTORALES

¿Existe una amnesia cristiana? La amnesia, en la vida humana, es uno de los síntomas de edad avanzada, de decrepitud. A mayor número de años, menor capacidad de recuerdo. Este fenómeno humano, ¿se verifica por igual en la sociedad y en las instituciones? Si hay amnesia histórica, ¿es signo de que la sociedad, o una institución ha perdido vitalidad y está envejeciendo? Refiriéndome a la Iglesia, ¿se puede hablar de una amnesia cristiana? Al menos hay ciertos síntomas preocupantes: existen hoy en día bautizados que no conocen lo esencial del catecismo, a veces ni siquiera los diez mandamientos; bautizados que ignoran los grandes hitos de la historia de la salvación, incluso los grandes misterios de la vida de Jesucristo; bautizados que desconocen hasta los momentos más significativos de la historia de la Iglesia, las grandes verdades del dogma y de la moral cristiana... ¿Qué decir en estos casos, sino que la Iglesia ha perdido memoria en no pocos de sus hijos? Para recuperarla, no hay otro camino que crear el gusto del recuerdo, hacer valorar a las jóvenes generaciones el tesoro extraordinario de la tradición cristiana, ayudarles a hacer memoria de ella con la conciencia de que en el pasado están las semillas que florecen en el presente y darán su fruto maduro en el porvenir. No será inútil señalar que el cristiano con amnesia de sus orígenes y de su historia comete un grave pecado de omisión, que le perjudica a él en su identidad cristiana, pero que también hace daño a la comunidad eclesial porque la envejece, en lugar de renovarla y rejuvenecerla.

Recordar rezando el rosario. Uno de los medios más eficaces que la Iglesia ofrece a la piedad cristiana para recordar es el rezo del santo Rosario. El Rosario se reza en honor y alabanza de María santísima, pero el centro de los misterios que se recuerdan lo ocupan los acontecimientos principales de la vida de Jesucristo. En esta práctica de piedad, que ha caído notablemente en desuso en nuestro tiempo, al culto a María se une el recuerdo de las grandes verdades del misterio cristiano, realizándose de este modo una síntesis muy recomendable entre fe y piedad. En el recuerdo de estos acontecimientos nos acompaña María que los vivió de modo personal, y que ahora nos hace de guía y de modelo. Con ella y como a través de su memoria, recordamos los misterios gozosos, que tienen que ver con la llegada del Mesías entre nosotros, del Enmanuel, y en los que María tomó parte de un modo único y excepcional. Recordamos también los misterios dolorosos, misterios que se refieren a los últimos días de la vida de Jesús entre los hombres, en los que consumó la obra de la Redención muriendo en una cruz, a cuyos pies María compartía su dolor y colaboraba de modo singular en la obra de la Redención. Recordamos, finalmente, los misterios gloriosos, en los que celebramos el triunfo de Jesucristo y, asociado a Él y por obra suya, el triunfo de María santísima, llevada en cuerpo y alma a la gloria celestial. ¿Habrá pasado de moda la práctica del rosario? ¿Cómo rezar el rosario, individualmente o en grupo, para que sea memoria viva de los misterios de nuestra fe, cogidos de la mano maternal de María?