I Domingo de Cuaresma, Ciclo C

Autor: Padre Antonio Izquierdo   

 

 

Primera: Deut 26, 4-10; Segunda: Rom 10, 8-13; Evangelio: Lc 4, 1-13

NEXO ENTRE LAS LECTURAS

No es difícil detectar en las tres lecturas de hoy una confesión de fe o pequeño "credo". El credo del pueblo israelita, profesado en el templo, durante la fiesta de las Primicias: "Mi padre era un arameo errante... El Señor nos dio esta tierra que mana leche y miel. Por eso, traigo las primicias de esta tierra que el Señor me ha dado" (primera lectura). Las tres respuestas que Jesús da a Satanás en el texto evangélico constituyen una confesión de fe existencial por parte de Jesús: "No sólo de pan vive el hombre", "Adorarás al Señor tu Dios" y "No tentarás al Señor tu Dios". Finalmente, en la segunda lectura se encuentra una fórmula muy concisa y antigua de profesión cristiana: "Jesús es el Señor", a quien Dios ha resucitado de entre los muertos.


MENSAJE DOCTRINAL

La confesión de fe de Jesús. En un momento tan existencial, como es la tentación, y en unas circunstancias tan favorables para caer en ella, Jesús sale vencedor mediante el recurso de la Palabra del Dios vivo. Ante la primera tentación, de carácter material y económico (haz que estas piedras se conviertan en pan), Jesús confiesa que hay bienes superiores al alimento y que no se puede reducir al ser humano a un objeto de consumo, a un homo oeconomicus, sin trascendencia. A los ataques diabólicos en el campo político, invitándole a usar de medios ilícitos e injustos para ganar poder e influjo (todos los reinos de la tierra te daré...), y a dejar al margen la voluntad de Dios, Jesús confiesa con vigor que no está dispuesto a dejarse engañar por la ambición de poder y que Dios es para él un absoluto sin más (Adorarás al Señor tu Dios). Cuando, en la tercera tentación, Satanás le ataca por el lado de la religión, citando la Sagrada Escritura e induciéndole a pedir a Dios un milagro, Jesús declara abiertamente que el hombre nunca ha de someter a prueba a Dios (No pondrás a prueba al Señor tu Dios). Las tentaciones de Jesús (económica, política, religiosa) son las tentaciones del pueblo de Israel en el desierto, y son las tentaciones de todo hombre. El pueblo de Israel sucumbió a ellas, Jesús las venció, el hombre ha sido capacitado por Cristo para vencerlas, si acepta el misterio de la Redención.

La fe cristiana no es una serie de ideas, sino historia. El "credo" que nos presenta la liturgia hodierna no está formado por unas ideas elevadas sobre Dios, su esencia y sus atributos, o sobre la razón de ser del hombre y del mundo en la mente divina. El "credo" del pueblo de Israel, de Jesús y de la comunidad cristiana es un credo marcado por las vicisitudes históricas de un pueblo, de un hombre-Dios, de una comunidad creyente. El credo de Israel inicia con la historia de Jacob, un arameo errante, y de su descendencia, conducidos por Dios, a lo largo de los siglos, hasta llevarlos a la tierra prometida. Jesús, en su confesión ante las tentaciones, ¿qué hace sino situarlas en las relaciones de la historia misma de Dios con su pueblo? El credo del pueblo cristiano se funda en la historia de Jesús de Nazaret, constituido Señor por su Padre, al resucitarlo de entre los muertos. Las ideas no son para creerse sino para pensarse; la historia, cuando entra Dios en ella, no ha de ser tanto objeto de reflexión cuanto de profesión de fe.

Dos fidelidades que Dios quiere unidas. Los textos litúrgicos manifiestan la estupenda fidelidad de Dios al hombre. En medio de las oscuridades y de los "imposibles" de la historia, Dios caminó fielmente junto a su pueblo en Egipto, en el largo errar por el desierto, hasta introducirlo en la tierra prometida a Abrahán (primera lectura). Dios fue igualmente fiel para con su Hijo, Jesucristo, ante los duros ataques del demonio, y ante la tremenda derrota de la muerte (evangelio, segunda lectura). Dios quiere que a esta fidelidad suya se una la fidelidad del hombre. Jesús unió su fidelidad a la del Padre de un modo extraordinario. Los israelitas del desierto no respondieron con la misma fidelidad. Al hombre, al cristiano de hoy, se le ofrece la disyuntiva: ¿elegirá unir su fidelidad a la de Dios, como Jesucristo?


SUGERENCIAS PASTORALES

Confesar la fe en un mundo tentador. La tentación es una compañera inseparable de la vida humana. El tentador es uno solo, y tan orgulloso que no tiene reparos en tentar al mismo Hijo de Dios. Las formas que adopta y los medios que utiliza para tentar a los hombres van cambiando con los tiempos, las costumbres, las culturas, aunque las tentaciones fundamentales son siempre las mismas: tener, poder, saber, placer. En cualquiera de las tentaciones imaginables se incluye alguno de estos ingredientes. La sociedad actual ofrece al tentador un abanico de posibilidades numerosísimas. Digamos que las formas y modos que el demonio tiene de tentar al hombre de hoy han crecido de una manera geométrica, y el hombre ha sido en cierta manera sorprendido por esta avalancha de tentaciones y con no poca frecuencia vive bastante desguarnecido y desprotegido ante ellas. Como creyentes en Cristo, es un honor para nosotros y una gran osadía confesar nuestra fe en medio de este mundo tentador, que se ha propuesto olvidarla, ahogarla o marginarla entre las cosas inútiles que uno no se atreve a abandonar del todo. Las tentaciones provenientes del mundo serán para nosotros una ocasión importante para confesar a Jesucristo, nuestro Dios y Señor, y, mediante nuestra confesión de fe, vencer la tentación con la fuerza de Dios. No hemos de tener miedo a este mundo tentador. "Ésta es la victoria que vence al mundo: vuestra fe".

No nos dejes caer en tentación. El cristiano, como cualquier otro ser humano, es débil, y tiene además la conciencia de serlo. Pero le acompaña también la conciencia de poseer una fuerza superior, que le viene de Dios. Porque es débil, está convencido de que las acometidas del tentador pueden derrumbarle. Porque cuenta con la fuerza de Dios, está seguro de que no hay tentación, por poderosa que sea, que no pueda vencer. Por eso, el cristiano pide varias veces al día en el padrenuestro: "No nos dejes caer en tentación". Obviamente se refiere a cualquier tentación, pero de modo especial a la gran tentación que es la idolatría y la apostasía. El culto a otros "dioses" o ídolos acecha al hombre actual fuertemente, porque en el supermercado de la religión y de lo sagrado, junto a "productos" genuinos, se dan muchos que son sucedáneos e inauténticos. También la apostasía es muy tentadora en nuestro tiempo. Apóstata es quien reniega de la religión cristiana. Hoy en día, formas light de apostasía podrían considerarse el sincretismo religioso promovido en parte por la ignorancia y en parte por la acentuación del sentimiento, el ateísmo práctico de quien se llama cristiano pero vive como pagano, la actitud agnóstica de no pocos santones liberales y laicistas, que ofician en el panteón de la diosa ciencia y del dios progreso y les rinden culto. Como individuos, y como miembros de la Iglesia, recemos con fervor todos los días el padrenuestro, y pidamos humildemente al Señor que "no nos deje caer en tentación".