IV Domingo de Pascua, Ciclo C

Autor: Padre Antonio Izquierdo   

 

 

Primera: Hech 13, 14.43-52; segunda: Ap 7, 9.14-17 Evangelio: Jn 10, 27-30

NEXO ENTRE LAS LECTURAS

¡El Buen Pastor! Éste es el símbolo de Jesucristo que la liturgia de hoy resalta. Es el Buen Pastor, que conoce a sus ovejas y da la vida por ellas (evangelio). Es el Buen Pastor que a todos quiere salvar, tanto a las ovejas judías como a las paganas, y a todos ofrece su vida (primera lectura). Es el Buen Pastor, que apacienta a sus ovejas no sólo en esta tierra, sino también en el cielo, conduciéndolas a las fuentes de aguas vivas (segunda lectura).


MENSAJE DOCTRINAL

Las mirabilia del Buen Pastor. En la historia de Israel se habla mucho de las mirabilia Dei, de los grandes portentos que Dios hizo en favor de su pueblo. Es legítimo hablar también de las mirabilia Boni Pastoris. Veamos algunas que nos señalan los textos litúrgicos.

1) Yo conozco a mis ovejas. El carácter comunitario y social de la fe, no disminuye para nada el carácter personal de la relación del Buen Pastor con cada una de sus ovejas. Porque el conocer, en la lengua hebrea, implica además el amar, el desear el bien de la persona, el sentir afecto por ella. Es decir, sólo se puede llegar a conocer a una persona en el ámbito de la relación íntima y personal. Cuando el hombre es conocido de esa manera por Jesucristo, en virtud del carácter recíproco de toda relación personal, entra también en el mundo de la intimidad de Jesucristo, le escucha con atención y le sigue con fidelidad, alegría y agradecimiento. En el evangelio de san Juan, por otra parte, el conocer casi se identifica con el creer. Jesucristo tiene confianza, se fía de sus ovejas, porque las ama y se siente amado por ellas. Y, sobre todo, las ovejas confían en Cristo, y le confiesan como su Salvador y Señor.

2) Yo les doy vida eterna. El don más grande que Dios nos ha concedido es el de la vida. Pero esta vida dura unos años y luego... ¿reinará la muerte sobre el hombre? ¿volverá a la nada de la que Dios lo sacó al crearle? Es una pregunta que encuentra respuesta en Cristo resucitado. Él es el Señor de la vida, el Viviente. Siendo Señor de la vida, puede disponer de ella y darla a los que ama y confían en Él. Cristo nos hace partícipes de su misma vida, la que no está sometida al dominio de la muerte, la vida eterna. En el Apocalipsis leemos: "El Cordero (Cristo muerto y resucitado) que está en medio del trono los apacentará y los conducirá a fuentes de aguas vivas". La vida eterna es la misma vida de Cristo, que ya está presente en nosotros por el bautismo y por la gracia, y que adquirirá forma plena en el más allá de la existencia terrena. Como la vida terrena es un don precioso del Padre, la vida eterna es un don estupendo de Cristo resucitado.

3) Nadie puede arrebatármelas. Ningún poder, humano, angélico, diabólico, está por encima del poder de Cristo resucitado. Un poder que Cristo ha recibido del Padre omnipotente. Querer arrebatar a Jesucristo sus ovejas, equivaldría a arrebatárselas a Dios, el Padre de nuestro Señor Jesucristo. ¡Algo absurdo! Los hombres pueden cortar el hilo de esta vida, pero no pueden arrancar de las manos del Padre el disponer de la vida eterna. Los ángeles, como nos enseña el catecismo, están al servicio de Dios: "Con todo su ser, los ángeles son servidores y mensajeros de Dios" (CEC 329) y del hombre: "Desde la infancia a la muerte, la vida humana está rodeada de su custodia y de su intercesión" (CEC 336). El demonio, finalmente, aunque sea una criatura poderosa, por el hecho de ser espíritu puro, no puede impedir la edificación del Reino de Dios, no puede arrebatar de las manos de Cristo a sus ovejas, porque "el poder de Satán no es infinito" (CEC 395). Sólo y únicamente el hombre en su libertad puede escaparse del rebaño de Cristo y sustraerse de las manos bondadosas del Padre. El texto de los Hechos de los Apóstoles da fe de ello: "Los judíos se pusieron a rebatir con insultos las palabras de Pablo". ¡Qué poder tan tremendo el de la libertad, que puede hacer inútiles las mirabilia del Buen Pastor!

SUGERENCIAS PASTORALES

¡No tengáis miedo al Buen Pastor! El misterio de Cristo sobrepasa la mente humana. Por este motivo, el Nuevo Testamento recurre a tantas figuras y símbolos para expresar algo de su infinita riqueza. Se nos habla de Cristo maestro y profeta, Dios y Señor, luz y vida, alfa y omega, Salvador y Enmanuel, y así otros muchos. Uno de los más dulces nombres de Cristo es el de Buen Pastor. Es un nombre que gusta mucho a los niños, y que de ninguna manera desagrada a los adultos, porque la alegoría del Buen Pastor en el evangelio de san Juan es el equivalente de la parábola del hijo pródigo en el evangelio de san Lucas. ¿Quién hay que pueda tener miedo de Cristo, Buen Pastor, si lo único que busca y por lo que se desvive es por nuestro mayor bien? Es verdad que algunas verdades de nuestra fe pueden parecernos difíciles, pero no tengas miedo a las dificultades, el Buen Pastor te ayudará a entenderlas un poquito más, a aceptarlas con amor y alegría, como un regalo magnífico, y sobre todo a vivirlas con pasión y entrega. Puede ser que algunas enseñanzas morales del cristianismo sean costosas, duras, contra corriente, pero el mismo Buen Pastor, que te alimenta con estas verdades, te dará la fuerza para asimilarlas y llevarlas a la práctica en tu vida cotidiana. Puede ser que alguna vez te extravíes o desfallezcas en el camino de la vida, pero no tengas miedo en volver a Cristo, que él te pondrá sobre sus hombros y será feliz de haberte recuperado. ¡No tengas miedo! El Buen Pastor está dispuesto a todo, a todo, por amor a ti, por tu bien.

¡El martirio posible: don y libertad! La vocación cristiana por fuerza propia lleva ínsita en sí la vocación al martirio. Es por tanto, una posibilidad, a veces muy real y hasta cercana, para todo cristiano, allí donde esté. Y no pensemos que los mártires son posibles sólo en América hispana, Asia, África y Europa del Este. Cada año no son pocos los que han confesado su fe con el martirio en diversos continentes. En el mundo hay muchos que mueren violentamente, pero no son mártires; esto es un don de Cristo crucificado y exaltado a la derecha de Dios. Si el Crucificado no nos atrae hacia el martirio, no nos otorga esta semejanza suprema a Él, ni siquiera tendremos la posibilidad de ser mártires. Al don divino se añade la libertad humana, porque el martirio es un acto de soberana libertad. Nadie es coaccionado a morir mártir. Se llega a ser mártir, sólo si se es libre y se ama de veras. Existe el martirio cruento, posible para todos, efectivo sólo en algunos. Y existe el martirio incruento, posible y efectivo para todos: el martirio del deber cumplido, de la coherencia entre la fe y la vida, del testimonio constante, de vivir siempre en la verdad, de amar a los enemigos (políticos, ideológicos, religiosos, parroquiales...). Cualquiera que sea tu martirio, bebe el cáliz por Cristo y con Cristo.