II Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo A

Autor: Padre Antonio Izquierdo   

 

 

Primera: Is 49,3.5-6; Segunda: 1 Cor1,1-3; Evangelio: Jn 1,29-34 

NEXO entre las LECTURAS

Veo en el destino universal de Jesús el enlace de las tres lecturas. El siervo de Yavéh, prefiguración de Jesús, está llamado a "ser luz de las naciones para que la salvación llegue hasta los confines de la tierra" (primera lectura). En el evangelio Juen el Bautista muestra a Jesús como "el cordero de Dios que quita el pecado del mundo". Por su parte, san Pablo les dice a los corintios que "han sido llamados a ser pueblo de Dios con todos los que en cualquier lugar invocan el nombre de Jesucristo" (segunda lectura).

MENSAJE DOCTRINAL

Desde el inicio del tiempo ordinario la Iglesia nos invita a reflexionar sobre la salvación de Cristo, que está destinada a todos y que debe alcanzar a todos, para hacer presente su reino entre los hombres. Desde el inicio la Iglesia se muestra como la comunidad de salvación y quiere proclamar esta verdad en todos los rincones de la tierra.

La salvación llega a todos los hombres mediante la luz de Jesucristo, que cumple, en cuanto luz del mundo, la figura del siervo de Yavéh (primera lectura). Luz que proviene de la verdad de su mensaje, de su vida entera, pero particularmente de su sufrimiento hasta la muerte de cruz y de su gloriosa resurrección.

La salvación llega a todos los hombres mediante el cordero de Dios, víctima de expiación por nuestros pecados. Jesús es el cordero pascual que libera a todo hombre de la esclavitud de Egipto (Ex 12) o sea del pecado, es el cordero manso que es llevado al matadero para el sacrificio, cargando sobre sí nuestros dolores, soportando nuestros sufrimientos (Is 53), es el cordero glorioso, capaz de abrir el libro de siete sellos, que ningún otro puede abrir, y descifrar para la humanidad y para cada hombre los enigmas de la historia y del destino humano (Ap 5).

El sacramento que Dios ha donado a su Iglesia para ofrecer a la entera humanidad la salvación de Jesucristo es el Bautismo. Cristo bautizará, nos dice Juan el Bautista, con agua y con el Espíritu Santo. La Iglesia continuará la misión de Cristo, bautizando en el Espíritu. Porque este Espíritu divino hace eficaz la presencia en la humanidad de Cristo Salvador a lo largo de los siglos (evangelio).

Por eso, los cristianos, santificados por el Espíritu en el bautismo, son "los que invocan en cualquier lugar el nombre de Jesús, Cristo y Señor" (segunda lectura). El Espíritu que pone en nuestros corazones y en nuestros labios el nombre del Padre, "Abba", es el mismo que nos pone el nombre de Jesús, Salvador. Jesús es Salvador para todos porque todos estamos necesitados de salvación. 

SUGERENCIAS PASTORALES 

Sentirnos solidarios en la necesidad de salvación con todos los hombres, cristianos o no. No hay nadie que no busque la verdad, la felicidad, la salvación. En cierta medida todos somos buscadores: Buscamos para encontrar y, una vez que hemos encontrado, seguimos buscando para continuar encontrando esa plenitud de salvación y felicidad que sólo Dios puede dar. En fuerza de esta solidaridad, orar por todos con corazón generoso, sacrificarse en pequeñas cosas por todos, ofrecer las actividades diarias al Señor para que todos encuentren a Jesucristo, al Salvador que están buscando, quizá a tientas en medio de dificultades y de oscuridad, ayudar a todos los que encuentres en tu camino día tras día, que buscan a Cristo, pero todavía no han llegado a encontrarlo, a hacer de Cristo Salvador una experiencia significativa para toda su existencia.

Revivir el bautismo, no sólo como un hecho individual maravilloso, sino además como hecho eclesial, como inserción en la vida y vitalidad de la Iglesia, en su misión de instrumento de comunión y salvación del género humano. El bautismo es el gran resorte del espíritu misionero, la mejor manera de superar nuestro egoísmo y nuestro 'campanilismo', y de dar a nuestro corazón y a nuestra vida la misma dimensión de la Iglesia, horizontes abiertos a los cuatro puntos cardinales: ayuda a la Iglesia necesitada, voluntariado, espíritu misionero como sacerdote, religioso o laico, interés por conocer mejor la realidad de toda la Iglesia y sintonizar espiritualmente con ella, oración y sacrificio por las vocaciones misioneras...