Jueves Santo, Ciclo A

Autor: Padre Antonio Izquierdo   

 

 

Primera: Ex 12, 1-8.11-14; segunda: 1Cor 11, 23-26 Evangelio: Jn. 13, 1-15

NEXO entre las LECTURAS

La escena en la que se centra la liturgia es una sala en la que unas personas se reúnen para celebrar una cena. El texto y el contexto nos dicen que no es una cena cualquiera. Se trata de una cena singular, de gran importancia para todos los comensales. Los que se reúnen para cenar, en la primera lectura, son los miembros de una familia israelita, que con la cena celebran la liberación de la esclavitud egipcia: "Lo comerán esa noche, asado al fuego, con panes ácimos y hierbas amargas". En el Evangelio, quienes "están cenando" juntos son Jesús y sus discípulos, en momentos dramáticos, que preanuncian la pasión. El texto de la segunda lectura nos refiere de los cristianos de Corinto que se reunían primeramente para cenar y luego para celebrar el memorial de la "Cena del Señor".

MENSAJE DOCTRINAL

Dios nos revela las realidades sobrenaturales, y las propone a nuestra fe, mediante las realidades más cotidianas de la humana experiencia. ¿Qué cosa más cotidiana y normal que los miembros de una familia, o los amigos se junten para comer y convivir unas horas en un ambiente de alegría y espontaneidad? Eso es en primer lugar la Eucaristía: un banquete gozoso de Jesús con sus amigos; un banquete especial, porque "nos da a comer su carne y a beber su sangre", pero en un ámbito de amistad, de alegría y de convivio. La "santa misa" no es primeramente una ley canónica, más bien es una ley del corazón que exulta de gozo por encontrarse con los "hermanos" para celebrar juntos un banquete de amor y de libertad.

Efectivamente, la Eucaristía es una fiesta de libertad. En el mundo judío, esta fiesta se celebraba anualmente la semana de Pascua con un ritual bellísimo y elocuente: la sangre 'liberadora' del cordero inmolado marcando los palos de las tiendas, el hijo más pequeño que pregunta al padre de familia por el sentido de la fiesta, la cena de pie, con la cintura ceñida, con panes ácimos, y en disposición de marcha... Así se celebraba la liberación del poder opresor de Egipto, símbolo de toda esclavitud. Los cristianos, cada domingo, al celebrar la Eucaristía, celebramos la fiesta de la libertad de los hijos de Dios: liberación del pecado y de todos sus "productos" gracias a Jesucristo, Cordero inocente, inmolado para redención de todos los hombres. Es importante que los fieles tengan muy presente este aspecto de la Eucaristía: fiesta de la libertad integral (libertad de la gracia, libertad interior, libertad de los condicionamientos humanos...). Una libertad, inseparable del amor, verdadera razón de ser de la redención de Cristo, verdadera y única respuesta digna del hombre.

La Eucaristía, como nos recuerda san Pablo, es también una fiesta de fraternidad. Todos juntos, celebrando la Cena del Señor, nos sentimos hermanos entre nosotros porque somos todos hermanos de Cristo e hijos del mismo Padre. El rezo del padrenuestro, el abrazo de la paz y la participación en la comunión representan tres momentos particularmente intensos de esta fraternidad. Una fraternidad que no puede reducirse a la reunión dominical en torno a Cristo, sacerdote y víctima, sino que debe prolongarse día tras día a lo largo de toda la semana. Nos reunimos como hermanos, el domingo, para vivir como hermanos todos los días. 

SUGERENCIAS PASTORALES

Pienso que se ha hecho mucho, en las parroquias y sobre todo en ciertos grupos más comprometidos con la fe, para que la Eucaristía sea verdaderamente una fiesta, un canto de libertad, un poema de fraternidad. Seguramente, sin embargo, no nos extrañamos de que quede todavía mucho que hacer para que estos aspectos de la Eucaristía penetren en la mentalidad común de todos los fieles cristianos. Como sacerdote, como párroco o vicario parroquial, ¿qué puedo hacer para generalizar esta mentalidad? ¿qué iniciativas puedo tomar para que este modo de ver y celebrar la Eucaristía esté presente en la comunidad parroquial? He aquí unas sencillas propuestas.

Aprovechar la catequesis de los niños, de los jóvenes y de los adultos para explicar la celebración eucarística bajo estos aspectos, sin que por ello se deje fuera otros puntos importantes como la Eucaristía sacrificio de Cristo. Esto requiere que los, o las catequistas, hayan asimilado previamente este modo de concebir la Eucaristía. El sacerdote, el párroco de modo particular, prestará gran atención a una formación recta, completa y actualizada de los o las catequistas.

Las moniciones y la homilía en domingos, fiestas o circunstancias importantes como bautizos, primeras comuniones, bodas. Momentos privilegiados con que cuenta el sacerdote, no para 'sermonear' sobre la misa, sino para exponer con sencillez su sentido e invitar a participar en ella porque es algo que a todos nos atañe y "nos toca" de modo personal y comunitario. ¿Nos hemos preguntado alguna vez por qué la misa resulta 'aburrida' para la gente, cuando es una fiesta de amor y de libertad, de fraternidad?

Si en tu parroquia existe una "hoja parroquial", es también un buen medio para alguna vez decir qué es la misa, cómo la hemos de entender los cristianos, o para responder a ciertas objeciones de los fieles a la asistencia y participación en la Eucaristía. Hacerlo no con tono polémico, sino con sencillez, claridad, bondad. Porque dice un sano principio filosófico: "Nil volitum, quin praecognitum". "Nada se ama, si no es antes conocido".