XXVII Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo C

Lucas 17:1-5

Autor: Padre Carmén Mele O.P

 

 

“¿Qué tiene el evangelio para mí?” querríamos preguntar. Si tú eres padre de familia, jefe de trabajo, maestra de escuela, oficial del gobierno, o ministro de la Iglesia, escucha bien. El evangelio de este domingo tiene que ver con el desempeño de tus cargos. Jesús acaba de decir que los responsables por otras personas tienen que cuidar que no les den escándalo. Si lo dan, van a terminar peor que aquellos tirados en el mar llevando una piedra de molino como collar.

Porque tienen tanta responsabilidad los discípulos vienen a Jesús pidiendo más fe. Es como los maestros exigiendo sueldos más grandes por todos sus cargos que llevan. Aunque los educadores merezcan un aumento, Jesús asegura a sus seguidores que no les falta la fe. Simplemente tienen que vivirla para ver resultados tan espléndidos como palmeras plantándose alrededor de sus casas.

Sin embargo, dudamos cuando enfrentamos dificultades. Levantamos nuestra voz a Dios pidiendo socorro y si no lo recibimos pronto, sentimos que Él no nos escucha. Aún comenzamos a interrogar si Dios existe. Una mujer, madre de familia y por toda su vida católica practicante, dice que ya no está segura que tenga la fe. Recientemente su confianza en Dios ha sido sacudida. Desde su hijo perdió su empleo el año pasado, ella ha rezado que encuentre otro. Pero el joven no sólo no ha hallado trabajo sino no ha mostrado muchas ganas en la búsqueda.

Jesús cuenta la parábola para calmar nuestros temores. Como un siervo no espera que su amo le atienda cuando regresa del campo, tampoco debemos esperar que el Señor responda rápidamente a todos nuestros deseos. No somos cristianos para que sintamos cómodos en este mundo. Más bien, creemos para que tengamos la felicidad de la vida eterna. Recientemente se ha revelado que la Madre Teresa por largos años no sentía la cercanía de Dios. Ella escribió que experimentaba las tinieblas, la soledad, y la sequedad de la duda. No obstante todas las mañanas a las cuatro y media ella se presentaba ante Dios en la capilla. Además, todos los días recogía a los más apestosos de las calles. Afortunadamente, la mayoría de nosotros no tenemos el sentido de ser completamente abandonados como la Madre Teresa. Sin embargo, como ella queremos seguir adelante en la oración y en las obras de caridad. Que sigamos adelante en la oración y en la caridad.