XIX Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo C

Lucas 12, 32-48

Autor: Padre Carmén Mele O.P

 

 

Para prepararnos para un huracán tenemos que atender varias cosas. Deberíamos identificar los posibles peligros para proteger el hogar antes de que llegue la tormenta. También tendremos que conseguir varios suministros de emergencias como recipientes suficientes para cinco galones de agua para cada uno en la casa, bastantes alimentos no perecederos para cinco días, un botiquín de primeros auxilios, y un radio portátil y linternas de pilas. Además, será necesario tener un plan de evacuación que incluye las rutas indicadas de salir y un vehículo lleno de gasolina.

En contraste con esta lista larga de quehaceres para un huracán, el evangelio hoy nos recomienda sólo unos requisitos para la venida del Señor. En primer lugar debemos desencumbrarnos de cosas no necesarias. Es correcto, no tenemos que conseguir más cosas sino deberíamos regalar lo superfluo nuestro a los pobres. ¿Está lleno nuestro almacén de alimentos? Que hagamos algunas dispensas para los apurados. ¿Nos ha tenido éxito el negocio este año? Que preparemos un cheque para aquellos que asistan a los necesitados.

Entonces, tenemos que ponernos de hábitos para servir a los demás. ¿Cómo cumplimos esto? Aquí son algunos ejemplos. Un hombre de negocios cada viernes deja su oficina en el centro al mediodía para ir a un comedor para los desamparados. Allí se pone de un delantal para servirles la comida. Un contratista oye del apuro de unas religiosas que venden tamales para edificar su convento. Una persona deshonorada las ha estafado de $15,000. Entonces, el contratista les ofrece el servicio de supervisar la construcción. Un mecánico de raza negra encuentra a un viajero blanco cuyo carro se le ha quebrado en la carretera la noche antes del Día de Dar Gracias. El mecánico le arregla el carro sólo por el costo de los repuestos.

La recompensa para el servicio sobrepasa toda expectativa. Más allá en este evangelio de Lucas Jesús dice a sus apóstoles que ninguno de ellos dejaría a comer a un siervo antes de sí mismo (17,7). Sin embargo, aquí el Señor dice que hará casi exactamente esto a aquellos que se preparen para su venida por servir a los demás: “se recogerá la túnica, los hará sentar a la mesa y él mismo les servirá.”

Los peros de prepararse bien para el Señor a menudo son que no tenemos tiempo y que somos demasiado ocupados. No obstante, cuando examinamos nuestras vidas, quedamos desconcertados con cuanto tiempo despilfarramos sobre cositas. Miramos televisión aunque decimos a los niños que ello es desestabilizador. Hablamos por teléfono hasta que echemos chismes que lamentamos. Sería mejor que dediquemos alguno de este tiempo disponible al servicio de los demás. Sería pagar un pequeño precio por un gran premio. De veras, nos procuraría la vida en abundancia.