IV Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo A

Mateo 5:1-12

Autor: Padre Carmén Mele O.P

 

 

El hombre se ponía de rodillas todas las noches. Rezó a Dios por el bien de su familia – su esposa y tres hijas. Un día una de las muchachas vino a su padre para decirle que querría entrar en el convento. Le preguntó si estaría bien con él. El hombre respondió, “Sólo quiero tu felicidad, mi hija.” Casi todos los padres quieren la felicidad para sus hijos como cada persona quiere su propia felicidad.

Ciertamente hay diferentes nociones de qué consiste la felicidad. Algunos piensan en la felicidad como tener una cuenta bancaria con millones. Otros actúan como si la felicidad consistiera en tener vino en la copa y una guapita al lado. Todavía otros buscan la felicidad en tener un pelotón de subordinados listos para saltar a su orden. En el evangelio hoy Jesús nos da su visión de la felicidad.

“Pero Jesús no dice nada de la felicidad en el evangelio,” algunos se opondrían, “Él habla de quienes son dichosos.” Sí, la traducción del evangelio que usamos en la misa tiene, “Dichosos son los pobres de espíritu…” y “Dichosos son los sufridos...” Pero la palabra griega para dichosos – makarios -- también quiere decir felices. A lo mejor todos nosotros hemos visto traducciones de la Biblia con “Felices son los pobres…” Cuando reflexionamos en el asunto, solamente hace sentido. Pues, la felicidad es el cumplimiento del don de Dios que uno recibe por responder generosamente a Su gracia.

En el pasaje evangélico hoy Jesús menciona varios modos para responder bien a la gracia de Dios. Vamos a tratar ahora sólo uno. Dice el Señor, “Dichosos los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios.” ¿Qué quiere decir, tener un corazón limpio? En este tiempo muy próximo al Día de Amor, cuando vemos la forma del corazón en todos los supermercados, farmacias, y almacenes, es patente que tener un corazón limpio involucra nuestra manera de amar. Los limpios de corazón aman a otros sin las manchas del deseo animal y de la dominación.

Nos reta el amar con corazones limpios hoy en día. Muchos hablan como si relaciones sexuales antes del matrimonio fueran requisitas para conocer al novio. Piensan que el uso de anticonceptivos dentro del matrimonio fuera sano para el bien de la familia. Sin embargo, sabemos que el amor sexual entre un hombre y una mujer alcanza la verdadera felicidad cuando está hecho en el contexto del compromiso permanente y de la apertura a la procreación. En otros contextos el amor devuelve en la lujuria y los celos.

¿Parece imposible, entonces, la limpieza del corazón en nuestros tiempos? Sí, es una lucha continua. Requiere la templanza, hoy día particularmente del género que viene del Espíritu Santo. Por eso, debemos rezar mucho que el Espíritu fortalezca nuestros esfuerzos para tener un corazón limpio. Debemos rezar para vivir con un corazón limpio.