XXVI Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo A

Filipenses 2:1-11

Autor: Padre Carmén Mele O.P

 

 

Un informe el año pasado debería haber llamado la atención de todos. Dijo que los jóvenes de hoy en día son mucho más narcisistas -- eso es, centrados en sí mismos -- que aquellos de las generaciones previas. Piensan que son personas muy especiales, capaces a gobernar el mundo aunque tienen sólo veinte años. Al menos en parte han asumido este actitud por los medios masivos con los espectáculos como “¿Quién quiere ser millonario? y “Ídolo Americano.” En la segunda lectura hoy San Pablo indica que el narcisismo no tiene lugar en el seguimiento de Cristo.

Para Pablo el cristiano no debe pensar en sí mismo como mejor que cualquier otro en la comunidad. Al contrario, dice que, “...cada uno considere a los demás como superiores a sí mismo.” Por esta razón la Iglesia enseña la necesidad para cuidar a los moribundos, no terminar sus vidas. En Holanda y en el estado de Oregón de los Estados Unidos, la ley permite la eutanasia, eso es quitar la vida de un moribundo si él o ella lo pide. Este tipo de ley no está limitado a los países desarrollados. Ahora la legislatura de Colombia está deliberando una tal ley.

Aunque perezca que la ley permite quitar la vida sólo por petición del moribundo, en efecto no será necesario. Cuando el moribundo ha perdido la conciencia, otra persona puede hacer la decisión por él o ella. De todos modos, la dignidad de la persona debería prohibir tratar al moribundo como si fuera un animal. Ciertamente cuando consideramos al moribundo superior a nosotros como Pablo recomienda que veamos a todos, no queremos quitarle la vida sino hacer todo posible para aliviar el dolor y ponerle cómodo.

Podemos mirar a Jesucristo como el modelo de la humildad que sirve. Como dice San Pablo en la lectura, Cristo vino al mundo como un siervo. Sirvió a Dios por dar su vida como la redención de los humanos. Semejante a Cristo, nosotros servimos a Dios por pensar en las necesidades de otras personas junto con nuestras propias. La historia de dos hermanos agricultores ilustra bellamente lo que se significa aquí. Un hermano tenía esposa y siete hijos. El otro hermano era soltero. El hermano con familia cada noche llevaba un saco de trigo al granero de su hermano pensando que el soltero necesitaba extra para que tuviera suficientes fundos para jubilarse. Entretanto el hermano soltero cada noche llevaba un saco de trigo al granero de su hermano pensando que él tenía a muchos dependientes para darse de comer. Por supuesto, el granero de ninguno se disminuía. Es sólo una curiosidad que casi siempre cuando procuramos a cuidar al otro, no perdimos nada en el largo plazo. Más bien, nos queda con más que jamás imaginábamos.