Fiesta. Dedicación de la Basílica de Letrán

Juan 2:13-22

Autor: Padre Carmén Mele O.P

 

 

Comúnmente pensamos en la Basílica de San Pedro en Roma como la iglesia del papa. Sin embargo, por mil años los papas oficiaban en otro templo primeramente llamado El Salvador y, después de una reconstrucción en el décimo siglo, la Basílica de San Juan Bautista. Porque queda en la propiedad de la antigua familia romana, Letrán, se conoce ahora como la Basílica de Letrán. Todavía se llama esta basílica “la iglesia del papa,” y ahora celebramos el aniversario de su dedicación.

De una manera es curioso que llamamos atención a una construcción de piedra. Pues, el evangelio hoy nos enseña que el propio cuerpo de Jesús es el templo por medio de lo cual se ofrece el único sacrificio agradable a Dios. Actualmente encontramos su cuerpo en la Eucaristía que se puede confeccionar tanto en el campo de batalla como en una catedral. Desde que los discípulos de Jesús se hacen miembros de su cuerpo por el Bautismo, se identifican ellos mismos con la iglesia. De hecho, San Pablo en la primera Carta a los Corintios llama a cada cristiano un templo del Espíritu Santo. Con todo este énfasis en la Iglesia como el cuerpo de Cristo, se cuestiona si valen las construcciones.

Claro que sí. Después de todo, nosotros cristianos no son puros espíritus. Necesitamos abrigo del sol del día y del frío de la noche cuando nos congregamos. Por eso, en el principio las varias comunidades de fe se congregaban en casas particulares para ofrecer la eucaristía. Y cuando los números de cristianos crecieron, las comunidades necesitaban estructuras más amplias para sus asambleas.

Hay otra razón para las construcciones tan significativa como la protección de los elementos. Por su magnificencia y belleza las estructuras nos ayudan orar. En abril cuando visitaba la catedral de San Patricio en Nueva York, el papa Benedicto comentó acerca de los vitrales de la estructura. Dijo que desde afuera los vitrales parecen oscuros aún sombríos pero adentro se hacen vivos, reflejando la luz que los atraviesa. Del mismo modo desde afuera, la Iglesia parece difícil aceptar, restringiendo la libertad del individuo. Sólo desde el interior se puede conocer la Iglesia como inundada con la gracia y resplandeciente con gente buena. También, los diferentes aspectos del edificio nos recuerdan de Dios, sean los arcos que apuntan el cielo, las velas que emiten luz y calor, o las imágenes que muestran los personajes y los eventos de nuestra salvación.

Raras veces durante el año la Iglesia celebra el aniversario de la dedicación de una iglesia. Por eso, podemos contar esta fiesta de la Dedicación de la Basílica Letrán como representativa de las dedicaciones de todas otras iglesias de Catolicismo. Ahora damos gracias a Dios especialmente por las construcciones que nos nutren en la fe, y también por los hombres y mujeres que han trabajado para construir estos testimonios de la fe. Aún más, le damos gracias por su hijo Jesucristo que nos hace posible ofrecer el único sacrificio agradable para que tengamos el destino del cielo.