(Deuteronomio 4:1-2.6-8; Santiago
1:17-18.21-22.27; Marcos 7:1-8.14-15.21-23)
Los fariseos existen en todos tiempos. Esto es cierto. Siempre
hay gente más inclinada a criticar las faltas de otras personas que a
reconocer las suyas. En el siglo pasado el autor francés François
Mauriac escribió la novela La farisea describiendo este tipo de gente.
En el evangelio hoy encontramos a aquellos que le dieron su nombre
Los fariseos vienen de Jerusalén para probar a Jesús en Galilea. Y lo
que ven nos les gusta. Los discípulos de Jesús comen sin lavarse las
manos. Se acostumbran los judíos a hacer abluciones antes de comer para
no contaminarse. Pero los discípulos de Jesús evidentemente no cuidan
las finezas cuando tienen hambre. Los fariseos preguntan a Jesús “¿por
qué…?” como si Jesús no pudiera ser profeta por la falta de higiene de
sus seguidores. Tenemos en nuestro tiempo muchos que no creen en Cristo
por semejantes críticas contra la Iglesia.
Se encuentran dos acontecimientos históricos encima de la lista de
críticas contra de la Iglesia. En primer lugar la Iglesia promovió las
Cruzadas en las Edades Medias. Entonces la Iglesia hizo la Inquisición
desde el siglo XIII hasta el siglo XX. Aún buenos católicos se
escandalizan por estos enigmas. Vale la pena ponerlos en perspectiva
antes de que formemos nuestro fallo.
En los siglos XI y XII hubo tres intentos de parte de los europeos para
defender a los cristianos en el Medio Oriente y para asegurar los
lugares santos en Jerusalén. Muchos hoy en día piensan que el motivo de
los caballeros que se batallaron en las cruzadas fue hacerse ricos con
el oro de los musulmanes. Es porque vivimos en un tiempo que valora
sobre todo ser millonario. Pero los cruzados vivieron en una época de la
fe. Hicieron el largo viaje al Oriente a riesgo de sus propias vidas
para obtener indulgencias por los pecados que les prometían los papas.
Para mantener la fe verdadera la Iglesia estableció tribunales cuya
institución fue llamada la Inquisición. El propósito de los tribunales
era determinar si un cristiano acusado por herejía realmente estaba en
error. En nuestro ambiente de libre pensamiento nos parece como ultraje
llevar a un ciudadano a la corte por lo que crea. Sin embargo, en las
sociedades cristianas del pasado la gente entendía la fe como el mayor
don de Dios que necesitaba guardar pura.
Sin duda, había corrupciones de justicia en ambos las Cruzadas y la
Inquisición. Particularmente lamentoso fueron el uso de la tortura y la
pena de muerte por la Inquisición. Desde entonces la Iglesia ha
reconocido la primacía de conciencia de modo que no se le deba forzar a
nadie creer lo que no le dicte la conciencia. Además en una magnífica
demuestra de humildad durante las festividades del Tercer Milenio el
papa Juan Pablo II pidió perdón por los abusos de los líderes de la
Iglesia en tales acontecimientos.
En el evangelio Jesús defiende a sus discípulos de las acusaciones de
los fariseos. Entonces nos indica los verdaderos pecados. Si estuviera
haciendo la lista ahora ciertamente incluiría el aborto junto con la
fornicación, el homicidio, y la codicia. Como los fariseos muchos hoy
piensan que vivimos en un clima de buenas morales porque existe una
amplia conciencia de finezas. Pero la verdad es otra. Sigue tan fuerte
como siempre la corrupción del corazón. Sigue también tan fuerte como
siempre la necesidad para Cristo Jesús.