(Samuel 1:20-22.24-28; I Juan 3:1-2.21-24; Lucas 2:41-52)
Sí, María y José saben que Jesús es diferente. Los ángeles les
han dicho que él es el hijo de Dios. Querían decir que Jesús va a
sentarse en el trono de David. Pero ¿cómo sus padres pueden darse
cuenta que este futuro incluirá vivir como soltero y ser crucificado
como criminal? A lo mejor piensan, como muchos padres hoy en día
esperan por sus hijos, que Jesús será no sólo justo, sino poderoso,
rico y padre de muchos hijos.
Por todo esto, la pareja se angustia cuando Jesús no asoma en la
caravana. Probablemente dicen dentro de sus corazones algo como,
“Alguna cosa mala ha pasado a nuestro hijo”. Hoy día nosotros
llamaríamos la policía que pondría su nombre en carteleras de
carretera a través de la región. Los padres de Jesús no pueden hacer
más que regresar con prisa a Jerusalén para averiguar dónde esté su
niño.
Realmente no debe ser problema encontrar a Jesús. Estará en el
templo aprendiendo de los doctores de la ley. Cuando su madre lo
reprocha por no haberles informado de sus paraderos, el responde que
los dos los deberían haber sabido. Pues, ¿no es él el hijo de Dios?
Y ¿no debería estar en la casa de su Padre ocupándose con las cosas
de su Padre? También nosotros somos, en un sentido verdadero, hijos
e hijas de Dios y tenemos que ocuparnos de las cosas de Dios Padre.
Ya estamos para entrar no solamente en un nuevo año sino también en
una nueva década. ¿Qué serán las cosas de Dios para nosotros en los
dos mil diez? De una manera esto depende de nuestra edad. Los niños,
que van a descubrir al yo durante estos años, tienen que
identificarse como amados por Dios. Como Jesús en el evangelio hoy,
deberían acudir a la iglesia para aprender de la grandeza de Dios
Padre que cuida a cada uno de sus niños. Los jóvenes de veinticinco
o treinta años, que van a descubrir al otro durante estos años,
tienen que aprender cómo entregarse totalmente a una persona como
compañero de la vida. Deberían darse cuenta que el matrimonio no es
sólo un convenio para satisfacer los deseos y para tener hijos. Más
bien, es una alianza que da testimonio del amor de Cristo para su
pueblo.
Los adultos maduros, que van a ser reconocidos como padres,
maestros, profesionales, o autoridades en otro campo de la vida,
tienen que contribuir de su talento para el bien de todos. Deberían
dedicarse a un proyecto que avance los valores del Reino de Dios en
la comunidad. Finalmente, los que van a experimentar la disminución
de la energía durante los dos mil diez tienen que reclamar para sí
mismos los logros de sus vidas y arrepentirse de los errores para
desarrollar la integridad. Deberían prepararse para el encuentro con
Jesús como juez por dar gracias a Dios por lo bueno que han
experimentado en la vida y pedirle perdón por sus pecados que han
cometido.
El evangelio hoy termina por decir que Jesús sigue creciendo en
saber, en estatura, y en favor de Dios. Que sea la meta de todos
nosotros durante esta década que ya se aproxima. Que procuremos
crecer en saber, en estatura (al menos la estatura del amor para el
prójimo), y en el favor de Dios en los 2010. Que procuremos crecer
en el favor de Dios.